Capítulo 15

79 8 0
                                    

Beauxbatons y Durmstrang
•···················•✦•···················•✦


Harriet se levantó cuando a penas el sol estaba saliendo, se vistió y bajó a la sala común, que por la hora, estaba vacía. Tomó una pluma y un pergamino.

Querido Draco:

¿Te apetece que salgamos un rato un día de estos? Hace tiempo que no salimos, espero tu respuesta.

Atentamente: Harriet.

Salió por el hueco del retrato, subió por la escalera del castillo, que estaba sumido en el silencio (sólo lo retrasó Peeves, que intentó vaciar un jarrón grande encima de ella, en medio del corredor del cuarto piso), y finalmente llegó a la lechucería, que estaba situada en la parte superior de la torre oeste.

La lechucería era un habitáculo circular con muros de piedra, bastante frío y con muchas corrientes de aire, puesto que ninguna de las ventanas tenía cristales. El suelo estaba completamente cubierto de paja, excrementos de lechuza y huesos regurgitados de ratones y campañoles.

Sobre las perchas, fijadas a largos palos que llegaban hasta el techo de la torre, descansaban cientos y cientos de lechuzas de todas las razas imaginables, casi todas dormidas, aunque Harriet podía distinguir aquí y allá algún ojo ambarino fijo en ella. Vio a Hedwig acurrucada entre una lechuza común y un cárabo, y se fue aprisa hacia ella, resbalando un poco en los excrementos esparcidos por el suelo.

Le costó bastante rato persuadirla de que abriera los ojos y, luego, de que los dirigiera hacia ella en vez de caminar de un lado a otro de la percha arrastrando las garras y dándole la espalda para que la dejara dormir.

Hedwig levantó la pata para que le atara la carta.

-Si él te evita o trata de aullarte, no insistas ¿Sí? -le dijo Harriet, acariciándole la espalda mientras la llevaba posada en su brazo hasta uno de los agujeros del muro.

Ella le pellizcó el dedo, quizá más fuerte de lo habitual, pero ululó como siempre, suavemente, como diciéndole que se quedara tranquilo. Luego extendió las alas y salió al mismo tiempo que lo hacía el sol. Harriet la contempló mientras se perdía de vista, sintiendo la ya habitual molestia en el estómago.

Las clases se estaban haciendo más difíciles y duras que nunca, en especial la de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Para su sorpresa, el profesor Moody anunció que les echaría la maldición imperius por turno, tanto para mostrarles su poder como para ver si podían resistirse a sus efectos.

-Pero... pero usted dijo que eso estaba prohibido, profesor -le dijo una vacilante Hermione, al tiempo que Moody apartaba las mesas con un movimiento de la varita, dejando un amplio espacio en el medio del aula-. Usted dijo que usarlo contra otro ser humano estaba...

-Dumbledore quiere que les enseñe cómo es -la interrumpió Moody, girando hacia Hermione el ojo mágico y fijándolo sin parpadear en una mirada sobrecogedora-. Si alguno de ustedes prefiere aprenderlo del modo más duro, cuando alguien le eche la maldición para controlarlo completamente, por mí de acuerdo. Puede salir del aula.

Señaló la puerta con un dedo nudoso. Hermione se puso muy colorada, y murmuró algo de que no había querido decir que deseara irse. Harriet yRon se sonrieron el uno al otro. Sabían que Hermione preferiría beber pus de bubotubérculo antes que perderse una clase tan importante.

Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición imperius. Harriet vio cómo sus compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: Dean Thomas dio tres vueltas al aula a la pata coja cantando el himno nacional, Lavender Brown imitó una ardilla y Neville ejecutó una serie de movimientos gimnásticos muy sorprendentes, de los que hubiera sido completamente incapaz en estado normal. Ninguno de ellos parecía capaz de oponer ninguna resistencia a la maldición, y se recobraban sólo cuando Moody la anulaba.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora