Capítulo 15

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Aragog
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Ya casi llegaba el verano, un alivio por una parte, dejaría de temblar con tan solo salir del castillo o no traer ropa de invierno, pero no estaba mal. Harriet adoraba ver como las personas eran más cariñosas con otras, estaban más abrazados, tomados de las manos o más juntos, era adorable.

El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, a Harriet aquel paisaje no le gustaba; y lo mismo podía decirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Harriet lloraba la mayoría de las noches, extrañaba a Hermione, aunque ella la regañara por no callarse y porque Harriet iba a su cama a dormir. Ahora no había noche que no pudiera dormir, miraba a la cama de Hermione, pero estaba sola, helada. Solía irse a dormir ahí, pero esta vez sin Hermione. Recordaba todas las noches como eran las cosas hasta hace un tiempo y dormía por tanto llorar.

—Hermione.— la llamó Harriet esa vez, cuando ya estaba por dormir.

—Mmm.— respondió ella, estaba tapada hasta los hombros, con el cabello recogido y con los ojos cerrados.

—¿Cómo se le llama a una oreja que siempre dice la verdad?— dijo tratando de no reírse.

—Ay no.— dijo Hermione esperando lo que venía, que ya era costumbre que Harriet dijera un chiste muy malo antes de dormir, así que se dió la vuelta dándole la espalda.

—Sin-cera— dijo riéndose

Al principio Hermione parecía no haberse reído, pero para impresión de Harriet, ella explotó en risas muy ruidosas. Hizo que a Harriet le diera más risa.

—¡Shh!— dijo Harriet intentando callar a Hermione y a ella misma.

Harriet sonrió al recordarlo, pero durmió llorando.

—No podemos correr más riesgos —les dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta cuando fueron a visitar a Hermione—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que pueda volver el agresor para acabar con la gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los corredores, parecía estridente y antinatural, y enseguida era reprimida.

Harriet se repetía constantemente las últimas palabras de Dumbledore: «Sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.» Pero ¿Por qué lo había dicho? ¿A quién iban a pedir ayuda, cuando todo el mundo estaba tan confundido y asustado como ellos?

La indicación de Hagrid sobre las arañas era más fácil de comprender. El problema era que no parecía haber quedado en el castillo ni una sola araña a la que seguir. Harriet las buscaba adondequiera que iba, y Ron la ayudaba a regañadientes. Además se añadía la dificultad de que no los dejaban ir solos a ningún lado, sino que tenían que desplazarse siempre en grupo con los alumnos de Gryffindor. La mayoría de los estudiantes parecían agradecer que los profesores los acompañaran siempre de clase en clase, pero a Harriet le resultaba muy fastidioso.

—Quédate conmigo y no te pasará nada.— le aseguró Draco a Harriet de camino a las masmorras.

Pero Harriet lo ignoró, como siempre, aunque se le hacía extraña la "amabilidad", si así se le podía llamar, de Draco de un momento a otro.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora