Capítulo 20

117 15 3
                                    

La primera prueba
✦•···················•✦•···················•✦

Cuando se levantó el domingo por la mañana, Harriet estaba perdida en sus pensamientos, se cepilló el cabello y se vistió con una mirada completamente perdida en sus pensamientos.

Buscó a Hermione, y la encontró en la mesa de Gryffindor del Gran Comedor, desayunando con Ginny. Demasiado intranquila para comer, Harriet esperó a que Hermione se tomara la última cucharada de cereal y se la llevó fuera para dar otro paseo con ella.

En los alrededores del colegio, mientras bordeaban el lago, Harriet le contó todo lo de los dragones y lo que le había dicho Sirius. Aunque muy asustada por las advertencias de Sirius sobre Karkarov, Hermione pensó que el problema más acuciante eran los dragones.

- Primero vamos a intentar que el martes por la tarde sigas viva, y luego ya nos preocuparemos por Karkarov.

Dieron tres vueltas al lago, pensando cuál sería el encantamiento con el que se podría someter a un dragón. Pero, como no se les ocurrió nada, fueron a la biblioteca. Harriet tomó todo lo que vio sobre dragones, y una y otra se pusieron a buscar entre la alta pila de libros.

- «Embrujos para cortarles las uñas... Cómo curar la podredumbre de las escamas...» Esto no nos sirve: es para locos como Hagrid que lo que quieren es cuidarlos...

- «Es extremadamente difícil matar a un dragón debido a la antigua magia que imbuye su gruesa piel, que nada excepto los encantamientos más fuertes puede penetrar...» -leyó Hermione-. ¡Pero Sirius dijo que había uno sencillo que valdría!

- Busquemos en los libros de encantamientos sencillos pues... -dijo Harriet, apartando a un lado el Libro del amante de los dragones.

Volvió a la mesa con una pila de libros de hechizos y comenzó a hojearlos uno tras otro. A su lado, Hermione cuchicheaba sin parar:

- Bueno, están los encantamientos permutadores... pero ¿para qué cambiarlos? A menos que le cambiaras los colmillos en gominolas o algo así, porque eso lo haría menos peligroso... El problema es que, como decía el otro libro, no es fácil penetrar la piel del dragón. Lo mejor sería transformarlo, pero, algo tan grande, me temo que no tienes ninguna posibilidad: dudo incluso que la profesora McGonagall fuera capaz... Pero tal vez podrías encantarte tú misma. Tal vez para adquirir más poderes. Claro que no son hechizos sencillos, y no los hemos visto en clase; sólo los conozco por haber hecho algunos ejercicios preparatorios para el TIMO...

- Hermione -pidió Harriet, estresada -, ¿puedes callarte un momento, por favor? Trato de buscar cómo no morir mañana.

Pero lo único que ocurrió cuando Hermione se calló fue que la cabeza de Harriet se llenó de una especie de zumbido que tampoco le dejaba concentrarse. Recorrió sin esperanzas el índice del libro Maleficios básicos para el hombre ocupado y fastidiado: arranque de cabellera instantáneo.

- Pero los dragones ni siquiera tienen pelo, se dijo-, aliento de pimienta - eso seguramente sería echar más leña al fuego-, lengua de cuerno - precisamente lo que necesitaba: darle al dragón una nueva arma...

- ¡Oh, no!, aquí vuelve. ¿Por qué no puede leer en su barquito? -dijo Hermione irritada cuando Viktor Krum entró con su andar desgarbado, les dirigió una hosca mirada y se sentó en un distante rincón con una pila de libros-. Vamos, Harriet, volvamos a la sala común... El club de fans llegará dentro de un momento y no pararán de cotorrear...

Y, efectivamente, en el momento en que salían de la biblioteca, entraba de puntillas un ruidoso grupo de chicas, una de ellas con una bufanda de Bulgaria atada a la cintura.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora