Capítulo 4

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En Flourish y Blotts
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Conforme pasó el día, no vió a Ginny en la casa en ningún momento, hasta que llegó la hora de dormir.

-Ginny, ¿No?-sorprendió a Ginny por la espalda y ésta dió un brinco con un gritito.

Ginny se dió sin querer un golpe en el estante de su habitación y se cayeron sus cómic. Se levantó con la cara tan colorada y brillante como un tomate.

-Eehh... ¡Sí!-respondió nerviosa y sudando. Ya no tenía escapatoria de Harriet.

-Bueno, supongo que ya sabes quién soy...

-¡Harriet Potter!, sí, lo sé todo de ti.

-Ehh... Bueno...-sintió como se ruborizaba.

-¡Quiero decir...!- intentó corregirlo de inmediato -¡Tú...!

-Hey, tranquila, soy una persona normal. Los libros no dicen mucho de mí, en realidad.- dijo apenada.

-Te pareces a una de nosotros, pero no eres como nosotros.-dijo Ginny más tranquila, pero jugaba nerviosa con su cabello.

-Yo vivo con muggles, si a eso te refieres.

-Bueno, yo...-Ginny no la podía mirar.

-Seamos amigas. -digo y de inmediato una risita nerviosa y sus mejillas sonrojadas debajo de sus pecas aparecieron.

-Quédate a dormir aquí, mi cama es cómoda. Papá está loco por los objetos muggles, creo que tiene una cama de aire, me genera curiosidad dormir ahí.

Ginny dejó de huir de Harriet cuando compartió dormitorio con ella. Toda la noche estuvo llena de risitas, le contaba a Harriet como una vez le hizo una broma a los gemelos, los cuales cayeron directo en ella.

-... Sí, los gemelos son difíciles de hacerles una broma, pero no para mí.-dijo con orgullo.

A vida en La Madriguera no se parecía en nada a la de Privet Drive.

Los Dursley lo querían todo limpio y ordenado; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Harriet se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo le gritó: «¡Vaya pinta! ¡Acomodate bien la falda!»

El espíritu del ático aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que
reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Fred y George se consideraban completamente normales. Lo que Harriet encontraba más raro en casa de Ron, sin embargo, no era el espejo parlante ni el espíritu que hacía ruidos, sino el hecho de que allí, al parecer, todos la querían.

La señora Weasley se preocupaba por el estado de sus faldas e intentaba hacerle comer cuatro raciones en cada comida. Al señor Weasley le gustaba que Harriet se sentara a su lado en la mesa para someterla a un interrogatorio sobre la vida con los muggles, y le preguntaba cómo funcionaban cosas tales como los enchufes o el servicio de correos.

-¡Fascinante! -decía, cuando Harriet le explicaba cómo se usaba el teléfono-. Son ingeniosas de verdad, las cosas que inventan los muggles para apañárselas sin magia.

Una mañana soleada, cuando llevaba más o menos una semana en La Madriguera, Harriet les oyó hablar sobre Hogwarts.

Cuando Ginny y ella bajaron a desayunar, encontraron al señor y la señora Weasley sentados con Ron a la mesa de la cocina. Harriet se sentó y cogió la tostada que le pasaba la señora Weasley.

Harriet Potter: Saga completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora