5. Mamma

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Terminó de colocar un poco de hidratante sobre sus labios, maquillaje sobre sus ojeras, fugaz llovizna de perfume sobre el hoodie púrpura y se miró al espejo, dejando que su cabello rubio caiga sobre su frente de manera torpe y desordenada, pero vamos, eso lo hizo ver más lindo.

Miró el buró que estaba al lado de su cama y la caja de cigarrillos, la tomó para guardarla en su bolsillo junto a su encendedor, pero se quedó quieto cuando pensó profundamente en sí los necesitaría de verdad. Cenaría con Lorenzo y su madre, mirarían películas con el plan de empachar sus barrigas con chatarra, después tal vez conversarían un poco y regresaría a su casa para dormir tranquilamente.

No tendría tiempo para fumar ni aunque su cuerpo se lo pida, ¿Cómo iba a drogarse estando en casa ajena? No podía hacer eso, menos cuando ya era más cercano al pelinegro y la confianza entre ellos crecía, no quería convertirse en una carga la cual solo quedaba aguantar, quería ser un buen amigo, un compañero que no cause problemas.

Así que lanzó el encendedor y la caja de cigarros a su buró, tomó dinero y las llaves de casa, para así salir de su habitación con una suave sonrisa en su rostro, se sentía seguro en esos momentos, completamente seguro de no fumar este día porque estaba yendo muy bien, pasaría toda la noche en casa de Lorenzo y no iba a estar tan aburrido como para ponerse a fumar.

Terminó de bajar las escaleras y vio a su madre en el sillón, con la cabeza de Almiro en sus muslos y ambos con la vista fija en el televisor.

Para Ángelo, su madre era la principal autora de cada una de sus pesadillas, pero sabía que para Almiro era todo lo contrario.

Era graciosa la manera de la que podía llevarse terriblemente mal con su madre, ella le hacía sacar lo peor de él y de cierto modo, la culpaba de todas sus desgracias, pero para Almiro, ella fue la persona que le ayudó a recorrer el camino de sus sueños, a limpiar sus heridas cada vez que se caía y secar sus lágrimas en los momentos difíciles, él tuvo su apoyo desde siempre, ella era su ángel.

Todo era desconocido para él, sentía el hoyo en su pecho que le dió náuseas, así que se apresuró en dirigirse a la puerta principal, llamando la atención de el par.

-¿Ni siquiera te despides, giovanotto?

Ángelo apretó sus dientes y tomó el pomo de la puerta dispuesto a irse.

-Si sales sin mirarme estás castigado, Ángelo, yo no voy a tolerar tus caprichos, esta no es tu casa para que hagas lo que se te dé la gana.

A veces creía que era como una distracción, cada vez que su madre quería desquitarse con alguien, buscaría a Ángelo, o tal vez solo para molestarlo un poco, cualquier cosa que sea algo malo buscaría a su menor hijo, se había acostumbrado a ello.

Se dió media vuelta para encarar a su madre, que ahora se encontraba de pie y con los brazos cruzados frente a él.

-¿Por qué te causa curiosidad, mamma? ¿Acaso estás preocupada por mi? -se burló, sabiendo cuál sería la respuesta.

-Esta casa no se va a convertir en el hotel donde puedes ir y venir cuando se te pegue la gana, la casa se respeta, ahora dime a dónde vas a ir si no quieres que te encierre en tu habitación como cuando eras pequeño, pero no voy a tener más compasión contigo.

Ángelo se carcajeó con fuerza-. ¿Compasión? Tú nunca tuviste compasión -bufó, apretando su mandíbula con cólera, empezaba a hartarse y no creía poder contenerse-. ¿Quieres saber que estaré haciendo? Voy a ir a drogarme hasta perder la conciencia y decirle a todo el mundo que la ¡Gran madre de Almiro Cavalli es una perra! -gritó-. Y una buena mantenida.

Su madre le pegó, su mano se estampó contra su mejilla con tanta fuerza que incluso se tambaleó por unos segundos y su oído comenzó a silbarle, pero no le importó mucho, en realidad, se le hizo raro que su madre no le haya golpeado desde que llegó, se tardó.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora