30. Il cane allegro

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Lorenzo no creía que Ángelo le decía toda la verdad.

Pero confiaba ciegamente en él, y por eso no le diría absolutamente nada hasta confirmar ese no sé qué, que le causaba una inquietud extraña cada vez que vagaba por sus pensamientos.

Decidieron pasar la semana entera juntos, Ángelo se quedó a dormir en la casa de Lorenzo, como de costumbre, se darían los siete días para acompañarse y compartir las noches llenas de mimos y los amaneceres con abrazos.

La señora Barone se mostró más que encantada, tener al novio de su hijo en su casa era como tener a un mejor amigo acompañándola, Ángelo siempre la esperaba con la cena lista y en varias ocasiones era atento, comedido y sobre todo amable, por eso no dudaba ni un poco en mimarlo y tratarlo como a un miembro más de la familia.

Ella era como Lorenzo, no necesitaba enterarse de nada mediante chismes o palabras, con tan solo ver la situación y analizarla, lo sabía todo.

Sabía que Ángelo tenía serios problemas en su casa, en su vida, en su mente, tal vez en un pasado lo hubiera alejado de la vida de Lorenzo para protegerlo, pero ahora pensaba completamente distinto, porque sabía que Cavalli no era una mala persona en lo absoluto, era un ángel puro y lastimado.

Y podía comprobarlo. En ese mismo instante.

-¿Cómo le fue en el trabajo? -preguntó el chico descalzo, moviéndose de un lado a otro mientras le servía una sopa de arroz y garbanzo que preparó con Lorenzo para la cena.

La señora Marzia sonrió con dulzura-. Estuvo como siempre, agitado por las pacientes -suspiró mientras se quitaba la chaqueta-. ¿Y Lorenzo?

-Está duchándose, nosotros ya cenamos, pero igualmente puedo acompañarla -asintió varias veces mientras terminaba de poner el sitio en la mesa, invitando a la mujer a sentarse para degustar de esa cálida cena-. Lo hicimos nosotros, pruébelo y dígame qué tal.

Así que se apresuró en sentarse y empezar a comer el delicioso plato de sopa que enamoró a sus fosas nasales por el aroma, y justo como lo imaginó, sus chicos mejoraron bastante en la cocina-. Está deliciosa -dijo continuando con su degustación-. ¿Estás durmiendo bien cariño? Veo tus ojos cansados.

-Me alegra que le haya gustado -Ángelo mordió su labio suavemente, asintiendo-. Sip, Renzo ronca mucho pero igual puedo dormir -rio levemente.

Las ojeras y sus ojos rojizos, recordaba que siempre tenía ese aspecto terrible por fumar tanto o no poder conciliar el sueño gracias a que su mente pensadora le hacía ruido cada vez que trataba de dormir.

-Te daré unas gotas que te ayuden a descansar más los ojos, dile a tu novio que te las ponga -sonrió.

El pelinegro asintió sonriente, definitivamente era la madre con la que siempre soñó, una madre que cuide su bienestar y que le haga sentir querido-. Gracias señora Marzia... -pero Ángelo sintió unos brazos rodear sus hombros y supo que su fuerte novio llegó-. ¡Hola!

-¿De qué hablan par de pervertidos?

-De que le tienes que echar gotas a los ojos de Ángelo, están muy cansados.

-Es que Renzo no me deja dormir -alzó sus cejas con una sonrisa ladina.

La señora Barone soltó una risa-. Supongo que aprovechan cuando me toca turno nocturno para hacer sus cochinadas, ¿Necesitan otra caja de condones?

-Uhm... Aún nos queda la mitad así que por ahora no -rio.

-Ya sé sus trucos, no voy a caer, mejor vamos de una vez a dormir y dejemos que mi madre descanse -en un movimiento ágil se inclinó para levantar el cuerpo de Ángelo de la silla, y alzarlo en sus brazos con una facilidad increíble.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora