37. Dormire

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Creyó que con sus inútiles esperanzas, el día podría comenzar con pie derecho y al menos lograría hablar con poco más con Lorenzo, el chico que le hacía tanta falta y con el que cada noche soñaba estando a su lado, de manera graciosa se dio cuenta que parecía un adolescente mendigando un amor no correspondido.

Siempre lo buscaba con desesperación, en cada ocasión trataba de mirar a Lorenzo, tal vez conectar sus miradas y al menos dedicarle una de sus sonrisas forzadas, estaba haciendo de todos sus esfuerzos que probablemente ni se notaban, y la verdad era que empezaba a rendirse, porque nunca fue fuerte.

Ya parecía que él era el único triste por la distancia entre ambos, a pesar de que esperó a Lorenzo en la entrada de la escuela con una suave sonrisa en los labios, él se pasó de largo mientras conversaba amenamente con Caprice y reían entretenidos, su corazón dolía demasiado, quería que la tierra lo tragué y jamás lo escupa, porque toda la vergüenza que sentía por ser ignorado era inmensa, pero el dolor era infinito.

Maurizio sabía que espiar estaba mal, y más aún cuando se tenía la oportunidad de dejar de hacerlo, pero la intriga invadió por completo su cuerpo y se quedó en la puerta del baño escuchando absolutamente toda la conversación entre Lauro y Ángelo el día anterior, quedando con una terrible culpa en la garganta y un pesar en el pecho que le hizo retroceder en todos sus pensamientos que le decían que Ángelo era el único problemático del lugar.

Se enteró por error de que su mejor amigo volvió a consumir drogas y no tenía ni idea de que hacer, primero creyó que decírselo a Lorenzo sería buena idea, pero después de la acalorada pelea que tuvieron, supo que no tenía que decírselo a nadie por ahora, exponer a Ángelo más de lo que ya estaba solo traería más problemas y se odiaría muchísimo a sí mismo si le causaba más pesares al pelinegro.

Tenía un sentimiento negativo acumulado en la garganta, no quería que nada malo le suceda a Ángelo y por ello ideó un plan en su cabeza para animarlo un poco y que no esté solo, se arrepentía de no haberlo buscado en todos esos días y dejarlo sin compañía, se sentía como un pésimo amigo, pero iba a enmendar su error, no dejaría a Ángelo solo, no de nuevo.

Por eso apenas llegó a la escuela, dejó de lado la rutina de buscar a Carlo e ir juntos a todos lados como dos chicles pegados y se encargó de terminar los últimos detalles del regalo que le preparó a Ángelo, no era nada grande en realidad, solo era una cajita mediana que contenía muchos dulces y chocolates, al igual que una foto de ellos juntos en la que sonreían enormemente.

En ese entonces Ángelo aún era rubio y se veía feliz, la verdad era que ya ni siquiera sabía si Ángelo estaba feliz en ese entonces, siempre fue tan bueno para ocultar sus sentimientos y reprimirse que se hizo parte de su personalidad, hasta volverse difícil de diferenciar.

Cuando por fin pudo visualizar la silueta encorvada del cuerpo delgado de Ángelo, corrió a él con una sonrisa en los labios, llamándolo de inmediato y lanzándose a abrazarlo.

El pelinegro frunció su ceño con molestia y al ver que era Maurizio se contuvo a tiempo para no soltar un gruñido tosco, tuvo una terrible noche y una terrible mañana, en realidad hace mucho que no tenía unas buenas noches ni un buenos días, estaba amargado de pies a cabeza.

-Hola, guapo -dijo el de rizos entregándole la cajita al más bajo.

-¿Qué es esto? -murmuró.

-Un regalo.

Ángelo tragó saliva, dejando escapar un suave suspiro de sus labios, lo único que quería era estar solo y que dejen de avergonzarlo-. ¿Por qué un regalo, Mao?

-No te vi muy bien ayer y quise darte algo para animarte...

-Gracias, pero no necesito tu pena, eres amigo de Lorenzo así que deberías de estar apoyándolo a él en vez de a mi, yo fui el que ocasionó los problemas.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora