28. L'intimità

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Las frías aguas del mar lo enamoraron por completo, no era lo mismo estar sumergido en una pequeña tina de baño a ser mecido por las inmensas olas que lo recibieron con una preciosa bienvenida, después de tantos años que las volvía a tocar, tenía en su mente un borroso deseo de poder vivir en la playa, en una pequeña casa junto a la persona que amaba, y mientras jugaba con él entre las aguas, se lo dijo.

-Me gustaría tener una casa en la playa, y vivir un largo tiempo frente al mar -el rubio sonrió, abrazando el cuello desnudo de Lorenzo, decidieron entrar al mar sin ningún tipo de prendas, eran ellos dos completamente desnudos, pero siendo arropados por las olas azuladas y de marea baja.

-¿Tú solo? -preguntó el pelinegro con curiosidad, teniendo ganas de escuchar la respuesta que tanto ansiaba.

-Los dos solos.

A veces el tiempo pasaba tan rápido cuando era feliz, en un abrir y cerrar de ojos se encontraba despidiéndose del día que lo hizo olvidar sus penas y ser libre con su chico, pero cuando estaba solo y su mente sumergida en un pozo lleno de culpabilidad, los microsegundos se volvían horas, las manecillas del reloj iban más lentas de lo normal y eso le daba más tiempo a sentirse mal, a sobre pensar y torturarse a sí mismo con su propio organismo.

Pasaron los días y cayó enfermo, esta vez sí faltó a la escuela por su propia cuenta, pero a pesar de que sus cuidados caseros no eran del todo efectivos, no se animó a ir al doctor.

Ángelo creyó estar agonizando, porque su cuerpo dolía, su cabeza le punzaba y las ganas de siquiera ir al baño eran nulas.

Sufría de eso, incluso en el internado, iba apenas una vez al día a orinar y no es porque no quería, en realidad, desde que los opioides lo acogieron, sus problemas renales iban en gran aumento, solo que nunca les dio la suficiente importancia como para buscar alguna solución, estaba bien así.

Además de que claramente era un resfriado por estar metido en el frío mar como si nada, combinado con tristeza, culpa y escaldamiento, se sentía completamente exhausto, porque ni siquiera quedarse en casa era algo que le ayude a sentirse mejor, las paredes de cada habitación tenían una pesadez que consumían toda su débil energía y la cereza del pastel, era que nadie cuidaba de él.

El velaba por su propia salud, ni sus padres ni su hermano notaron de su apariencia moribunda, en parte le agradaba eso, pero al mismo tiempo le hacía darse cuenta que no contaba con nadie de su casa, por más que busque a un pequeño bicho en cuál apoyarse cuando estaba en ese lugar, no lo iba a encontrar.

Tampoco se animó a decirle algo a Lorenzo, ni un mensaje de los cincuenta respondió, no porque estuviera enojado, simplemente estaba triste, ya no podía con la culpa, la culpa que sentía era más fuerte que el resfrío o los problemas renales, la culpa lo detenía en el camino hacia sus metas, y ahora cada vez que estaba con Renzo, se sentía terriblemente mal, creía que no era merecedor de su cariño, ni de su confianza, mucho menos de su perdón.

Luchó tanto por dejar atrás las adicciones, que la derrota lo hizo condenarse a sí mismo por haber fallado tan fácilmente, a pesar de que luchó hasta con sus últimos soldados, nunca fue suficiente.

Lorenzo merecía a alguien mejor, alguien que le dé alegrías en lugar de preocupaciones, alguien que tenga control de su vida y metas para su futuro, alguien que no sea adicto a pastillas de colores...

Y Ángelo no se sentía merecedor de nada bueno, solo merecía castigos por no haber cumplido con su promesa y no se iba a cansar de torturarse con la misma idea, hasta que tenga el valor de decírselo a Barone.

No tenía un plan, ni siquiera trató de pensar cómo haría para solucionar el caos en su vida, de solo imaginarlo se cansaba completamente, quería que todo termine, pero sabía que estaba lejos de eso así que se resignó, y dejó todo en manos del destino.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora