23. Solo uno

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Lorenzo aparentemente era un chico sano, sano porque comía a sus tiempos, dormía y respetaba sus horas de sueño para descansar lo suficiente, no era un estudiante que se tome a la ligera sus notas académicas, al igual que las normas de convivencia, en conclusión, era todo hombre e hijo ejemplar que alguien podría soñar para un camino muy bien enderezado.

Desde luego que pretendió pegarle esos buenos hábitos a Ángelo, pero a pesar de todos los intentos, no podía, no porque fuera un perezoso que odiaba hacer ejercicio muy contrariamente a su novio, quizá sí era un poco perezoso pero, ¿Qué sentido tenía ser mejor persona si Lorenzo no estaba ahí para verlo? No hallaba la necesidad de ser bueno con sus compañeros, por ejemplo.

Mientras Lorenzo no estuviera presente, sus ganas de mejorar ni siquiera se cruzaban por su mente, le asustaba un poco, de cierto modo la dependencia que creó hacia él le asustaba más que su adicción y el síndrome de abstinencia que últimamente lo torturaba más de lo usual.

Apenas tocó su cama se quedó dormido abrazando aquel pollito tan suave y blandito entre sus brazos, el cansancio hizo mucha presencia en su cuerpo a pesar de que no lo admitió desde un principio, le dolían las piernas y qué decir de sus caderas, las manos de Lorenzo marcadas en su piel de manera artística le hicieron sonreír, era el único dolor que deseaba sentir.

No almorzó a sus horas como se lo pidió su novio, ni merendó, mucho menos ingresó a husmear a la cocina en busca de alimento, su prioridad fue dormir toda la tarde e ignorar el dolor de estómago por el hambre, pero por casualidad o pensamientos de su inconsciente, soñó que Lorenzo le regañaba por eso, así que se despertó rápidamente como si de una pesadilla se hubiese tratado y bajó al primer piso con el objetivo de encontrar algo que logre "saciar" su inexistente apetito.

Frotó sus ojos con las manos hechas puños mientras se daba leves tropezones con sus pies en el camino hacia la sala, inevitablemente visualizó a su padre sentado, sin hacer nada, simplemente mirando la pared con nerviosismo y en completo silencio, casi parecía que vio a un fantasma en persona, dios, esa expresión realmente le hizo gracia por un corto lapso de tiempo hasta que comenzó a caer en cuenta que no se trataba de un fantasma, sino del mismo diablo, como si acabara de ver a algún tipo de presencia demoníaca que tomó poder de su cuerpo, ni siquiera se inmutaba.

Frunció su ceño con extrañeza y mientras más se acercaba a la cocina, unas fuertes voces provenir de ella se hicieron audibles por completo, hasta que reconoció inmediatamente aquel tono altanero que su madre usaba cada vez que lo atacaba con sus regaños, pero la cuestión que realmente le atrajo por ser exclusiva para interrumpir su calma, fue saber que no estaba molesta por él, sino por Almiro.

Su corazón se contrajo, no era de espiar pero sus impulsos le ganaron, se acercó con silenciosos pasos a la puerta para escuchar de cerca lo que se decía con aquella voz demandante.

-Almiro, ser una celebridad no es solo cantar y actuar, debes hacer algo para atraer la atención del público y no conformarte con lo que ya tienes.

-Pero Rafael es mi amigo, mamá, no quiero hacerle esto.

-Debes hacerlo, siempre me he dedicado a hacer todo por ti, pero actúas como un malagradecido, primero me dices que te gusta ese chico y ahora no quieres actuar con él en cámaras.

-¡No quiero que las cosas se den así! ¡Odio ser falso ante las cámaras y de verdad no quiero sacar a la luz mi vida privada!

-¡No me levantes la voz! -el sonido de una piel siendo abofeteada se escuchó-. Acuérdate de que todo tu éxito lo tienes gracias a mi, y si yo te digo que vas a hacer fanservice, lo harás.

-Pero mamá...

Creyó que el rencor acumulado en su pecho le haría alegrarse por lo que le estaba pasando a Almiro, pero fue todo lo contrario.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora