11. Attacco

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Nunca creyó que se sentiría tan cómodo durmiendo en brazos reales y no en una almohada llena de espuma, nunca pensó que se sentiría tan protegido en algo que no sean las drogas y ser acogido con tanta calidez en algo que no era más que el calor artificial de sus sábanas.

Dormir al lado de Lorenzo probablemente fue lo mejor que le pudo pasar en toda su vida, de hecho, desde que conoció al chico comenzó a vivir muchos momentos inolvidables que le hicieron realmente feliz, si le dieran la tarea de enumerarlos y seleccionar el más fascinante, no podría escoger, Barone le regalaba tantas situaciones en las que nunca se imaginó y esperaba que su felicidad se multiplique.

Respiró con profundidad la tela a la que su nariz estaba pegada, ni siquiera tuvo que abrir los ojos para adivinar de quién se trataba, Ángelo supo del perfume de Lorenzo e iniciar el día de esa manera lo puso de buen humor en un instante.

Esbozó una pequeña sonrisa y apretó el abrazo al torso de Barone, estiró sus piernas, hizo tronar los deditos de sus pies y bostezó, comenzando a despertar del cálido sueño que tuvo con la dulce compañía.

Al abrir sus ojos lo primero que se le apareció fue el rostro angelical de un Lorenzo dormido, no dijo nada, solo se dedicó a mirarlo fijamente por unos segundos sin creer la increíble dualidad que posee ese chico, algunas veces se veía demasiado rudo o serio, pero otras, se volvía un sujeto tierno con un hilito de saliva en la comisura de sus labios, como en esos instantes.

-Al parecer no fui el único que durmió en las nubes -murmuró, subiendo una de sus manos al rostro del azabache y acarició con las yemas de sus dedos la suave mejilla de este.

Sonrió dulcemente, observando con cercanía cada lunar del chico que adornaban sobre su piel como estrellas en el cielo, sus labios delgados, la nariz gordita y unas largas pestañas reposando sobre las mejillas, ni hablar del cabello completamente despeinado, en verdad que era la mejor mañana de su vida.

A pesar de todo, nunca tuvo su primer beso, el padre Thomas jamás se atrevió a besarlo y quizá era lo único que le agradecía, la última cualidad intacta, esa acción la guardaría para alguna situación más cercana e íntima que el sexo y esperaba que algún día, una persona tan maravillosa como Lorenzo pueda quitarle esa primera vez que le quedaba a salvo.

-Lorenzo -lo movió suavemente para despertarlo-. Despierta Lorenzillo -murmuró.

El nombrado empezó a removerse, soltando por completo al rubio y se estiró en su sitio, alzando sus brazos con fuerza hasta hacerlos temblar al mismo tiempo que soltaba un fuerte bostezo.

-¿Me dijiste Lorenzillo? -preguntó con la voz ronca al abrir sus ojos adormilados.

Ángelo negó varias veces, tragando saliva-. No, te dije que te levantes o te doy un golpe -sonrió leve, dándole la espalda a su amigo con el objetivo de no mostrar el sonrojo en su rostro.

Y sintió los brazos de Lorenzo rodearlo por la cintura desde atrás, sus ojos se abrieron exageradamente cuando las estúpidas mariposas atacaron sus intestinos, no podía creerlo, era demasiado para tan solo ser las primeras horas del día y si antes estaba sonrojado, ahora sus mejillas ardían a más no poder, con la posición de "cucharita" logró sentir el abdomen del pelinegro pegado a su espalda y sus piernas enlazarse.

Maldito Lorenzo.

Miró las manos que reposaban en su vientre y tuvo que respirar para no gritar a los cuatro vientos de la emoción, se controló, pero aún así se negó a desaprovechar ese momento, así que colocó sus manos sobre las de Barone, suspirando con tranquilidad.

-¿Dormiste bien?

Asintió-. Más que bien -murmuró.

-Yo igual -suspiró con una sonrisa, acercándose al hombro del rubio para dejar un suave beso en ese lugar-. Vamos a desayunar -se levantó de la cama y casi corriendo se fue de la habitación.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora