Pisando el ardiente suelo de la realidad, ser una pareja homosexual en Italia no era lo más bonito que podía existir.
Probablemente caminar de la mano por las calles más transcurridas o más antiguas sería razón suficiente para que volteen a mirarlos con impresión, de cierto modo la sociedad juvenil estaba avanzada, pero no quitaba que probablemente ancianos o gente mayor les lancen miradas de desprecio y desaprobación por simplemente quererse.
Sin embargo, no dejaba pasar el hecho de que a diario personas homosexuales mueren o salen heridas por culpa de la mentalidad retrógrada de la sociedad, algunos se suicidan en internados de conversión y otros prefieren morir a ser juzgados por sus familias... Pensar en que podrían pasar por un infierno como ese le aterraba bastante, pero que sería de él si no tomaba riesgos como lo hizo hasta ahora, literalmente su vida seguiría siendo igual de miserable como siempre.
Ángelo odiaba la atención de las personas, odiaba ser juzgado, a pesar de que la mayoría en la academia eran personas de mente abierta, no faltaba siempre el grupo que se encargaba de hacerles la vida imposible.
Nunca se imaginó caminando por el pasillo de la escuela tomado de la mano de Lorenzo como en ese momento, con sus dedos entrelazados y todos mirándolos con sorpresa nada disimulada, algunos les sacaban fotos que pronto aparecería en alguna de esas redes sociales llenas de cavernícolas, otros simplemente murmuraban a su alrededor y la poca mitad restante, los ignoraban.
En ese momento su corazón latía alocadamente, creyó que volvería a tener algún ataque de pánico, pero subió su cabeza para mirar al pelinegro y darse cuenta que no estaba solo, estaba caminando con él, haciéndole saber a todos de la academia que estaban saliendo y serían la pareja más icónica que alguna vez podrían llegar ver.
Después de aquel momento en la noche en la que se terminaron de besar, quedaron en un profundo silencio, ninguno de los dos tenía ganas de hablar, simplemente se acariciaron y demostraron con el calor corporal que todo lo que sentían era mutuo.
Al día siguiente despertaron con una sonrisa en sus labios, no bastó decir nada, se saludaron con un beso apasionado que los dejó sin aire y salieron de casa juntos, sabiendo que tendrían muchas cosas que enfrentar a partir de ahora, pero juntos.
Así que dejó de importarle todas las miradas sobre él, ahí estaba el chico que era la causa de sus sonrisas, sujetando su mano con firmeza y acompañándolo en cada paso que daba como su pareja, Ángelo no podía dejar de sentirse enamorado. Alzó la cabeza y con la mirada al frente, avanzó pasando de largo, acariciando con su pulgar el dedo de su chico.
Tuvieron que separarse para tomar sus propios caminos, Lorenzo se fue a su casillero y Ángelo igual, de todos modos se encontrarían después en el aula de clase.
Con una sonrisa boba empezó a sacar sus libros, escuchando cómo alguien aclaró su garganta a su lado y supo de inmediato de quién se trataba.
-Hola rubio, ¿No tienes nada que contarme hoy?
Ángelo soltó una risa pequeña al ver a su amigo de rizos, estaba con un humor maravilloso-. Uhm... no, ¿Por qué?
-¿Segurooooo?
Mordió su labio con fuerza y suspiró, haciendo el gran esfuerzo de no soltar un grito de alegría al cielo.
-Bueno, tal vez sí -sonrió, cerrando su casillero para ahora darle toda su atención a su amigo-. Es que... es que ayer decoramos la casa de Renzo para la espera de la navidad y... cenamos juntos y después hablamos un poco... -apretó sus libros contra su pecho, sintiendo sus mejillas calentarse poco a poco hasta llegar a sus orejas-. Y... y... nos b-besamos... -murmuró en voz baja, desviando su mirada.
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FENTANILO ; kookmin
RomanceDonde Ángelo es adicto a las drogas y encontró a la persona que se convirtió en su codiciada dosis de fentanilo. "Porque el amor no corta las alas" 13.09.23 Actualización cada sábado y domingo No se permiten copias ni adaptaciones