34. Insicurezza

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Siempre le causó una inmensa curiosidad la manera en la que se comunicaba con el muchacho que le llevaba las drogas al internado, la costumbre de verse cada domingo fue tanta, que incluso ya sabían la hora exacta en la que se tenían que encontrar, nunca intercambiaron palabras, Ángelo simplemente le entregaba el dinero y recibía lo que quería, las pocas veces que le dirigió la palabra, fue para pedirle más.

Más que tres pequeñas pastillas, más que una bolsita de polvo, más que una dosis, y poco a poco fue pidiendo más, haciendo que su lista de consumo se haga completamente interminable.

Se metió tantas drogas por las narices que olvidó los nombres de cada una, pero definitivamente recordaría las que siempre consumía.

Tal vez ya se había hecho amigo de la familia del cannabis, fumaba marihuana cuando no tenía de otra, la morfina fue quien lo recibió con los brazos abiertos a ese nuevo mundo, esnifaba codeína en ocasiones especiales, intentó inyectarse heroína por un tiempo, pero no le gustó ver la cicatrices en su cuerpo, la verdad era que nunca había llegado a desear tanto una droga como al fentanilo, su mayor codicia; los opioides.

Era su vida ideal, estar siempre feliz y lograr vivir en un mundo sin tormentas, cada vez que esnifaba un poco de fentanilo, llegaba a sentirse valioso, que era importante y de cierto modo, tener la respiración pesada le hacía estar entre las nubes del éxtasis, cumpliendo sueños y objetivos inexistentes, con un proyecto de vida destinado al fracaso pero qué más daba, estaba dispuesto a consumir todo lo necesario con tal de seguir viviendo en la fantasía de su vida.

Era adicto a esas sensaciones, a esa felicidad que dejaba de existir cada vez que el efecto se iba y que quería de vuelta una y otra vez en sus días, siempre creyó que no podría llegar al punto de volverse dependiente de las drogas, en su cabeza tenía planeado dejar de hacerlo una vez su consumo sea más frecuente, pero al momento de reconocer su adicción, fue demasiado tarde.

Sencillamente se resignó a desechar su vida por un tacho de basura sin fondo, cada día sentía que se le iba un poco más de su ser, un poco más de su sentido de vivir.

Tenía miedo de que su final sea cada vez más cercano, pero al mismo tiempo le hacía falta las fuerzas para levantarse y mejorar, o al menos, hacerse cargo de sí mismo.

Era más fácil conseguir las dosis por otros medios, Martino le ayudaba en ello y pasaba de consumir solo una, a dos o tres cada tarde.

Amaba entregarse a Lorenzo a cualquier hora y lugar del día, hacer el amor con su novio era lo que le mantenía vivo y con fuerzas para estar de pie incluso con todos los problemas que se le venían, sin embargo, dejó de sentir placer, estaba tan inundado y sucio por dentro que le resultaba casi imposible no fingir gemidos o algún orgasmo cuando veía a su novio esforzarse tanto en pasar un buen momento juntos, pero era inevitable, las drogas tenían ese efecto que lo devolvía a su terrible realidad.

Era deprimente, tenía miedo de que Lorenzo se diera cuenta de todo lo que ocultaba, pasó a crear una imagen suya que no era, cada día despertaba sintiéndose de lo peor y cada día se volvía más difícil aparentar no ser de lo peor.

La semana pasó en manera lenta y como una gran tortura, perder la percepción del placer le hacía sentir más inseguro de lo que ya era, oh joder, Caprice era su nuevo dolor de cabeza, en resumen, cada tarde después de drogarse, ingresaba al perfil de la hermosa pelirroja para husmear entre sus fotos y analizar lo preciosa que era, evidenciando su porte de modelo y que no necesitaba esforzarse para verse bonita y después, lloraba desconsoladamente en su cama, abrazando su pollo de peluche que se convirtió en su compañía más segura desde que llegó a su vida.

La envidiaba, Ángelo se miraba al espejo y el miedo nacía con la idea de que Lorenzo podría dejar de sentir atracción por su físico, se había descuidado demasiado, su piel ya no era limpia y radiante como antes, las ojeras violáceas no se iban por nada del mundo, ni que decir de su cuerpo.

FENTANILO ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora