Sus ojos se abrieron con lentitud gracias a sus párpados pesados, de inmediato cayó en cuenta de que su cuerpo era apresado por unos cálidos brazos que de pronto le hicieron sentir demasiado protegido y pequeño, cosa que últimamente le gustaba más de lo normal, comportarse como todo un mimado y que su novio esté ahí para complacer su juego.
Una sonrisa nerviosa se escapó de sus labios y dejó un beso fugaz en la piel del cuello del pelinegro, después tan solo se dedicó a contemplar su rostro con calma, pensando que aquella hermosura ante sus ojos era completamente irreal.
Lorenzo como un ser único y auténtico en su totalidad, precioso, sus lunares, sus ojos cerrados con esas largas pestañas que descansaban sobre sus mejillas, su piel tan suave, sus labios delgados, rosados y secos por el sueño, Ángelo se sentía definitivamente fascinado al igual que afortunado por tener aquella vista exclusiva.
Lo movió con cuidado para despertarlo y darle unos hermosos buenos días, sobre todo porque ansiaba conversar y planear lo que harían en todo el día, no asistirían a la academia por obvias razones, sólo deseaba pasar el día entero con su chico, simplemente recordaría la noche anterior como la más feliz de su vida.
Jamás podría olvidar todas las sensaciones preciosas que sintió gracias a Lorenzo, era la razón por la que sus días brillaban mucho más y sabía que a pesar de todo, podría ser feliz solo si estaba acompañado de él.
La puerta se abrió, no tuvo tiempo ni siquiera para hacerse el dormido porque sus ojos se conectaron con los de la señora Marzia casi de manera instantánea y la vergüenza empezó a crecer en el cuerpo de Ángelo como electricidad helada, ambos semidesnudos con evidencia de las sábanas que sólo cubrían la mitad de sus cuerpos, la caja de condones abierta sobre la mesita de noche los delataba por completo.
Sonrió nervioso-. Ya estábamos por levantarnos... -pellizco el brazo de Lorenzo por debajo, escuchando su quejido al empezar a despertar.
-Bien... solo pasaba a preguntarles si iban a desayunar... supongo que sí, deben estar cansados.
El pelinegro se separó con cuidado de Ángelo y se estiró-. ¿Por qué me pellizcas?
-¿Yo? Te soñaste, mejor vamos a desayunar -suspiró suavemente-. En un momento vamos señora Marzia...
-Estoy seguro que me pellizcaste, hasta ahora me duele.
-¡Renzo! Tu mamá ya sabe que hicimos el amor ayer, que vergüenza, no sé cómo la voy a ver a la cara ahora, no puede ser, y esa caja de condones, ¿Por qué la tenías? encima pensó que estábamos desnudos... que haré ahora -dijo con preocupación una vez quedaron solos en la habitación.
El mencionado empezó a soltar pequeñas risas, negando suavemente a la vez que se acercaba a dejar un beso en la boca de Ángelo, disfrutando de aquellos belfos con un besito mañanero.
-Calma, ella ya sabía, fue ella la que me dio los condones hace una semana... -suspiró-. Ya sabes, es ginecóloga y no dejó pasar la charla de sexualidad cuando supo que nos convertimos en novios.
Ángelo dejó escapar un suspiro de resignación, no era tan malo después de todo, la señora Marzia no era de las personas que se escandalizaban por cosas como esas, realmente en esos momentos en lo único que podía concentrarse era en Lorenzo llenando de besos todo su rostro, también le lamió la mejilla en muestra de cariño y dejó mordidas en sus labios a pesar de que no se estaban besando, Ángelo sonrió aliviado, dejándose maltratar por su chico pues era algo que disfrutaba cada vez que se encontraba a su lado.
-¿Te duele algo? -preguntó con voz calmada.
Asintió-. Me pegaste muy fuerte anoche, me duele el trasero -sonrió, acariciando los brazos del pelinegro-. A la próxima usa tu cinturón de cuero.
ESTÁS LEYENDO
FENTANILO ; kookmin
Любовные романыDonde Ángelo es adicto a las drogas y encontró a la persona que se convirtió en su codiciada dosis de fentanilo. "Porque el amor no corta las alas" 13.09.23 Actualización cada sábado y domingo No se permiten copias ni adaptaciones