Tener un pavo o carne de res en la mesa se convirtió en un lujo popular para algunos habitantes de Italia, Ángelo era un niño consciente de ello, las riquezas en su hogar estaban fuera de lo común y un poco caro para aquellas fechas, claro, solamente dentro de las posibilidades para familias millonarias que consumían ello en su día a día.
Era la primera vez que Ángelo veía un enorme pavo en la cena navideña, es decir, no es que no le gustaba la idea, pero prefería la comida tradicional de su país, tenía solo siete años y su inocencia estaba haciendo que se sienta perdido en su propia casa tornándose superficial.
-Esta es la primera de las muchas navidades que pasamos llenos de lujos y una cena digna de la familia Cavalli, todo gracias a ti, hijo.
Ángelo miró a Almiro con una sonrisa, tomó su mano por debajo de la mesa y enlazó sus dedos.
Fue un año lleno de fama y producción.
-Pero me gusta más la comida que tú hacías, mamá -murmuró el rubio sin pizca de maldad, solo era sincero.
Suspiró-. Ángelo, sé agradecido con tu hermano, tú también deberías de hacer algo por la familia.
Rio suavemente-. ¡Pero aún soy pequeño, mamá! Los niños no trabajan -dijo agarrando su tenedor de metal para empezar a comer de su plato, pero no pudo evitar arrugar su nariz por la textura seca y dura de la carne de pavo-. ¡Es lo más feo que he probado!
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-¡Es lo más delicioso que he probado! -chilló con emoción-. De verdad necesito que Lorenzo cocine igual de bien que usted cuando nos casemos, porque no soporto más la comida que dan en la academia.
La Navidad llegó, y como era de esperarse, Ángelo pasó aquel día celebrando con su novio y su suegra, quiénes se convirtieron en su verdadera familia.
Estaban sentados en el comedor, con la mesa cubierta con un un mantel verde y adornos navideños en cada esquina, claro, más los pocillos de comida, contaban con un buffet delicioso que dio partida con el abbacchio con patatas y cappelletti en caldo, seguido por fideos, pedazos de pollo agridulce y el deliciosos tiramisú que le hizo salivar de hambre como perrito que no comió semanas, si, se veía como tal.
Se dio cuenta que estaba en el lugar correcto, cuando a pesar del maravilloso sueldo de la señora Barone, su sencillez y belleza iban por delante, ella siempre prepararía comida tradicional que representaba perfectamente el espíritu navideño y no compraría un pavo congelado de algún mercado para aparentar algo que no eran, siempre iba por delante la humildad con la que la habían educado y aunque quizá sonaba muy pesado de su parte, resaltaba bastante aquellas cualidades de los Barone dignas de ser apreciadas incluso más que de los Cavalli.
Era una de las razones por las cuáles amaba pasar tiempo con su novio, en él podía ver la parte maravillosa de la humanidad, realmente Lorenzo era su mayor esperanza y jamás se agotaría de decirlo.
-Entonces mamá, tendrás que darme clases de cocina porque no dejaré que mi novio siga comiendo lo de la academia -sonrió, acariciando el muslo de Ángelo por debajo de la mesa.
-Ay hijo, hace unos meses me decías que nunca te casarías y ahora andas babeando.
-Pero ahora cambié de opinión, Ángelo se vería precioso de traje blanco.
-Prefiero ponerme un vestido estilo sirena con un velo enorme y tacones abiertos, quedaría bien con mi cabello -sonrió, tratando de bromear un poquito con el tema-. Con un ramo de flores púrpuras, y tú también de traje blanco.
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FENTANILO ; kookmin
RomanceDonde Ángelo es adicto a las drogas y encontró a la persona que se convirtió en su codiciada dosis de fentanilo. "Porque el amor no corta las alas" 13.09.23 Actualización cada sábado y domingo No se permiten copias ni adaptaciones