Liberación.

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POV'S LILITH.

No sabía cuantos días llevaba encerrada, pero en definitiva sentía que ya había olvidado como era el mundo exterior.

La esperanza era lo único que lograba mantenerme viva, pues confiaba en que mi familia haría lo que fuera por mí.

Con el pasar del tiempo había cedido a comer ciertas cosas, principalmente por qué mi mente y cuerpo me lo exigían cada vez más.

-Hola princesita –Entró la mano derecha de Tatiana y cerró la puerta detrás de él –Tengo un regalo para ti –Me extendió una caja negra y la abrió mostrándome un juego de joyas de zafiro -¿Son hermosas no lo crees?

-No lo quiero, gracias.

Sacó un arma y me apunto.

-A diferencia de Tatiana, yo carezco de paciencia, así que harás lo que te diga, ¿Entendiste? –Al medir mis posibilidades, lo mejor era obedecer por lo que asentí lentamente –Así me gusta preciosa, ahora póntelos –Tomé la caja y con cuidado me coloqué los aretes y el collar –Perfecto –Guardó nuevamente su arma y esta vez sacó una cámara –Ya que tu familia sigue sin dar señal alguna, hemos decidido que seguramente querrán acercarse si es que te ven bien, les enviaremos algunas fotos; saca la silla, ponla en medio y siéntate –A regaña dientes acaté su orden y pronto estuve sentada en medio de aquella habitación oscura y fría.

Él comenzó a sacar fotos y cada que salía una la guardaba de inmediato, quizá era porque ni siquiera dejaban que viera mi propio reflejo.

-¿Ya me los puedo quitar? –Pregunté una vez que él se detuvo e inspeccionaba las fotos.

-Déjame ayudarte –Respondió y su figura de casi dos metros se cernió sobre mí, sus manos recorrieron mis hombros y acariciaron mi cuello generándome una sensación de asco, acercó su rostro y sentí como me olfateaba.

-Quita tus asquerosas manos de mí –Mascullé y se alejó abruptamente.

-Te voy a contar un pequeño secreto, Tatiana dio la orden de que ninguno de nosotros podía tocarte, pero qué crees, ella no está ahora –Su sonrisa me lo dijo todo y en ese momento lo único que quería era irme de ahí.

Me levanté de la silla rápidamente haciendo que se cayera y que mi vista se nublara por la falta de alimentación.

-Vete –Demandé con la poca seguridad que me quedaba.

Él soltó una carcajada y caminó hacia mí.

Retrocedí lo más que pude, pero mi cuerpo chocó con el maldito escritorio.

-Vas a ser mía.

-Nunca.

Se abalanzó sobre mí y su mano se enroló en mi cuello.

-Escúchame bien maldita zorra, de ahora en adelante serás mi puta personal y vendré a follarte las veces que yo quiera cuanto yo quiera –Masculló cerca de mi rostro para luego lamer mi mejilla.

Las lágrimas y el miedo no tardaron en aparecer.

Sin muchas complicaciones, me dio la vuelta y estrelló mi rostro contra la madera.

Con una mano sostenía mi cuerpo, mientras que con la otra escuché que comenzaba a desabrochar su pantalón.

-No, por favor –Supliqué cuando empezó a subir la bata que me habían obligado a usar.

Estaba en shock y justo cuando mi mente recordó aquella palabra, un fuerte ruido afuera hizo que él se detuviera justo a tiempo.

La puerta fue abierta y tres enmascarados entraron con las armas en alto.

La Quinta Shelby: Secretos y MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora