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<<<Laia Lanzaginnik>>>

Matías: ¿Estás segura, hija?—dijo mi papá ni bien estacionó el auto. Me miró fijamente por unos segundos.

Yo: sí, pa. Estoy muy segura, vos tranqui...

Matías: No sé, mi amor. No confío en él, ¿Qué me asegura que no te  va a lastimar de nuevo?.

Yo: papá, fué un accidente...

Matías: no, no fué un accidente, yo lo ví.

Yo:¡Papá, pasó hace dieciocho años!.

Matías:¿Y?.

Yo: que no fué nada. Encima ahora me lo vendió al carrito de bebé. ¿Vos viste lo que es ese carrito?

Matías: es una máquina—dijo con una sonrisa—Pero eso no importa, nunca me cayó bien.

Yo: papá, tiene ochenta y tres años.

Matías:¿Y?. Te pegó un codazo en la cabeza cuando tenías cuatro.

Yo:¡Fué un accidente!.—me crucé de brazos—¿Me vas a acompañar a buscar ese carrito si o no?—mi papá suspiró, y terminó asintiendo con la cabeza.

Matías: Dios, lo que hago por mis hijos—bajó del auto y yo bajé detrás de él. Toqué la puerta de la casa, y de ella salió un señor de la tercera edad, con un bastón para sostenerse y una sonrisa gigante plasmada en su cara.

—¿Ustedes vienen por el carrito de bebé?—preguntó re simpático y nos abrió la puerta para que podamos pasar. Entramos después de decir un "Permiso".

Yo: sí, Don. Yo había hablado con su nieta Ayelén por lo del carrito.

—¡Ah!. Sí, sí. Me dijo que ibas a venir. Por acá—nos guío hasta una parte de la casa, dónde estaba el carrito doble ya guardado en una caja.

Matías: buenísimo. Muchas gracias, Don—mi viejo agarró la caja y con mucho esfuerzo salió de la casa. Sabía que se hacía el que podía con la caja, pero se veía de acá a la China que estaba haciendo una fuerza sobrenatural para poder caminar sin dejar la caja en el piso.

Yo: Muchas gracias, Don. Cuidese—lo saludé al viejito, quién seguía sonriendo como si nada. Me hacía acordar a mi abuelito Pedro, que estaba en el Sur.

—No es nada, querida. Yo después le aviso a Ayelén que ya vinieron a buscar el cochecito—asentí con la cabeza, y me subí al auto.—Dios los bendiga, mijos—nos saludó con la mano, mientras mi papá ya estaba agarrando camino.

Yo: es re simpático el viejito. No puedo creer que te cae mal porque en la feria de los artesanos me pegó un codazo sin querer.

Matías: ¡No fué sin querer!. ¡Yo lo ví!—me señaló con el dedo—no fué sin querer—dijo re serio, haciendo que me ría—No te rías, pendeja. Te digo en serio.

Yo: bueno, pa, si vos decís—me reí.

Matías: ¡Uh, loco!. No se puede hablar en serio con vos—se quejó, negando con la cabeza—Bueno, cambiando de tema. ¿Estás segura que te van a dejar entrar al predio?.

Yo: Julián me dijo que me presente en la entrada y que diga mi nombre y apellido—levanté los hombros—no estoy muy segura de ir de igual forma.

Matías: sé que va a estar el salchipapa de Enzo, pero van a estar Gonza, Nico, Juli, Franco... No sé hijita, pensalo.

Yo: Bueno, Franco sinceramente me da igual... Lo veo casi todos los días, creo que hasta Valentino está cansado de verme siempre—me reí— pero creo que estaría bien despistarme un poco, que los chicos conozcan la panza antes de que nazcan—reí.

Laia;Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora