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<<<Laia Lanzaginnik>>>

Háganme acordar que NUNCA más en estos meses viaje sola con mis bebés. NUNCA.

A ver, no es que se portaron mal, porque apenas y tienen dos meses de vida, es porque es un INFIERNO viajar con dos bebés, sola. Estoy sola, en el Taxi, yendo a la casa de Enzo. Porque, sí, voy a pasar navidad, año nuevo y probablemente me quede hasta mitad del año que viene... Probablemente.

Como ya dije antes, no quiero que mis hijos crezcan teniendo lejos a su papá, quiero que lo tengan cerca, por eso... Tomé la decisión junto con Enzo de volver a vivir juntos por nuestros bebés.

Sinceramente, aún no puedo perdonarlo. Lo amo, realmente lo amo, pienso todo el puto día en él, sin poder evitarlo, y ver a mis mellizos me hace acordar a él. Pero, realmente me lastimó, me lastimó como nadie se imagina. Sentí como si mi mundo se viniera abajo, como si no tuviera ningún sostén en mi vida. Lo único que me hizo darme cuenta que no valía la pena sufrir los cuernos en ese momento, fué el bien estar de mis bebés, que aún estaban en mi útero para ese momento.

Realmente, no sé si podré perdonarlo. La escena se repete en mi cabeza una y otra vez, como si fuera una maldita y jodida secuencia sin fin.

—Lady, we're here—dejé de estar sumida en mis pensamientos y miré por la ventana, divisando la casa de Enzo.

Yo: Thanks, mister—bajé del vehículo con mis bebés y los puse con cuidado en el carrito que el taxista me ayudó a bajar y armar. Le pagué al señor y agarré mis cosas, entrando a la casa de Enzo. Enzo no tenía ni idea de que yo iba a venir para estas fechas, quería que sea... Una sorpresa, pero claramente algo tenía que salir mal.

Alma hizo un ruidito, amagando a llorar. Lo que llamó la atención de su papá, que estaba de espaldas a nosotros, en el living mirando la tele.

Enzo:¿Qué hacen acá?—sonrió, parándose y viniendo a recibirnos. Dejó un beso en mi frente, y luego miró el carrito—Hola, bebés de papi—su sonrisa nunca se desvaneció, en cambio, se hizo aún más grande. Tomó en brazos a Alma, que ya estaba despierta y le llenó la carita de besos.

Yo:¡Sopresa!... Supongo—me reí.

Enzo: pensé que iban a pasar las fiestas en lo de tu viejo

Yo: bueno, hubo un cambio de planes

Enzo: Nico no tuvo nada que ver está vez... ¿No?—me reí, negando con la cabeza

Yo: No, esta vez no—miré hacia el living, dónde estaba el sillón blanco, ese mismo sillón blanco de Argentina. Inmediatamente, mi sonrisa se desvaneció. Ese sillón de mierda me trajo rápidamente recuerdos que quise opacar con otra cosa, pero simplemente no pude. Mis ojos se llenaron de lágrimas, miré hacia otro lado, para que Enzo no me viera así.

Enzo: ¿Los nenes se portaron bien?—asentí con la cabeza.

Yo: si... Siempre se portan bien—¡Mentirosa!. Los culia'os se ponen de acuerdo y se ponen a llorar en plena madrugada, llevo varios días sin dormir bien, pero lo vale.

Enzo: agarrá a Gio, vamos a llevarlos a su pieza—rapidamente lo miré con una mueca de confusión en mi rostro— les tengo preparada una habitación , desde que ellos nacieron. Olí me ayudó a elegir las cosas—me sonrió, acomodando a Alma contra su pecho y comenzando a subir las escaleras. Yo agarré con cuidado a Giovanni, e imité su acción, siguiéndolo hasta la habitación de mis bebés, que estaba justa al lado de la de Oli.

Yo:Fua...—suspiré mirando todo. La habitación estaba dividida en dos mitades, las paredes estaban pintadas de blanco y rojo. En el lado blanco, había un cartel sobre la cuna que decía "Giovanni " y en el lado rojo, un cartel que decía "Alma". Acosté con cuidado a Giovanni en su cunita, dato no menor decir que tenía las sábanas de River. Me había olvidado lo que es la casa de Enzo. En el baño todavía debe de tener la cortina de la ducha, que estaba toda llena de escudos del club.

Laia;Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora