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<<<Narrador Omnisciente>>>

De vuelta, en la misma casa, en el mismo lugar, en el mismo país que quedaba al otro lado del océano, lejos de su familia, de sus amigos, lejos de todo lo bueno que ella creía que tenía. En Inglaterra ella tenía pensado visitar a Julián, pero sucedió un imprevisto y no llegó para el día de su cumpleaños, y ahora se sentía culpable por algo que no estaba al alcance de sus manos.
Enzo había hecho todo lo posible para que Laia dejara de pensar en ello.
  ¿Les explico?. Laia había sacado su licencia de conducir en Inglaterra, pura y exclusivamente para viajar hasta Manchester y visitar a Julián. Iba a viajar ella sola con Giovanni y Alma. En un principio, Valentina se había ofrecido a acompañarla con Olivia y Benjamín, pero ella ya tenía su viaje a Argentina, así que tendría que hacerlo sola. Si Valen podía, ¿Por qué ella no?. Simplemente, el auto se rompió, específicamente, la bomba de agua del auto. Ahora ella se maldecia internamente por no haber prestado atención en el taller de mecánica en el que trabaja su hermano, quizás y así ella lo hubiera arreglado por su cuenta y salir antes de lo previsto.

Enzo: ¿Ves esto que está acá?—la mujer asintió ligeramente con la cabeza, sin prestarle atención— es la caca de Barney el dinosaurio que dibujó Olivia—Laia volvió a asentir con la cabeza—¡Amor, no me estás prestando atención!.

Laia: ¿Qué?—lo miró confundida. El hecho de que la haya llamado "Amor" hizo que despertara del pequeño trance al que había entrado por estar pensando tanto. Enzo sonrió al percatarse de ello, pero prefirió no decir nada.

Enzo: que no me estás prestando atención. En un ratito voy a retirar el auto, te lo traigo y subís tus cosas así te vas con los bebés—le acarició tiernamente la mejilla.

Laia: pero, se va a hacer de noche, y no quiero salir tarde con los nenes—lo miró haciendo un puchero con sus labios.

Enzo: ya sé, pero es ahora o nunca. Te ayudo a dormirlos y los subimos a las butacas, yo creo que unas dos horas van a durar dormidos. Procurá no parar tanto. Aparte, seguro llegas más rápido, por el tema en que ya va a ser tarde, y acá a nadie le gusta manejar de noche, podés ir rápido, así que tranqui.

Laia: pero yo no quiero ir rápido rápido. Tengo miedo de que algo pase y nos hagamos mierda los tres.

Enzo: ay, Laia. No todo tiene que ser catastrófico. Va a salir todo bien, vas a ver—le dió un beso en la frente— me voy a cambiar así busco el auto.

Laia: está bien—asintió despacio con la cabeza, observando como Enzo se alejaba de ella y subía las escaleras.

  Laia optó por sentarse en el living, tomando a Alma en sus brazos, revisando si se había hecho encima, al notar que estaba limpia, hizo lo mismo con Giovanni, los dos estaban limpios, pero aún debería de fijarse antes de dormirlos.
  Enzo bajó las escaleras, con el celular de Laia en su mano, y dado a la expresión que traía en su rostro, era obvio que no era algo muy bueno.

Enzo: ¿Me podés decir por qué te escribís con Exequiel?—preguntó, con un semblante serio y con cara de pocos amigos, mientras le mostraba a Laia que él tenía su teléfono.

Laia: ¿Qué Exequiel?—ladeó la cabeza a la vez que preguntaba.

Enzo: Zeballos—le dió el celular a Lanzaginnik, quién al instante lo tomó y vió la notificación del mensaje.


Exequiel Z.
Qué onda Laaaa, todo bien?.

Che, quería avisarte que mañana vamos a hacer alguito acá en casa para darle una especie de bienvenida a Bianca.

Noe me dijo que te invite, porque fuiste importante para ella, para prepararse con el tema del embarazo.

Queremos que estés presente en este momento tan importante para nosotros, y para que de paso veamos a los mellis y vos puedas conocer a mi bebita!.

Laia; Mira, yo te explico—dijo, tranquila, ya que no tenía nada para ocultar— cuando fuimos con los chicos a comprar regalos del día del niño, me encontré a Exequiel en el shopping, él estaba comprando cosas para su bebé. Me invitó a merendar con él y Noelia, yo llevé a mi hermana Mía, y ahí conocí a Noe y me cayó re bien—levantó los hombros.

Enzo: Laia, ¿Vos me estás diciendo esto en serio?—ella asintió con la cabeza—¡Él te quiso pegar!.

Laia: ¡Pero no pasó!. Estabas vos.

Enzo: ¿Y si yo no estaba, eh?, ¿En dónde estarías ahora?. ¿muerta?. ¿Todavía siendo agredida?. ¿estarías en un juicio?. ¿O pidiendo una orden de alejamiento?—se cruzó de brazos—Lai, te quiso lastimar.

Laia: tampoco es que yo fui ninguna santa con él. Enzo, jugué con sus sentimientos, estuve con él para olvidarte a vos—se levantó lentamente del sillón—Todavía me siento mal por eso, él se siente mal por casi haberme pegado. Maduró, es alguien diferente, y lo podés ver con Noe—dijo, tratando de hacer contacto visual. Enzo desvió su mirada, apretando ligeramente la mandíbula.

Enzo:¿Sabés qué?. Hace lo que quieras. Siempre volvés a dónde más te lastimaron, con el mismo pelotudo—se dió la vuelta, encarando a la puerta de la casa para ya irse a buscar el auto al taller.

Laia: No, porque de ser así ya me hubiera casado con vos —respondió de manera seria, con un toque seco.

Enzo: No. No es lo mismo lo que te hizo Exequiel a lo que yo hice. Lo mío fué un error, algo insignificante sin importancia que nunca debió pasar—se dió la vuelta para encararla.

Laia: si, tenés razón, no es lo mismo. Porque Exequiel no llegó a lastimarme, pero vos si lo hiciste. Quizás no fué físicamente, pero sentimentalmente estoy muerta—el tono de frialdad estrujó el corazón de Enzo, dañandolo.

Enzo:¿Y qué haces acá entonces?.

Laia: Yo no vine ni por vos, ni por mi. Vine por los bebés, porque yo no quiero que ellos crezcan lejos de vos, quiero que tengan la oportunidad de tener a su papá presente en sus vidas. No quiero que te tengan como un extraño o un simple conocido que ven una o dos veces en el año, con suerte—Fernandez negó con la cabeza y volvió a darse la vuelta.

Enzo:¿Cuándo vas a entender que lo mío no fué intencional?.

Laia:¿Y cuándo vas a entender que no te puedo perdonar?. Enzo. Tengo el corazón roto. Si vos supieras como me siento...—suspiró— dejá, anda tranquilo—se cruzó de brazos y se dió la vuelta. El jugador del Chelsea no dijo nada y salió de la casa, dando un fuerte portazo que despertó inmediatamente a Alma, quién al contrario de su hermano mellizo, tenía el sueño muy ligero.

Laia suspiró profundamente, tomando en brazos a su hija y calmandola con tranquilidad y ternura, intentando que su bebé dejase de llorar.

Laia: ya está, bebé. Papá es un pelotudo, pero solo lo es conmigo. Te prometo que papi no va a ser así con vos, ni con tu hermano—susurró, dejando un beso en la pequeña frente de la niña.























Laia;Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora