Capítulo 11

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La espesa neblina cubría todo hasta los límites conocidos y por haber, las aves no silbaban y los pequeños animalitos no parecían tener el interés o la necesidad de salir. El silencio se apoderaba del amiente conforme las oscuras nubes avanzaban.

En el campamento apenas y se podían alcanzar a distinguir las cabañas una de otra, el viento suave y frio fluían con pesadez, la mañana se sentía apagada; como si arrastra consigo malos recuerdos y agotamientos del alma que harían sentir a cualquier persona triste o desolada.

Dentro del Gran comedor las cosas habían cambiado tanto como el clima; al entrar un aroma que nunca llegaron a imaginar inundaba toda la cocina hasta la puerta, el café recién hecho, un aroma a pan y guisos que ¡sin duda no extrañarían! los "festines" de los días anteriores.

La mesa de los aperitivos por fin hacía honor a su propósito; tantas golosinas que podían hacer babear a los fanáticos de los dulces o golosinas saladas como los cacahuates. Como si fuera un milagro, el piso y las mesas relucían la madera, sin poder creer lo que sus ojerosos y cansados ojos veían, solo se limitaron a formarse como siempre pero esta vez con una esperanza que les abría el apetito.

-¿Qué creen que paso aquí? Estaremos soñando acaso. –especulo Amy frotándose los ojos sin poder creer lo que veía.

-A lo mejor estarán preparando una broma de mal gusto o estarán esperando a alguien importante. –comento Colín

-Sea lo que sea, no le pondré peros a la comida, parece que esta vez el Sr. Jensen si se lució.

-¡Es verdad! -añadió Nick-. ¡El pan huele delicioso! De pasar a quemado a uno...

-¡Menos charla y mas acción! –Interrumpió Royer que empujaba a todos para estar en primer lugar-. Me muero de hambre.

El exquisito aroma que resaltaba las consistencias saladas, dulces y hasta grasosas que combinaban a la perfección con la carne que introducían en las empanadas que tanto le dedicaban en el horno. A diferencia de otros días notaron como algunos pasantes portaban una ropa similar al de un cocinero, cuando sacaban las charolas del pan y las empanadas; ese vapor se adentraba por las narices de todos los que entraban al comedor, -El hambre que desataba rugía por una probadita.

-¡Esta vez sí se lucieron! –comento Grett, impresionada por el cambio tan radical de un día para otro.

-¡No puedo creer que esto sea verdad, si sabe a cómo huele no dudare en romper mi dieta! –dijo Hanna relamiéndose por el antojo.

A punto de recibir sus raciones Amy y Royer que se peleaban como dos comadrejas, esperaban tan ansioso por el desayuno ya que ayer apenas y cenaron por el cansancio,

-¡Por el amor al chocolate! Nunca creí decir esto pero, Sr. Jensen ¡gracias por tu esfuerzo! Lamentamos haber dicho todas esas cosas de usted.

-¡Ha! Apuesto a que se le acabaron las ideas de torturarnos en las comidas. Es una pena me habría gustado seguir con sus retos de supervivencia.

-¡Cállate Royer! ¡No le hagan caso chicos! El suele ser un poco guasón casi siempre. – Indago Colín-. ¿Sr. Jensen?... ¿No lo ven ustedes?

Una sorpresa y suerte de todos, aquel festín no provenía de su enigmático cocinero de mal aspecto; en su lugar apareció otro chef –uno que si parecía ejercer de profesión-. Un hombre mayor de mas de 38 años, a pesar de usar el gorro característico de un cocinero este parecía estar calvo, su bigote hacia juego con esas mejillas rosadas y regordetas, su rostro no parecía ser como el de un ex convicto o un maniaco; este transmitía una alegre sonrisa que fácil podría hacer reír a cualquiera con solo verlo.

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