Capítulo 29 Cueva, sangre y gritos

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En esa misma noche la luna menguante ilumina el cielo con la poca luz que brinda al bosque. Ningún animal salía de sus escondites, pues todos temblaban por el frío y el peligro que acecha en esa misma estación. Sin hacer ruido alguno ni siquiera los grillos y demás ruidosos insectos hacían presencia en la noche.

Preparando sus armas, cuchillos, trajes blindados y equipo táctico para entrar en la profunda y fría oscuridad del bosque. Los mercenarios estaban preparando una bien y abastecida barricada; rodeando por completo el exterior de la cueva -la misma donde días atrás Lil y Tom apenas y pudieron escapar.
A unos cuantos metros, apartados de la trinchera; un camión que en su interior tenía una especie de base rodante. Pantallas que transmiten lo que graban los cascos del equipo que está a punto de adentrarse en la aterradora cueva.
Carlos: el jefe de todo el ejército de mercenarios, ladrones y asesinos, permanecía adentro del camión; preparando los movimientos estratégicos para su equipo. Un poco más de 20 soldados -armados hasta los dientes- equipados con binoculares de visión térmica y nocturna, estaban seguros de que su misión sería un éxito.

-Todo listo señor. -informo un soldado por la radio.

-Perfecto. Envíen a los perros con sus portadores al frente, no queremos sorpresas de tomarnos con un oso.

-Señor... No creo que sea buena idea que trabajen en la luna menguante... Ayer fue luna llena y no creo que al Sr. Jensen le guste esto. -indago Oliver, temiendo romper las reglas de sus jefes.

-¡Cállate gordinflon! Además, todavía no veo que traigas mi cena, así que lárgate y prepárame un licuado de chocolate. Trabajar me da hambre.
Perros pastor alemán; lo mejor para ejecutar misiones de combate y exploraciones en lugares desconocidos como la estrecha entrada de la cueva. Equipados con trajes anti balas y entrenados para acatar órdenes de sus amos, la aventura de adentrarse con un pequeño ejército sería lo mejor.

-Tobias, adelanta te primero con los perros. -ordeno el teniente del equipo.

-Si señor.

Con pasos firmes y guiado por los canes, la oscuridad la combatían con sus linternas implantadas en sus chalecos. Acompañado en su retaguardia una mujer con rostro ira y un andar firme como los demás.
Lo primero que encontraron fué el resto de huesos de animales, seguido por manchas frescas de sangre que asu vez los restos de un reno estaban esparcidos por la tierra. No obstante, ninguno se vió impresionado o afectado por encontrar una escena espeluznante. Siguieron y siguieron adentrándose en la cueva, la señal de sus radios comenzaba a distorsionarse y el frío y la humedad se hacían fuertes seguido por un peste a carne podrida y excrementos.
Los perros olfatearon los restos y siguieron el rastro y de repente... ¡Los gritos de un animal agonizante atronaron por el oscuro túnel! Los perros de inmediato comenzaron a ladrar y jalonearse hasta que uno de ellos se soltó para salir corriendo, adentrándose siegame te en la oscuridad.

-¡Scooby regresa!- grito el dueño con desesperación.

-Debemos de ir por ese estúpido perro o nos va a meter en serios problemas. -sugirió con fastidio la mujer.

Acelerando el paso por el túnel oscuro y estrecho, llegaron hasta una habitación con múltiples estalactitas rocosas. Pero no encontraban rastro del paradero del pobre canino. Solo se veía una gran mancha de sangre caliente sobre la tierra arenosa. Siguieron el rastro hasta dar con la cabeza mutilada de un reno... aquella vista está vez si los alarmó.

-¡Maldición Scooby! ¿Dónde estás?

-Cállate -regaño entre dientes, tap la boca del hombre-. Creo que no estamos solos aquí.

Unas risas; chillonas, agudas y tétricas para el espíritu, se escuchaban de una entrada más a fondo de la habitación. Un fuerte grito de agonía se escuchó en las profundidades -ese grito era del perro.-

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