Capítulo 56 El hombre castor

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La bestia estaba suelta. Con su gran peso y fuerza traspasaba las paredes de concreto y destrozaba todo lo que tuviera en frente.

Los dos jóvenes corrían y corrían lo más rápido que sus temblorosas piernas le permitían. Esos pasillos y habitaciones que tenían que dejar atrás se sentían infinitos.

Cuando lograron salir de ese lugar, se dirigieron al muelle para tomar un bote -justo cuando salieron, notaron que ya casi no había ningún soldado. Un mar de sangre, fuego y cadáveres de esa gente yacían en todas partes destrozados y algunos sin cabeza-. El bote era manual; por lo que tendrían que remar con todas sus fuerzas y para Jake tener su brazo lastimado y todavía su mano adolorida cuando fue atacado por el caminante, el pobre jovencito sentía que se desmayaba de dolor pero ni aunque estuviera sufriendo, él no sé rendía.
Y justo cuando estaban a punto de llegar a la otra orilla, escucharon un ruido tan estremecedor que no pudieron evitar voltear ver hacía atrás ,y a pesar de que era de madrugada alcanzaron a ver cómo una enorme silueta saltaba al agua y comenzaba a nadar con tal rapidez, que pronto los estaba alcanzando.

-¡Maldición! ¡Rema Jake, rema!

Ellie lo guío al vehículo que robaron horas antes para llegar y ahora lo tomarían para escapar de el hombre castor. ¡Encendieron el auto y posaron a fondo para dejar a esa bestia que no se detenía! La ambición y el hambre por la sangre lo volvieron más agresivo y rabioso. No se detenía por nada ni por nadie, la única esperanza era seguir pisando y no perder de vista el esté.

Jake dejó que a su amiga conducir mientras él tomó un arma e intentaba apuntar hacia atrás, con la esperanza de que si veía a la criatura no dudaría en disparar. Y por unos minutos estuvieron tranquilos... pero pronto la bestia salió de entre los espesos bosques y golpeo con tanta fuerza el auto que lo volcó por completo.

El auto blindado parecía de mantequilla comparado a la fuerza sobrenatural y los afilados dientes y garras de la criatura. Se fueron en picada a una pequeña barranca inclinada. El vehículo caía con fuerza y rapidez, atravesando arbustos, matorales, pequeños árboles que gracias a la naturaleza disminuyó la caída. Los jóvenes estaban con ciertos cortes en las mejillas y brazos, tambaleantes por la caída se ayudaron entre si para salir de el auto y correr al norte.

La bestia se aventó desde las alturas como si no sintiera dolor o si le importa se romperse un hueso. Olfateaba y saboreaba la sangre que quedó en los asientos. Esa criatura del averno saboreaba con gusto su manjar y después se irguió por completo -casi cinco metros de altura, más grande de el caminante y que el pie grande-, divisaba por dónde se habían secado sus presas, logrando ver qué se dirigían al norte. La bestia soltó un estruendoso rugido que ahuyentaba a los poco pájaros aterrados a esa aberración.

Mientras tanto en el hotel, Jensen había tomado el helicóptero para escapar junto con la esposa de Carlos para ir a una zona segura. Desde las alturas vieron como la criatura salió de las profundidades y comenzó a destrozar a todo ser humano que estaba armado. Esa criatura no reconocía bandos y mucho menos la compasión.

Tom volvió a revisar los pisos de arriba para ver si su amado lobito azul no estuviera buscándolo. Desesperado y angustiado por ver qué todavía quedaban soldados en los pasillos, Tom no tuvo piedad alguna para enfrentarlos. Ahora serían testigos de quién es él en verdad y lo lamentarian para siempre.

Llegó a una habitación del cuarto piso y ahí pudo ver qué tenían a Gabby amarrada a una mesa de quirófano. Revisó primero de que no hubiera nadie y después se acercó para ver que la chica todavía presentaba signos de desequilibrio mental. De uno de sus bolsillos sacó un tranquilizante inyectable para lograr calmarla y que pudiese volver a ser la misma dulce y graciosa jovencita que conocía.

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