Capítulo 35 Una taza de chocolate

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La lluvia fuerte, los vientos en distintas ráfagas llevaban consigo distintas cosas; ramas, hojas y alguna que otra prenda de algún olvidadizo. La tarde se oscureció tan pronto como los truenos y rayos atraviesan las nubes. En el mismo campamento yacían resguardando se de el frío y el agua, aprovechando su estancia y la tranquilidad que llega con el sonoro de las gotas al caer sobre los techos, algunos disfrutaban de esa tarde para dormir mientras otros se disponían a enfrentar a los pasantes que causan destrucción en el bosque.

Ahí estaba Ginny, cortando los frenos de las máquinas y destruyendo los motores de las motosierras, con cada una de esas máquinas destruidas; un árbol y hogar de muchos animales estaría a salvo, y por tanto su experiencia en defender a otros la hacían candidata para cumplir su deber. A punto de saquear las baterías de máquinas escaladoras, apeteció Royer en su ayuda.

-Hola hola. -dijo en tono bajo y con esa sonrisa que lo caracteriza.

-¿Royer? ¿qué haces aquí? deberías de estar con los demás.

-Nah como crees, no me perdería la oportunidad de ayudarte a darles una golpiza a estos hijos de...

-Bien. Tú ganas, pero no quiero que te pongas a hacer alguna locura que nos delate.

-Prometido.

El joven pelirrojo llevaba consigo distintos tipos de cuchillos que había robado días antes al cheff. Con paciencia y diversión dibujada en sus rostros, ambos disfrutaban estropear a los enemigos de la vegetación. A punto de regresar al campamento un enorme tronco salió volando por los aires y llegó a impactar justo en uno de los vehículos; causando gran destrucción y ruido que alarmó a los mercenarios que pronto salieron con armas en mano.
Ginny y Royer se escondieron tras los árboles de alrededor y divisaron como esos hombres tenían la furia hasta el tope, y dispuestos a encontrar al causante de tal destrucción. Aguantando las risas, para Royer escuchar la risa melodiosa y suave de la azabache, ver esos ojos de color ámbar, de su interior sentía nacer un apego que de un rápido instinto le dió un tierno beso en la mejilla, acción que a la joven le provocó un ligero sonrojo.

Se tomaron de las manos, viendo sus ojos fijamente, a punto de unir sus labios sin percatarse que dónde estaban parados pronto se deslavaría haciéndolos caer por una colina -esa mala fortuna que llega en los mejor momentos, pronto se remplazo cuando trataban de sujetarse de lo que fuera para evitar llegar al suelo-, el impacto dejo inconsciente a Royer y de inmediato la joven fué a dónde estaba para auxiliarlo.

-Royer, Royer, despierta.

Le daba golpecitos en los cachetes, respiración de boca a boca; pero nada sufría efecto, el muchacho estaba inconsciente pero completo. Su altura es la misma, y su fuerza interior la empujaba a cargarlo y llevarlo hasta el campamento, no obstante el sueño estaba muy resbaladizo por la lluvia, el camino rocoso y lleno de espinas que impiden un mejor paso, y justo cuando encontró un sendero despejado, una extraña sensación de ser vigilada la hizo voltear la mirada a su derecha. Esa criatura estaba ahí, quieto, silencio, de pelo alargado, grueso y marrón, ojos cafés su respiración fuerte y profunda, y con un rostro semi humano. Su impresionante altura lo distingue sobre los arbustos frutales; de casi cuatro metros de alto, erguido como un gigantesco hombre y con una musculatura mayor a la de un oso.

-No es posible -dijo para si misma al ver aquel ser imponente-, esto no puede ser real, es un... pie grande.

Ese imponente primate estaba helando su espíritu con su mirada penetrante, pero, por alguna razón la criatura no los estaba atacando, en vez de actuar agresivo demostró una actitud tranquila y curiosa al ver los ojos esmeralda de la joven -se había quedado fascinado por la belleza de la chica, no deben de culpar al primate, Ginny posee muchos atributos delicados y finos-, cautivado con las acciones de la joven y su compañero, el pie grande es inteligente y por lo tanto se daba cuenta de la bondad de estos humanos al defender a los que no pueden hacerlo.

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