Bruce O'Donnell. 32 años. Subjefe y Líder del Equipo de Control Externo de la Nine Mafia.
Abrió la puerta de su departamento y entró en completo silenció. El aire estaba cargado de un aroma a encierro que no soportó del todo y abrió una de las ventanas de la sala de estar. Dio un par de pasos a la habitación y se quedó de pie en el umbral de la puerta. Vio la cama deshecha. Sus dientes se apretaron. ¿Cómo era posible que volviera a perder a alguien que amaba? ¿Por qué no lo había visto venir?
Dio un paso al cuarto de baño abrió la regadera y se vio al espejo. Tenía un par de rasguños en su mejilla. Se sacó la camisa negra y con el torso desnudo frente a su reflejo noto los leves moretones que ya perdían color. La droga había hecho un buen trabajo. Sin embargo, no había sido capaz de sacar de su mirada ese vacío. Había rehuido de aquel sentimiento por años, se había jurado a sí mismo no volver a sentirse así... apoyó sus manos en los bordes del fregadero. El vapor comenzó a empañar su reflejo, pero sacaba relucir recuerdos que no había enterrado por completo.
—Thomas... —susurró.
Bruce lo había conocido en el ejército. Habían sido parte de la misma cuadrilla desactivando explosivos en el campo. Quien hubiera pensado que serían esos mismos explosivos los que le arrebatarían a Thomas de su lado. Volvió a ver en su mente la sonrisa de Thomas mientras Clint arrastraba a Bruce lejos del lugar. Thomas había pisado una mina, no podía moverse del lugar. Bruce sintió el ardor en su garganta, recordando como llamó a su nombre, para luego solo ver como la explosión arrasaba con lo que había sido su amante. Su mejor amigo. Juró no volver a enamorarse, no volver a vivir con la carga de tener que despedirse de alguien, pero...
Al entrar a la Nine Mafia, al recibir aquella llamada, o más bien al responderla en busca de una forma de llenar el vacío por justicia o quizás de rebeldía, encontró más que solo un grupo de personas que trabajaban en las sombras por algo mucho más grande que ellos, o al menos eso creía en ese entonces.
Cuando decidió aceptar ese camino, Bruce hay desertado del ejercito luego de la muerte de Thomas, no vio en aquello el aporte del que tanto se jactaban. Otros tantos camaradas habían muerto por ataques en las zonas minadas y también por las mismas minas, y entre la rabia del abandono de los que se supone los respaldaban, aquellos en sus oficinas y altos mandos en la seguridad de sus bunkers, y edificios gubernamentales, Bruce ya había perdido a mas personas de las que podía contar. Mucho era borroso, Bruce recordaba vagamente el como dio con Morgan, lo que si recordaba claramente era como aquel hombre le había prometido ser parte del verdadero cambio, de la verdadera rueda que hacía girar a la humanidad, o al menos hacia girar a Estados Unidos, el engranaje principal, el artefacto infalible. Bruce aceptó, seria parte de aquello, ni siquiera recordaba los términos de su contrato, excepto lo esencial: su deseo, aquel que guardó por mucho tiempo hasta que pudo usarlo, hasta que tuvo miedo de perder a alguien nuevamente, a alguien que acababa de encontrar, a alguien que se suponía no debería existir en ese lugar, algo oculto detrás de una fachada seria y rehacía, tal cual el, encontró una mirada de soslayo que lo estudiaba y en la penumbra de las misiones y el emparejamiento para ver su afinidad, la pieza que calzaba perfecto con él se acercaba más y más, y como si Bruce jamás se hubiera prometido a si mismo nunca volver a enamorarse, lo hizo, tan ingenuamente que se sintió un idiota, hasta que notó que si debía ser un idiota para estar con Gavin, para creer en su cariño también, lo sería, porque como añoraba cada palabra, tacto y mirada de él, lo energizaba... y cuando sonreía, que no era muy seguido, era como su luna, pues en la oscuridad de la Nine Mafia, Gavin brillaba para, hermoso y perpetuo.
Gavin entró a su vida como una marejada de caos y pasión. Le revolvió la mente y desintegró sus inseguridades, en el bajo mundo, le mostró que no era necesario que se preocupara por él, pues el chico era tan fiero como le mismo Bruce, sus ojos demostraban aun en su juventud un impresionante rastro de lamentos que lo habían forjado que él era, aquel del que Bruce se había sentido tan atraído. Y quiso creerlo. Bruce quiso creer que el joven mafioso de mirada aguda y piel trigueña, aquel cuyos labios sabían a dulce tentación no sería motivo por el cual preocuparse. Quiso creerlo. Falló en eso también.
Respiró hondo.
No, se dijo a si mismo. Aun puedo salvarlo.
Ingresó a la regadera. Sintió el agua recorrerle cada parte de su cuerpo.
Clint había vuelto como un fantasma a su vida, Thomas también. No dejaría que Gavin se convirtiera en otro. Quemaba el no poder hacer más que pensar en él.
—¿Vacaciones?
—Jamás hemos tenido vacaciones.
Bruce sintió la caricia de Gavin en su cabello mientras mantenía su cabeza en su regazo. Bruce abrió los ojos y lo vio hacia arriba. El joven mafioso le sonrió.
—Me gusta Francia. Paris. Estuve una vez, muchos años han pasado desde entones —dijo el mayor.
—¿Con otro de tus amores?
Bruce sonrió. Negó con la cabeza.
—Solo. Fui a buscar una medalla por parte del ejército.
—¿Qué pensarían al verte ahora en la mafia? —le sonrió Gavin.
—Da igual. Hago lo mismo solo que sin permiso del gobierno.
Gavin sintió pensativo.
—Entonces, Francia... ¿Qué hay de ti? —preguntó Gavin.
—Me gusta la idea. Despertar quizás mirando la Torre Eiffel.
—Romántico —bromeó Bruce.
Gavin le golpeó la frente con su dedo índice. Bruce levantó su brazo y lo acercó a sus labios. Lo besó pausadamente.
—Vamos a Francia —murmuró Bruce.
—Algún día —respondió Gavin.
Algún día era suficiente para ambos. No había forma de tener un día libre y e haberlo no podía ir demasiado lejos. Pero un día era suficiente para ambos. Solo imaginárselo era un respiro, unas vacaciones imaginarias, pero no importaba donde fuera realmente. Para Bruce y Gavin es estar juntos era suficiente para hacer un fuego cruzado un tranquilo y romántico atardecer, porque estaban ambos lados a lado. Apuntando al mismo objetivo y bañados en sangre.
Bruce apoyó sus manos en los azulejos de la regadera. El agua le recorrió el rostro, camuflando sus lágrimas. Camuflando la tristeza y el recuerdo.
Si Morgan no cumplía su promesa: su deseo de proteger a Gavin a toda costa, Bruce lo haría. ¿Por qué pedir un deseo si no iba a ser cumplido? Morgan le había mentido. No podía proteger a nadie, solo eran palabras sin peso. El jefe de la Nine Mafia solo se preocupaba por Selena. Bruce se haría cargo de cumplir su propio deseo.
—Te salvaré.
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Nine Mafia: Proyecto Espejo.
General Fiction「Martes y Viernes」Bruce O'Donnell y Gavin Farrell, son dos amantes que cumplen con su deber como parte de los subjefes de la mafia. La pasión de ambos por su oficio solo es comparable con la que sienten entre ellos, y es la motivación más poderosa q...