Capitulo 23

146 24 2
                                    

15 de Octubre de 2017, 14:02 hrs.

La misa había terminado. Benedict se encontraba finalmente sacándose su indumentaria cuando escuchó que las dos entradas de la catedral se cerraban lentamente. No las vio, estaba de espalda a ellas así que asumió que alguien permanecía adentro del lugar.

—Que buen lugar, hasta me la creo.

Benedict se giró y vio a una mujer alta, de cabellera negra, tenía un parche en uno de sus ojos y usaba una chaqueta de mezclilla negra y botas de taco alto. Lo apuntaba con un arma, mientras el padre permanecía tranquilo en su lugar.

—¿Nos conocemos? —preguntó Benedict.

—Me llamo Rebecca Silvestre... —dijo ella ladeando su cabeza y dejado que el padre viera en su cuello el tatuaje que poseían algunos miembros de a Organización Molino. —Soy parte del...era parte.

—Oh... —exclamó Benedict mientras se movía lentamente hacia una de las bancas y tomaba asiento, sin que la mujer dejara de apuntarlo.

—Sabia que había algo raro contigo, pero jamás pensé que serias parte de la mafia...

El padre sonrió.

—¿Cómo lo supiste?

—Te vi en el callejón cuando tomamos las armas, te vi a través de la cámara remota que instalé. —respondió ella.

El padre la observó detenidamente en cosa de segundos, y la reconoció, la mujer frente a el había sido expulsada de la Organización Molino por querer experimentar en ella misma con el fin de apresurar el Proyecto Espejo, la descubrieron en medio del proceso de impregnar su energía vital en uno de los espejos y fue por ello que perdió la vista de un ojo. Benedict recordó que el había sido uno de los que propuso expulsarla de la Organización y por eso ella había ido hacia el, pero jamás pensó que llegaría tan lejos.

—Entonces, como procedemos, ¿Me sofocas? ¿Me matas? ¿Cómo?

Ella sujetó con fuerza su arma con el fin de no demostrar que dudaba en hacerlo.

—No tengo todo el día. —gruño Benedict.

—¡Cállate! —ordenó la mujer.

Su brazo temblaba, pero no por el miedo a disparar, sino por algo interno que se colaba en ella, además el padre no pudo evitar observar que la mujer tenia una molestia en su cadera, pues parecía que en cualquier momento colapsaría. Efectivamente ya había visto esa postura en alguien, no era la primera vez que veía a alguien luchar por un dolor físico de caderas.

—Te estuve observando, por meses, parecías estar yendo de lado a lado, pero... —ella soltó una risa. —Eres astuto, mucho, aunque no lo suficiente, pues dejaste un rastro bastante obvio...

—¿Cuál? —preguntó el padre cruzado de piernas.

—Tu visita al restaurant Solemne, tu cena con un grupo de hombres de la mafia.

Efectivamente la mujer lo había estado siguiendo, pues Benedict había tenido hace unos meses una reunión con su equipo de Espionaje Invisible.

—Te he observado, tu y la mafia parecen estar haciéndole el trabajo a los agentes, más que una mafia parecen una agencia gubernamental, no hacen nada realmente peligroso, no toman rehenes, no matan si no es necesario, no amenazan y tampoco son capaces de matar a sangre fría. —dijo a mujer soltando una risa.

Benedict también sonrió y puso sus manos sobre sus piernas cruzadas.

—Estas completamente en lo correcto, me sorprendes. La mafia ha dado un giro completo desde hace unos años, sigue ese camino que tú dices, sin exponernos innecesariamente al peligro, no tomamos rehenes inservibles, no usamos nuestras armas para matar, nos alejamos del peligro para mantener la organización en equilibrio... —Benedict se puso de pie lentamente y el brazo de la mujer se tensó. —Pero hay algo en lo que estas completamente equivocada: sí matamos a sangre fría, es uno de los pocos placeres que me sigue excitando de estar en la mafia.

La mujer tragó saliva y entonces vio trece puntos rojos apuntándola en todas partes de su cuerpo.

—¿Creíste que podrías venir a por el padre de la mafia? ¿Tan débil te parezco? La simple venganza por algo tan infantil como tu despido me parece verdaderamente penoso.

—¡Callate!—gritó la mujer y apretó el gatillo, pero el arma no funciono, volvió apretar pero ninguna bala salió de esta. —¿Qué...? —dijo titubeando.

—Soy bueno recordando los rostros de los asistentes a mis servicios, y sobre todo estos días en que estamos en la mira...—dijo Benedict. —Cien personas disfrazadas de fieles, si alguien venía a por mí de seguro podría notar una cara distinta entre la multitud. Llegaste exactamente a las trece cero cero...—agregó Benedict acercándose a la chica a paso tranquilo. —Mis subordinados te vieron, pero tú no a ellos, pequeños niños que se escabullen debajo de bancas y sillas. Mientras tú te ponías de pie para agradecer a dios de forma tan vulgar y hipócrita, ellos vaciaron tu arma sin que siquiera te dieras cuenta.

—Ellos están escuchando todo...mis aliados, aquellos que también fueron expulsados de la organización por tu culpa, aquellos que me ayudaron. —interrumpió la mujer quien comenzaba a sudar y revisaba rápidamente en sus bolsillos. —El micrófono...

—¿Te refieres a ese? —preguntó Benedict levantando su mano y este fue arrojado desde las sombras que cubrían los rincones de la catedral a los pies de la chica completamente hecho pedazos. —Es que pareciera que no me estas escuchando. —sonrió el padre llegando a solo dos metros de ella.

—Imposible...—masculló la mujer.

—Asi que sí, la mafia ha cambiado demasiado, como veras, en este momento podría perforarte y dejarte como un colador en el piso, pero cuesta sacar la sangre del piso de piedra, y no pretendo quedarme hasta mañana limpiando la sangre de una hereje.

—No me harás decir nada...

—Lo sé, pero tampoco te inmolaras. Aquellos que murieron en el callejón 5, aquellos que también tenían un tatuaje, no tenían ni píldoras de cianuro, ni bombas en sus cuerpos, me encargué personalmente de destriparlos e indagar dentro de sus cuerpos. —la malicia con la que Benedict soltaba sus palabras era evidente y la mujer las sentía en cada fibra de su cuerpo— aunque no te niego que conocía a algunos de ellos.

—Podrás arrancarme las entrañas y no diré nada. —la mujer se relajó, había aceptado morir antes de siquiera soltar algo respecto a la Organización Molino.

—Oh, no, tranquila, no me apetece hacer lo mismo contigo, para ti tengo otros planes, obviamente si decides colaborar.

—¿Colaborar? ¿Con la mafia? —preguntó la mujer con expresión nerviosa.

Benedict soltó una risa ahogada, la cual se intensifico más y más causando un gran eco en la catedral, hasta que finalmente se detuvo y tomó un gran sorbo de aire.

—No. No con la mafia...

Se inclinó con las manos en la cintura quedando a solo centímetros del rostro de la chica, de quien pudo oler el miedo, aquel que aquellos en la mafia no eran capaces de sentir.

—con la agencia federal.

Nine Mafia: Proyecto Espejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora