Aguja e hilo

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Sabo estaba preparando todo para partir lo mas pronto posible, se había enterado del adelanto y el líder revolucionario le cedió un par de tropas para ir a rescatar a su hermano.
Escuchó a alguien pronunciar su nombre y se volteó, encontrándose con Dragon.
–¿Ya vas a partir?
–Si, debo de reunirme con los piratas de Barbablanca, vamos a revestir los barcos para entrar por debajo de las puertas de la justicia.
–¿Van a estar todos los Almirantes?

El rubio lo miró, sabía el por qué de la pregunta, frunció el ceño, claro que admitía qué tal ves estaba siendo demasiado severo con su hermano menor, pero no negaba que le enojaba ver como Dragon no le guardaba rencor a su hijo, nunca lo dijo de manera explícita, pero Sabo se daba cuenta, en su oficina seguían habiendo fotos del azabache y álbumes llenos de recortes de todas las noticias que lo han envuelto en esta década.
–Si, estará Luffy.
–¿Puedo pedirte un favor?
–Claro.
–Si tienes la oportunidad de hablar con él, dile que lo siento.
–¿Por que?, usted no le debe nada.
–Le arrebate su sueño.
–Él eligió su propio destino, pudo haber sido pirata, pero eligió su bando por cuenta propia.
–¿En serio eso es lo que crees?

El Monkey lo mas próximo que tenía a conocer la personalidad y carácter de su hijo, era oír las historias que el rubio le contaba de su niñez con Luffy, daría lo que fuera por conocerlo y averiguar cómo se comporta actualmente, por esa razón tenia aquella colección de periódicos, lo sentía más cercano si estaba consciente de todo lo que ha logrado su pequeño.
–Dejemos de hablar de él, ahora debo de concentrarme en salvar a mi único hermano.
–Portgas D. Ace no es tu "único hermano".
–Lo es desde el día que ese idiota prefirió tener un gran puesto en ves de a su familia.

El líder Revolucionario decidió dejar la discusión allí, sabía de antemano lo mucho que su subordinado sufría por la separación que tuvieron los tres en su niñez, su dolor lo expresaba en rabia y él no tenía derecho a reprocharle eso, estaba consciente que el rubio se tomaba su tiempo para sanar.

El líder Revolucionario decidió dejar la discusión allí, sabía de antemano lo mucho que su subordinado sufría por la separación que tuvieron los tres en su niñez, su dolor lo expresaba en rabia y él no tenía derecho a reprocharle eso, estaba consc...

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–¡¿De quien fue la estupida idea de adelantarla?!–gritaba el menor, caminaba de un lado a otro de la habitación, ansioso.
–Te has estado comportando muy raro desde que capturaron a Puño De Fuego, dime qué pasa.
–No me pasa nada, solo es...estrés–contesto, mintiendo, había tenido que aprender a hacerlo, aunque sabía que con Aokiji no funcionaba.
–Entonces por estrés liberaste a un reo, enamoraste a una Shichibukai y has tratado por todos los medios, comunicarte con Portgas.
–Solo tengo algunos asuntos que resolver con él.
–Deja de darle vueltas a tu mentira y dime que carajos te pasa–ordeno, conociendo al azabache.

El menor se acercó a la ventana y abrió ambas cortinas de lado a lado, siempre tuvo su oficina a oscuras, por lo tanto hace mucho que no hacía tal cosa, después de todo, no le agradaba en lo absoluto la vista, una fortaleza, en ves de sentirse protegido, como un ave al volver al nido, más era una sensación de estar encerrado, una jaula con comida y agua, que se le daba a cambio de hacer un par de trucos.
–No estoy de ánimos para hablar de eso, te contaré todo después, pero ahora, solo quiero descansar.
–Claro, entiendo–el de tez oscura se levantó y murmuró una leve despedida para luego marcharse, cerrando la puerta tras de sí.

Luffy fue a la puerta que estaba a un lado y la abrió, entrando a su habitación, tenía una cama de dos plazas, un escritorio y algunos informes sobre este, un armario y al lado había un espejo que estaba recubierto con una manta, solo lo ocupaba en las mañanas para asegurarse del pulcro de su uniforme.
Se dirigió a una esquina del cuarto, arrodillándose, sacó una madera del suelo que estaba suelta, para luego revelar el pequeño escondite que tenía, allí guardaba pequeños fragmentos de su anterior vida, fotografías, cartas e incluso ropa, la última prenda que le hizo Makino, sacó esta última y la observó mejor, la había echo a mano como regalo por su desertó de la isla, estaba diseñada para cuando fuera grande, así que las medidas no eran exactas y a simple vista se notaba lo suelto que le quedaría, se levantó y fue a tomar el Den Den Mushi que siempre tenía en la mesita de noche a un lado de su cama.
–Hola, Lu, ¿qué pasa?–saludaron del otro lado de la línea.
–Nami, ¿recuerdas la ves que me ensañaste a cocer?
–Si, ¿por que?
–De casualidad, ¿tienes una aguja e hilo que me prestes?
–Claro, enseguida te los voy a dejar.
–Gracias.
–Oye, estamos aquí con el resto, en la sala de descanso del primer piso, hay Sake, que pronto se acabará si Zoro no deja de tomar, Sanji cocino postres y Brook está tocando una melodía hermosa, nos preguntábamos si querías venir a pasar el rat–el azabache colgo.

Fue a sentarse en su oficina, con la mirada fija en la puerta principal, hasta que después de 10 minutos, tocaron y él se acercó a abrir, encontrándose con todo su equipo.
–Chicos estoy ocupado, solo denme lo que pedí y vayan a divertirse.
–Venimos a animarte, sabemos que has estado desanimado por la captura y ejecución de tu herma–Usopp paro de hablar cuando miró aquel rostro amenazante que tenía su superior.
–No quiero discutir de esto, lárguense.
–Tienes que abrirte con alguien, Lu–comentó Sanji.
–Somos tus amigos, puedes confiar en nosotros–siguió Chopper, pero aquellas palabras hicieron enfurecer al Monkey.
–¡USTEDES Y YO NO SOMOS AMIGOS!–grito, causando un gran estruendo y un eco en el pasillo, bajo la cabeza y tomó un poco de aire para seguir hablando, de repente su cuerpo comenzó a pesar y necesito de apoyarse en una pared para seguir de pie–¡No tenemos ningún vínculo emocional!, ¡lo único que nos une es lo laboral!, ¡son mis soldados y yo su capitán!, ¡si les doy una orden, la siguen!

Hubo un silencio, en el que todos lo observaron sorprendidos, era cierto que algunas veces podía enojarse con ellos, pero jamás de tal forma, perdió completamente la compostura que lo caracterizaba, siendo remplazada por gritos desesperados, los cuales no eran propios de él.
–Solo...por favor, denme el hilo y váyanse–murmuro con la voz rota. Su equipo acató y se disculpó, para después marcharse, sin antes darle pequeñas palabras de ánimo.

Vida bajo cargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora