Madre

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Seguían sentados en el cuarto de capitán en silencio, Zoro luchaba para no levantarse y gritarle que todo esto de irse de la vida marítima como si nada, era una estupidez, que abandonarlo así, era cruel, pero no se atrevía. El Roronoa solo atinó a sacarse uno de los tres de sus aretes y entregárselo en sus manos.
–Escúchame, adonde sea que vayas, quiero que recuerdes a tu mejor amigo, ¿está bien?–el azabache sonrió y recibió la joyería, gustoso.
–Te quiero, amigo.
–Ni pienses que te dire lo mismo–la declaración le sacó una gran carcajada al azabache.

El espadachín se levantó de su asiento, se despidió para ya dejarlo tranquilo y cuando cerró la puerta tras de sí, susurró un leve "Yo también, Lu", aunque sabía que jamás llegaría a oídos de su capitán.
En cambio este, se dirigió al espejo que colgaba en su pared, se miró unos segundos, para luego buscar en su cajón una aguja y perforar el lóbulo de su oído derecho, para colocarse el arete de su amigo.

En cambio este, se dirigió al espejo que colgaba en su pared, se miró unos segundos, para luego buscar en su cajón una aguja y perforar el lóbulo de su oído derecho, para colocarse el arete de su amigo

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Al día siguiente, llegaron a la Isla Dwan, Sanji y Usopp se ofrecieron a ir con él al encuentro con su madre adoptiva, Dadan. Caminaron al rededor de unos 30 minutos antes de llegar a la cabaña, donde a Luffy le extraño ver dos pequeños refugios que decían ser el país de Ace y Sabo.
El azabache se detuvo a unos pocos pasos de la puerta y tomó aire, necesitaba calmarse a sí mismo, enfrentar el enojo que le deparaba del otro lado de la cabaña.
Sus dos Nakamas al notar esto, se miraron entre sí y asintieron, el francotirador pasó su brazo por al rededor de los hombros de su capitán y el rubio tomó su mano, ambos lo apoyaban y el Monkey comprendió aquello, logrando que por fin tocara.
La pelirroja abrió, preparada para gritar y echar a quien sea que se atreviera a molestarla, pero su expresión cambió por completo al ver al ex-marine, no pudo ni siquiera pronunciar palabra, la última ves que lo había visto en persona, fue cuando trató de arroparlo el día que encontró su escondite, estaba tan grande comparado con aquella ves, pero seguía estando por lo menos unos 50 centímetros más abajo que ella.
–Luffy...–murmuro.

La bandida no aguanto su semblante serio por mucho tiempo, se acercó al de sombrero y lo abrazó fuertemente, levantándolo gracias a la diferencia de altura.
–¡Mi niño!, ¡maldita sea, pensé que jamás volvería a verte!–exclamó, tenía varias lágrimas y se notaba lo feliz que estaba.

Aquella reacción no se la esperaba para nada y no supo que hacer, pero terminó correspondiendo al abrazo, sonriendo al nuevamente sentir la calidez de su verdadera madre.
Los bandidos, al percatarse del gran escándalo de afuera, se acercaron a la puerta y casi se caen de espaldas al ver al pequeño monito, como solía llamarlo su jefa. Obviamente ellos también se unieron al abrazo, llenos de dicha al comprobar el bienestar del adolescente que alguna ves estuvo a su cargo.
Luego de que Dadan pudiera tranquilizarse y soltarlo, lo invito a adentro junto con sus dos amigos, Sanji se ofreció a cocinar algo y Usopp a ayudarlo, dejando a la improvisada familia para que hablen de lo que necesiten.
–¿Donde están tus hermanos?–pregunto Magra, pensando que de alguna forma si habían podido reencontrarse después de la guerra.
–La Marina me ordenó traerlos de vuelta después de mi traición, pero no los he visto desde la guerra.
–Deben de estar preocupados, te quedaste tú solo en batalla–comento Dogra.
–No lo creo, estoy seguro que siguen muy enojados conmigo, ya saben, los abandoné–explicó, bajando un poco la cabeza, avergonzado.
–¿Estas loco?, por muy enojados que estuvieran, nunca dejaron de desasosegarse por ti–le explicó uno de los bandidos.
–¿Incluso cuando niños?, una ves me los encontré y dijeron que todo fue mejor cuando me fui.
–Pues te mintieron y de una manera muy descarada, luego de que su refugio se quemara, vinieron de vuelta conmigo y se negaron completamente a dormir en la habitación en que estaban antes los tres, se hicieron esos estupidos "países" afuera, ademas en la caza les iba horrible, no lograban concentrarse y se la pasaban gritándose el uno al otro, les tardó mucho sanarse de eso, les hiciste mucha falta–hablo la jefa.
–Y cuando se enteraron que te uniste a la Marina, todo empeoró, Sabo se encerraba todo el tiempo y Ace salía para atacar a lo que sea que se le cruzara, solo al año de que te uniste a la Marina, volvieron a tratarse como hermanos y no como desconocidos–le explicó el de hasta roja.
–Pero eso ya no importa, volviste vivo de la guerra y estoy seguro que ellos estarán dispuestos a arreglarlo todo–consoló la pelirroja, al percatarse de lo mucho que le afectaba el tema al azabache.

–Pero eso ya no importa, volviste vivo de la guerra y estoy seguro que ellos estarán dispuestos a arreglarlo todo–consoló la pelirroja, al percatarse de lo mucho que le afectaba el tema al azabache

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Ya habían estado bastantes horas allí, Sanji y Usopp preguntaron si podían ir a la segunda planta, para ver la antigua habitación de su capitán, les causaba mucha curiosidad. Se lo permitieron con la condición de que no rompieran nada, así que subieron. Abrieron la puerta del cuarto que tenía tallada "ASL", al entrar vieron algunas mantas y almohadas tiradas en el piso, habían cajas de madera apiladas y algunos barriles, por las paredes habían pintado pequeños dibujos con varios colores.
–No me imagino a Luffy viendo aquí, se ve tan infantil–comentó el francotirador.
–Bueno, él en algún momento fue un niño.
–Es difícil de imaginar, ¿crees que por eso ahora se comporte así?
–¿A que te refieres?
–Ya sabes, últimamente esta tan contento e inquieto, se ríe de las pequeñas cosas simples y ocupa ropa cómoda, sin importarle mucho verse bien.
–¿Y?, muchos de nosotros somos así.
–Pero él no era así antes de que "renunciara" a la Marina.
–Ve al punto Usopp.
–¿Y si está viviendo una infancia que le arrebataron?
–Si es así, no es de nuestra incumbencia, sea serio o alegre, sigue siendo nuestro amigo y capitán.

Iban a seguir con la conversación, pero el cocinero piso un papel por accidente, se arrodilló para recogerlo, dándose cuenta que era una foto.
–¿Que tienes ahí?–cuestionó el contrario, acercándose.

La imagen era de una casa del árbol, tenía una forma semejante a la de un barco y en la cima de esta, había una bandera con el mismo símbolo que estaba tallado en la entrada del cuarto, sin contar a los tres niños que estaban posando en frente de esta, sorprendiéndose al notar que uno de ellos era el Monkey, se veía pequeño y estaba abrazando a los otros dos, tenía una gran y radiante sonrisa.

Vida bajo cargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora