Conformidad

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–Luffy...¿por que no nos dijiste que seguías bajo cargo?–pregunto el rubio, acercándose a su hermano.
–¿Que se supone que iban a hacer?, solo se sentirían más culpables.

El Revolucionario se sentó en la cama, siendo imitado por el menor, no dijeron nada, ¿de que podrían hablar en una situación así?, el ex-noble no tenía más que preguntas de las cuales en el fondo, no quería saber la respuesta.
–¿Estas conforme?–se atrevió a indagar después de largos minutos de silencio, en los cuales lo único que se escuchaba era el desastre que el Portgas causaba en cubierta.
–¿Con que exactamente?
–Con lo que has vivido hasta ahora.

El azabache volteó a verlo, notablemente sorprendido, no esperaba que el de azul le dijera algo como eso, así que tuvo que tomarse cierto tiempo para poder responder algo que ni él tenía muy claro.
–Si, lo estoy, tal ves no fue la gran aventura pirata con la que tanto soñé, pero conocí a las personas correctas que hicieron que todo esto valga la pena.
–Luffy, aún tienes mucho por hacer, te prometo que Ace y yo te protegeremos, no volveremos a permitir que los cerdos del Gobierno Mundial te vuelvan a hacer daño–decreto, tomando su mano.
–No necesito que me "protejan", se que son fuertes, pero no es más que una pérdida de tiempo tratar de salvarme.
–Tu jamás serás una pérdida de tiempo.
–Lo dices porque apenas llevas conociéndome hace dos malditas semanas.

Hablo, sin alzar su voz, pero con un tono amargo y filoso, toda aquella conversación se salía completamente de sus planes, pero no podía evitar abrirse de esa manera, no se sentía igual que antes, cuando podía seguir órdenes al pie de la letra sin desviarse por nada que se interpusiera en su objetivo, ahora, solo quería seguir hablando y desahogándose con el rubio, aunque sea un tema que tanto lo había torturado.
–Pues en estas dos semanas, estoy seguro que has sido más tú mismo que en toda tu vida en la Marina.
–¿Y tu como sabes que este soy yo y no el grandioso asesino que se muestra en cada puto periódico en el que salgo?–pregunto con descaro, sin molestarse en ocultar la rabia en su voz.
–Lo se porque si fueras solo un arma del Gobierno Mundial, no nos hubieras salvado en MarineFord, ni nos advertirías en Arabasta–declaró con un tono firme, sin querer seguir con la discusión.

El pecoso entró en el cuarto y tomó la muñeca del Monkey, para luego comenzar a casi arrastrarlo a la cubierta, pero fue detenido por el rubio.
–¿Qué sucede?
–Luffy debe de decirle a mi padre por él mismo que no fue su intención atacarlo, si no que solo seguía órdenes–explicó, impaciente por seguir su camino.
–Ace, no quiero que tu, ni Sabo, traten de protegerme, soy el triple de fuerte que ustedes dos y aún así no soy capaz de hacer nada.
–Sabemos que eres un Almirante y que seguramente en todos estos años has entrenado muy duro, pero no tienes por qué negar nuestra ayuda–explicó el pirata mayor.
–Yo no quiero ser ayudado, además, tú fuiste derrotado y capturado por un maldito novato del Nuevo Mundo, y Sabo trabaja mayormente en una oficina, he sido yo quien se ha enfrentado a los piratas más despiadados y, ha salido con vida y sin que una puta tripulación de miles de hombres tenga que venir a salvarme, puedo valerme por mi mismo.
–¡Deja de ser tan jodidamente orgulloso y ven con nosotros!–grito el Portgas más fuerte de lo que tenía planeado hablar, se tomó unos segundos para respirar y calmarse, y después continuó–Podemos volver a ser sólo los tres, nuestra pequeña familia.

El menor miró a los dos chicos en frente de él con pesar, jamás pensó que dolería tanto observar como el gran amor que tenía por sus hermanos era correspondido, una relación recíproca que en momentos como estos, detestaba, a Luffy no le importaría ser aplastado y masacrado, de no ser por el dolor que eso le conllevaría a Ace y Sabo, pero el Monkey aún así era egoísta, no quería seguir fingiendo que no estaba cansado de cargar el peso en su espalda de haber sido el soldado tan cruel que fue alguna ves.
–Yo...haré lo que me pidan bajo una condición–hablo con un tono leve, sabía que prontamente llegaría su final, pero quería irse cumpliendo uno de sus últimos caprichos.
–Lo que sea, Lu, pide lo que quieras–respondió el de azul.
–Los reto a un combate–expresó el de sombrero de paja con una gran sonrisa, desconcertando totalmente a los dos mayores.
–¿Que?, no es el momento para jugar, en cualquier instan–el rubio fue interrumpido por el ex-marine.
–Vamos, aún faltan meses para que los idiotas del Gobierno o la Marina se den cuenta de que les estoy mintiendo.

El azabache parecía tan emocionado tratando de convencerlos, que ninguno de los dos supo exactamente qué decir, había vuelto aquel brillo tan deslumbrante en sus ojos y la sonrisa que adornaba de forma adorable en su rostro, no supieron negarse y terminaron aceptando con unos murmullos meramente entendibles.
Luffy sin planear perder más tiempo, corrió a su barco para informarle a sus Nakamas, pasando totalmente de largo a toda la tripulación de Barbablanca que se encontraba en su camino y solo corrió hacia el Sunny con una gran sonrisa.

Llegó a cubierta y al ver las luces de la cocina encendidas, entró, su intención era despertar a todos para avisarles lo que había acordado con sus hermanos, pero se sorprendió al verlos despiertos y agrupados, suponiendo que estaban conversando

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Llegó a cubierta y al ver las luces de la cocina encendidas, entró, su intención era despertar a todos para avisarles lo que había acordado con sus hermanos, pero se sorprendió al verlos despiertos y agrupados, suponiendo que estaban conversando.
–¿Ah?, pensé que aún dormían, es muy tarde, ¿los desperté cuando me fui?

Pregunto observando a su tripulación bastante seria, la mayoría estaban sentados a la mesa, otros apoyados en la pared y algunos limpiando los platos sucios.
–No es eso, solo que no pudimos dormir, así que Sanji preparo algo mientras nos reuníamos aquí–le explicó la arqueóloga, para después tomar un sorbo del café en sus manos.
–¿Y de que hablaban?–indagó, notando su actitud preocupada.
–De nada importante–contesto esta ves el de nariz alargada, tratando de tranquilizar las dudas de su capitán.
–¿Seguros?
–Lu, ¿que te parece si te preparo algo?, a esta hora siempre te escucho venir a sacar algo de la cocina–sugirió el rubio de cejas peculiares cambiando el rumbo de la conversación y obteniendo la total atención del Monkey.
–Eso suena bien.
–¿Que te gustaría comer?
–No lo se, ¿que te gustaría preparar?–indagó, levantándose y acercándose a la barra.

A los pocos segundos el resto comenzó a hablar de sus propias cosas, formando de nuevo el ambiente cálido y animoso al cual estaban tan acostumbrados, olvidándose por completo del tema que tenían antes de ser interrumpidos, la muerte de su capitán.

Vida bajo cargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora