Llamarada desértica

1.8K 219 17
                                    

Estaba oscureciendo y tuvieron la suerte de llegar a Nanohana, una ciudad comercial en la que no tardarían en encontrar hospedaje.
Al acomodarse, Luffy les permitió salir a explorar la ciudad, pero teniendo a mano los Den Den Mushi para que le avisaran si pasaba algo, cuando todos se fueron, solo soltó un suspiro y se sentó en una de las camas que había en la habitación, miró la pared un rato, hasta que metió su mano al bolsillo de su chaqueta y sacó algo, una de las pocas cosas que quedaban de su corta infancia, un telescopio, estaba en perfectas condiciones, aunque siempre lo trajera consigo.

Se acosto y se acomodó, hasta caer rendido ante el cansancio, por leves instantes soñó con recuerdos que estaban olvidados en su mente, pero al mismo tiempo tan recientes, estaba en Teminal Gray, sus hermanos eran sujetados por dos hombres y él estaba siendo arrastrado lejos de ellos, no luchó, ¿por que no lo hizo?, ¿por que no lo hace?, fueron las preguntas que se clavaron en sus pensamientos, antes de despertar por el sonido del Den Den Muchi.
–Aquí Luffy, ¿qué pasa?
–Creo que deberías venir, estamos en un restaurante en el este de la ciudad y en la barra hay un comandante de Barbablanca–explico la voz de Usopp, desde el otro lado de la linea.
–¿Que? ¿Está solo?
–Ojalá, al lado hay un maldito revolucionario.
–Voy para allá.

Se levantó y de manera apresurada se dirigió al lugar, siguiendo las indicaciones que le daba su francotirador, hasta llegar a su destino, abrió la puerta manteniendo un cabizbajo.
Observó primero a su tropa, quien pasaba desapercibida al carecer de su uniforme habitual, no obstante a él, quien se le tenía prohibido el uso de ropa coloquial, cosa que supo inmediatamente en qué posición lo dejaba, al notar como todo el lugar fijo su vista en él, exceptuando a los dos buscados quienes estaban en la barra de espaldas, el azabache vio el gran tatuaje de los piratas de Barbablanca marcando en uno de ellos, contrario a su compañero quien pasaba desapercibido como criminal.
Camino con pasos firmes, siendo seguido por la mirada de los civiles, se detuvo a pocos pasos de los dos hombres y esperó a que estos voltearan, no quería hacer un escándalo y golpearlos de forma repentina, más aún con la extraña familiaridad que aquellos sujetos le provocaban.

El de tatuaje por fin se volteó, siendo seguido por el rubio, pero solo se levantaron sin parecer darse cuenta de la presencia del Almirante, pero el Marine si que se dio cuenta de ellos, quedó inmóvil al ver sus rostro, perdió toda la gracia con la que había entrado y se volteó de manera casi desesperada a donde estos marchaban.
–Ace...Sabo–pronunció, acercándose más a un suspiro que a una entonación cueréente, pero fue suficiente como para que ambos lo voltearan a ver sin mucho interés.
–¿Ah? ¿Nos conocemos?–pregunto el de traje elegante, mientras lo miraba, pero aquella expresión de confusión pasó a una de total sorpresa, casi de horror, cosa que fue imitada por el pecoso a su lado.
–Luffy–murmuraron ambos.

El Monkey no los había visto desde que tenía 7, y admitía que desde el momento en que se separaron, había soñado con el hermoso momento en el que sus caninos volverían a juntarse, pero aquella ilusión se resquebrajó en mil pedazos al ver la expresión de ambos, no era de alivio, ni mucho menos cariño, se notaban...enojados.
–¡¿Que haces aquí?!–grito el Portgas en un tono furioso, que hizo dar un paso atrás al menor.

Los subordinados del Almirante, se levantaron y sacaron sus armas, preparados para una batalla apenas su superior de la orden, pero este solo miraba atónito al pirata en frente de él.
El revolucionario tomó del hombro a su hermano para que se calmara, hace mucho tiempo que no lo veía así de enojado.
–Ace, no vale la pena pelear, vámonos–indicó, para luego voltearse a donde el azabache–Si planeas intentar capturarnos, mejor ríndete, jamás lograste ganarnos.

Decreto, en tanto salía del restaurante junto con el pecoso, el tercero al verlos irse, trató de seguirlos, pero sus piernas no respondían y cuando trató de avanzar, solo se derrumbó de rodillas.
–¡Esperen!–grito con desesperación, pero fue inútil.

Sabo caminaba detrás de un pecoso muy enojado, algunas llamas sobresalían de sus hombros, causando que mantuviera su distancia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sabo caminaba detrás de un pecoso muy enojado, algunas llamas sobresalían de sus hombros, causando que mantuviera su distancia.
–¡¿Viste su uniforme?! ¡Se convirtió en Almirante!, ¡¿desde cuando dejan a un niño en un rango tan alto?!
–¿Por que estás tan enojado? Sabíamos que se había unido a la Marina.
–Pues claro que si, pero pensaba que estaría limpiando pisos o complaciendo a los idiotas de alto rango.
–Deberías de estar orgulloso.
–¡¿Acaso tu lo estás?!–el rubio lo miró durante unos segundos, para luego mantener un cabizbajo–Claro, como no estar feliz de que haya triunfado en lo que causó que nos abandonara–expresó con sarcasmo.
–Él no nos abandonó, se sacrificó.
–Era solo un sebo, pudo a ver vuelto, pero no, se quedo con los estupidos de la Marina.
–Pero no tenemos que ser tan rencorosos, lo hemos extrañado todos estos años.
–Tal ves tú lo hayas extrañado, pero yo no lo he perdonado, lo protegí y cuide lo mejor que pude, para que él idiota solo...se fuera, me dejara.

Al pecoso jamás pensó en volver a quejarse con tanto odio, después de todo, supuestamente había sanado, pero el ver de nuevo a su ex-hermano menor, sintió que todos los recuerdos le caían como un balde de agua fría.

El Almirante los buscaba de manera afligida, corría por cada rincón de la ciudad, en tanto varias lágrimas se deslizaban por sus mejillas, si sus superiores se enteraban de la poca compostura que tenía en este momento, sería severamente reprendido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El Almirante los buscaba de manera afligida, corría por cada rincón de la ciudad, en tanto varias lágrimas se deslizaban por sus mejillas, si sus superiores se enteraban de la poca compostura que tenía en este momento, sería severamente reprendido.
Pero eso ya no le intereso al ver al duo, sentados en una banca de la plaza principal, se acercó con cautela, pero aún así notaron su presencia.
–No nos sigas–ordenó el revolucionario, no es que no quisiera verlo, si no que tenía miedo de que el pecoso llegara a hacerle algo.
–¿Que hacen aquí?–fue lo único que se le ocurrió cuestionar.
–Eso no es de tú incumbencia–respondió el mayor, levantándose de forma amenazante, dispuesto a una pelea, pero algo en su rostro se tranquilizó al ver la lagrimas en el Monkey–Veo que sigues siendo un llorón.
–¿Ah? ¿Que?, por supuesto que no–respondió orgulloso, en tanto se secaba el rostro con las mangas de su uniforme.

En los dos mayores, pasó un sentimiento de tranquilidad, volviendo a aquellos tiempos en los que se reían del menor por cada llanto que hacía por cosas estupidas, pero aún así terminaban ayudándolo en lo que podían, emoción que desapareció tan rápidamente como llegó.

Vida bajo cargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora