Sueños

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–Ella me cuido en la Villa Foosha, antes que...mi abuelo decidiera que sería mejor que me fortalezca en la montaña–explicó, saltándose la existencia del pelirrojo en su vida.
–Eres fuerte, ¿no?–pregunto otro de los ancianos.
–Lo suficiente como para vencer a un tigre del tamaño de esta habitación–respondió, tratando de parecer tranquilo al inmenso pánico que sentía a la posibilidad de que aquellas personas acabaran con todo lo que alguna ves conoció.
–¿Puedo sugerir algo?–solicito Kuzan, a lo que el Gorōsei asintió–Utilicémoslo de soldado, sería una gran pérdida para la Armada Revolucionaria, no vale la pena encerrarlo.
–Imposible, alguien como él jamás podría sernos leal, escaparía y nos robaría la información apenas tenga la oportunidad–protesto Akainu, quien era el otro Marine que vino con Luffy.
–Pónganlo a prueba, es mucho más eficiente ganar a un guerrero, que destruir una isla y ocupar una celda, ¿no creen?–siguió con la idea el de tez morena.

Topman se acercó al pequeño y lo examinó con más cuidado, planteándose la idea de ocuparlo al favor del gobierno.
–¿Alguna ves has matado?
–Solo animales–contestó, tenía la cabeza baja.
–Si te lo ordenáramos, ¿te atreverías a acabar con la vida de alguien?
–Si lo hiciera...¿mi isla estaría a salvo?
–Totalmente, en tanto obedezcas.

Calló, cerró sus puños con fuerza y trató de calmarse, tenía que elegir entre la vida de sus seres queridos y la suya, su respuesta era obvia, elegiría la libertad de ellos, pero aún así la idea de someterse se le hacía tan difícil de aceptar, tendría que renunciarlo a todo.
–Aceptó...–murmuró en un hilo de voz apenas audible.
–Mírame cuando te hable y repítelo más fuerte–ordeno y el azabache obedeció, era difícil ocultar que su orgullo se disipó por completo.
–Aceptó, derramare la sangre que necesiten si eso paga las vidas de mi hogar–reafirmó, de manera más fuerte. El mayor se giró hasta el "Faisán Azul".
–Queda a tu cargo, aséalo y dale el uniforme de cabo, no lo pierdas de vista bajo ninguna circunstancia.

Aokiji obedeció y lo llevó hasta una habitación que habían preparado para el Vicealmirante en tanto se quedaba allí.
Kuzan se dirigió hasta una puerta, seguido del Monkey, que resultó que llevaba a un baño, como el resto de la fortaleza, este era elegante y espacioso. El Marine comenzó a llenar la bañera con agua hirviendo, el menor temió que tuviera que meterse allí y quemar su piel, pero el adulto metió su mano y ocupando su Fruta Del Diablo, la entibió para que quedara en la temperatura perfecta, se volteó a donde él, notando aun su mirada baja y nerviosismo.
–No te preocupes, no te veré, yo por mientras iré a buscarte ropa para que te cambies, solo cuida no salir de aquí–hablo para tranquilizarlo, en tanto se retiraba y cerraba la puerta tras de si.

El menor se desvistió, lavó su cuerpo y cabello con la ducha que estaba a aún lado, para luego, ahora si, meterse en la bañera, sintiendo inmediatamente el cansancio.
Todo el aire que estaba aguantando en sus pulmones, salió a través de un suspiro, bajo su cabeza y observó todo lo que se alcanzaba a ver de su cuerpo por debajo del agua, estaba herido y algunas cortadas que le hicieron los piratas seguían abiertas, tiñendo poca parte del agua de un color rojo.
Pasaron los minutos, infló sus pulmones y sin pensarlo, se hundió completamente, acostándose en el fondo y observando las burbujas subir, para luego desaparecer en la superficie, se sentía tan fuera de sí, como si su cuerpo hubiera dejado de ser suyo, como si se hubiera perdido a sí mismo al momento de renunciar a su sueño, ¿solo esto era lo que quedaba?, ¿que una cadena apriete su cuello solo por nacer con genes malditos?
Desde ahora en adelante no habría ningún tipo de distracción para enmascarar su situación, todo el mundo se enteraría de quien era y quien lo trajo al mundo, acaso, ¿dejarían de verlo como un humano?, lo más seguro es que si, sería el sucesor de un monstruo que se oponía a la paz. No podrá pensar por cuenta propia, tendrá que ser guiado hasta que deje de serles útil, era solo un niño, pero no habría que ser un genio para entender eso.
Se quedó allí hasta que sus pulmones comenzaron a arder por la falta de aire, cerró los ojos, tal ves no seria tan malo fallecer así, sentía que era más digno que morir como un esclavo del Gobierno, pero una imagen fugaz de sus hermanos llegó a su mente y en un movimiento repentino, se levantó, volviéndose a sentar y percatándose de la presencia del Vicealmirante.
–Vaya, ya me estabas empezando a preocupar, pensé que tendría que sacarte–comentó Aokiji, mientras dejaba ropa encima del lavabo y volvía a irse.

El pequeño se incorporó y tomó una toalla de las tantas que había en un estante, para secarse y tomar lo que Kuzan le trajo, aliviado de ver un pijama y no un uniforme, aunque le quedaba algo grande gracias a su diminuto tamaño comparado con los niños que solían querer entrar a las filas de la Marina.
Al ya estar listo fue donde el soldado quien estaba a su cargo y lo vio sentado en su escritorio, rellenando papeleo.
Sin querer interrumpirlo, se sentó en el suelo, apoyándose en la cama que había y miró por el gran ventanal, estaba oscureciendo, en el exacto momento en el que el cielo se teñía de rojo por debajo del horizonte y arriba se asomaba una gran oscuridad con atisbos de luz, estrellas. Pasó una media hora en la que lo único que se escuchaba era el lápiz del Marine escribir contra el papel.
–Oye, ¿puedo preguntarte algo?–hablo el menor, ocupo una voz tenue, apenas audible, tenía miedo de romper el silencio que se instauró en el cuarto.
–¿Que sucede?–respondió, sin sacar la vista de lo que estaba haciendo.
–Por que...¿por que te convertiste en Marine?, ellos son malos.

Aquella pregunta fue suficiente como para que se detuviera con lo que estaba haciendo y se volteara a donde él, para ponerle más atención.
–¿Y tu por que te convertiste en ladrón?
–No soy un ladrón.
–Robabas con tus hermanos, ¿no?
–Era solo para financiar nuestro fondo.
–¿Fondo?, ¿para que?
–Nosotros...íbamos a convertirnos en piratas, era nuestro sueño.
–¿Quieres ser un pirata?–cuestionó, logrando sacarle una sonrisita al niño.
–No, eso es demasiado simple, yo quiere convertirme en el Rey De Los Piratas–afirmó, sin ninguna clase de duda, en su rostro apareció una gran y radiante sonrisa, que se desvaneció en el momento de recordar su situación–O al menos...iba a hacerlo.

Vida bajo cargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora