Monkey D. Luffy siempre fue un espíritu totalmente libre, indomable y feroz, como una ola chocando contra la costa, pero había algo que lo limitaba, amor, él lo sacrificaría todo por amor.
Universo alterno. (Luffy Marine)
Contiene escenas violentas...
Eran las 3 A.M, faltaban tan solo 9 horas para la ejecución de Ace, el Monkey no había logrado dormir absolutamente nada, solo se la paso ajustando el ropaje que su antigua cuidadora le había echo. Era una camisa roja sin mangas y botones dorados, la otra parte eran unos pantalones cortos, los mismos que usaba antes de unirse a la Marina. En tanto trabajaba en eso, a un lado suyo estaban las fotografías que aún conservaba en secreto, en ellas estaban sus hermanos, Makino, su abuelo, Dadan y los bandidos, su hogar.
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El equipo del de sombrero descansaba en el barco, estaban reunidos en el Sunny, allí es donde se juntaban cuando ninguno conciliaba el sueño, no era algo nuevo. –¿Creen que siga enojado?–pregunto el rubio en tanto encendía un cigarrillo. –Si, pero no con nosotros, supongo que solo está estresado, después de todo, matarán a un ser querido–le respondió Robin. –Debería de hablarlo, estoy seguro que eso lo haría sentir mejor–comento el francotirador. –No creo, él desde siempre ha sido muy cerrado con todos, incluso con Garp–les explicó Zoro, quien fue el primero en conocer al azabache. –Su salud mental está en condiciones deplorables, es algo que se nota a simple vista, sus ojeras, su forma de interactuar con el mundo e incluso la manera tan obsesiva de mantener todo bajo su control–murmuraba el reno. –Es tan extraño, tiene todo lo que este mundo puede ofrecer, dinero, fama, poder, pero no está satisfecho, él se ve tan...infeliz–manifestó la pelirroja. –Una ves su abuelo mencionó que antes quería ser pirata–recordó el esqueleto, ganándose la atención de todos. –Alguien tan apegado a las reglas es imposible que sea pirata, seguro escuchaste mal–hablo Franky. –Bueno, se supone que Luffy antes era risueño, generoso y compasivo–corrigió la arqueóloga. –Esas son tres palabras que desencajan totalmente con ese Almirante–reprochó Usopp.
No era extraño que se mostrara tan escéptico, el Monkey hace ya 6 años, salvo a su aldea y a su amiga sin pedir nada a cambio, pero justo cuando estaba por marcharse, el azabache le ofreció ir consigo, al principio se negó, no le caía bien la personalidad del Marine, pero un sentimiento extraño lo hizo seguirlo, sentimiento que fue el mismo que todos los tripulantes experimentaron al conocerlo, a pesar de una personalidad tan gris, en el fondo se asomaba una gran luz. De repente, el Den Den Mushi del carpintero sonó y este, bastante extrañado, contestó, todos se sorprendieron aún más cuando del otro lado de la línea escucharon la voz de su alto al mando. –Franky, imagino que no puedes dormir, ¿verdad? –¿Que pasa, Luffy?, es súper tarde–indagó. –Yo...necesito que tú y el resto me hagan un favor. –Pide lo que sea. –Supongo que ya saben que estarán inactivos, exceptuando a Zoro, Sanji y Jinbe. –Si, ¿por que?–lo que dijo el Almirante a continuación, desconcertó a todos.
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Eran las 6 de la mañana y el azabache hizo su maldita rutina de siempre, se bañó, planchó su ropa, ordenó su uniforme y se observó en el espejo, que segundos antes había destapado, se miraba fijamente, recordaba aquellos tiempos en los que se veía a sí mismo como una ola, fuerte como la marea, capaz de alcanzar al sol, pero ahora, en su reflejo aquella agua salvaje, se había evaporado por completo, atrapado en un molde que poco a poco lo fue secando, hasta acabar convertido en arena, sin una forma propia, si no una impuesta, que si se le era revocada, terminaría siendo solo un montón de pequeñas piedras las cuales se disipaban al chocar con una pequeña brisa, débiles ante todo, ante el mundo. Decidió no pararse a pensar demás, sin molestarse en desayunar, se dirigió a los calabozos subterráneos que había en la fortaleza, fue hasta una habitación con paredes de Kairōseki, se sentó en una de las sillas y cruzó las piernas para esperar, pasó una hora y media allí, no movió ni un solo músculo hasta que escucho la gran puerta de metal abrirse, se levantó de inmediato al ver al Portgas pasar por esta, encadenado y acompañado por guardias, en esta habitación sería donde le harían una última revisión para asegurarse que no tenga nada con que liberarse. La sorpresa se plantó en el rostro del pecoso al notar la presencia de su hermano menor, no dudó en fruncir el ceño al nuevamente tener que ver a su antiguo sol vestido de esa forma tan ridícula a su parecer. –Váyanse, yo les daré la señal para que lo lleven a la plataforma de ejecución. –A la orden–exclamaron todos los soldados al mismo tiempo, en tanto se retiraban.
En el momento en el que la puerta volvió a cerrarse, dejo de lado la compostura y se acercó de manera casi desesperada a Ace. –¿Que se supone qué haces? –Liberarte, imbecil. –¿De que carajo hablas?, ¿te volviste loco?–pregunto, alterado. –Escúchame, puedo llevarte al puerto, allí es donde está mi equipo y ellos te sacaran de aquí.
Al azabache le temblaban las manos mientras le quitaba de las cadenas con la llave que había solicitado. –D-Debes de irte, l-largarte lo más lejos que puedas.
El pirata observó al Almirante con compasión, nuevamente aquel sentimiento de nostalgia que se propagaba por su cuerpo, mezclándose con el rencor y el amor que sentía por él, emociones unidas, más el dolor de verlo de tal manera, quería consolarlo. Tomó sus muñecas para detenerlo, no permitiría que lo libere. –Lu...tranquilo, no tienes el por qué hacer esto. –Claro que tengo, A-Ace...¡tú me prometiste que no morirías!–exclamó con fuerza en tanto su voz se quebraba.
Nuevamente aquella debilidad, la que lo caracterizaba cuando el menor se postraba ante su hermano, sin contenerse, sin molestarse en intentar parecer intimidante o autoritario, quería derrumbarse y llorar en los brazos del Portgas, pero solo lograba mirarlo, en el fondo rogando que aceptara su ayuda. –Detente, obsérvame, soy un pirata, tu un Almirante, los idiotas de allá afuera esperan que me tortures y que me doblegues por completo, no que estés lagrimeando. –Ace...perdóname, juro que no quería abandonarte, no quería ser Marine, no deseaba convertirme en la mierda de persona que soy hoy, solo quería protegerlos a ambos. –Luffy, dime, ¿que fue lo qué pasó en realidad ese día?
El pecoso después de tantos años, tenía la oportunidad de saber que fue lo que le quito a su hermanito y no la desperdiciaría, solo anhelaba volver a adorarlo tanto como antes, aunque sea por poco tiempo.