38. Inocente Niñita

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Bajaba las escaleras del castillo con un pañuelo enrollado en el cuello, era la hora de desayunar y todos los estudiantes estarían ahí así que, de forma obvia, intenté cubrir cada golpe de mi cuerpo.

Con el paso de los días Mattheo empeoraba, sus celos lo volvían loco y ahora no dejaba que un chico ni siquiera respirase a mi lado.
De la mano de sus celos venían sus golpes. Ahorcarme hasta dejarme casi inconsciente, abofetearme o empujarme contra lo primero que veía.
No se porque, mi mente no es capaz de culparlo, no soy capaz de admitir que eso está mal y que no es algo sano.

Porque yo lo quiero y se que si alguien se entera de nuestras peleas nos querrán separar, y yo no quiero eso. No quiero estar lejos de él, porque cuando estamos bien no paramos de reír y pasarlo bien.
Nos queremos y aunque tenemos problemas, como todas las parejas, eso no cambia lo que sentimos el uno por el otro.

Cuando llegué a la mesa de la sala común mis amigos me miraron con el ceño fruncido a la espera de una explicación. Se podría decir que desde que volvimos de vacaciones mi estilo de vestir se ha visto un poco... Perjudicado?
Obviamente ellos se han dado cuenta de esto como de mi cambio físico y no pierden oportunidades de preguntar sobre ello o incluso bromear sobre si le estoy quitando la ropa a mi madre.

—Ya puedes explicarme que te pasa últimamente

El susurro de Tom hizo que su voz ronca acariciara con delicadeza mi hombro cuando me senté a su lado. Tragué grueso al pensar en cómo se enojaría Matt y negué mientras me separaba levemente de él.

—Nada... —mi voz sonó débil y entrecortada mientras mis manos y mis piernas se comenzaron a mover con ansiedad

—¡Ey! —murmuró con molestia el azabache posando una de sus manos sobre las mías para parar ese movimiento que me salía involuntariamente siempre que estaba al borde del colapso, ese movimiento que me había dicho mil veces lo mucho que le molestaba.

Escuché como Mattheo dejaba sus cubiertos sobre la mesa frente a nosotros y mi corazón dejo de latir. Juro que por un momento sentí que había muerto, pero a los segundos volví a la vida para que una expresión de completo horror y miedo se posicionara en mi rostro.
El hambre desapareció de mi sistema y solté la comida sobre el plato mientras me alejaba aún más de Tom.

El antes mencionado nos miraba a mí y a su hermano con el ceño completamente fruncido. Primero fijo su mirada en su hermano y la reacción que tuvo, y después la desplazó a mí haciendo que una expresión de incredulidad me hiciese temblar.

No es que Tom me de miedo, pero es de esas personas a las que temes sus reacciones, esas personas que son tan, pero tan frías que con una mirada te hace querer desaparecer. Y no es que me diera gusto verlo enojado porque la mayoría de veces terminaba temiendo por la integridad física de todos los presentes al ver su rostro.

—Espero estar equivocado en lo que pienso

Su voz sonó tajante e intercalaba su mirada tajante en ambos, haciendonos saber lo que se imaginaba.

¿Pero como le decía que lo que pensaba era cierto? Que su hermano, mi novio, me daba pánico y que me golpeaba e insultaba al mínimo contacto que tuviera con un chico. Que cuando aparecía en mi cuarto me encerraba en el baño de pánico y que me había tocado correr por los pasillos de noche huyendo de él porque amenazaba con matarme.

No se lo puedo decir. No sólo porque, es su hermano, si no porque las cosas acabarían peor de lo que me imagino y, al fin y al cabo, yo... Lo quiero.

—Metete en tus asuntos Tom —respondió Mattheo de mal humor fijando su mirada en su mellizo

—Ella es mis asuntos

Sonó tan decidido que levanté la mirada del plato con nerviosismo, mirando como mi novio se ponía cada vez más rojo de la rabia y parecía que acabaría rompiendo a la mitad la manzana que sostenía en sus manos.

—Mi Novia, no es tus asuntos, acaso te la estás follando y yo no me he enterado? —Mattheo en serio estaba furioso, y yo miraba la escena con miedo por lo que pudiera pasar y, levemente, por lo que me esperaba a mí cuando Matt me encontrara a solas

—¿Acaso tú te estás pasando de imbécil con ella? —preguntó de forma sarcástica Tom cruzando sus manos sobre la mesa

—No le tocaría ni un pelo, así que deja de preocuparte tanto por ella y búscate la tuya propia

Cuando Mattheo dijo eso algo dentro mio se rompió. ¿Cómo puede ser tan hipócrita? Literalmente se divierte golpeandome diariamente y ahora dice que él no sería capaz.
Era obvio que no lo admitiría pero, que se yo. Un simple: no, no la golpeo. Hubiera estado adecuado pero hacerte el inocente cuando es lo último que eres es algo muy bajo...

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Corrí por el pasillo mientras mi corazón latía acelerado. Mis pies daban pasos torpes y sentía que en cualquier momento me desvaneceria.
La sangre caía de mi labio y mi nariz, mientras el estómago me dolía de llorar.

—¡Vas a terminar mal comadreja!

Su voz a mis espaldas hizo que un escalofrío tensara mi cuerpo y mis pies corrieran con más velocidad. Lágrimas de desesperación comenzaron a caer por mis mejillas y poco a poco se mezclaban con el líquido rojo que decoraba mi rostro.
Cuando sentí una mano agarrar con fuerza mi cabello supe que todo se había ido al garete. Entre sus dedos estaban mis mechones rojos haciendo conjunto con sus nudillos y mi rostro, colocó su mano en mi cuello y prácticamente me arrastro de el hasta que llegamos al baño más cercano.

Mi cuerpo se retorcía bajo su agarre y mis pies pataleaban en el suelo intentando huir. Cuando la fría baldosa impacto contra mis muslos agaché la mirada y retrocedí por el suelo hasta llegar a una esquina y encogerme ahí dejando salir mis sollozos de miedo.

—Pareces incluso una inocente niñita ahí tirada. Quién diría que eres una zorra, mi amor... —comentó acercándose a mí

Mi cuerpo se tensó y no fui capaz de mirar a otro lado que no fueran mis rodillas. Sentí una de sus cálidas yemas apartar mi cabello de mi rostro, destapandolo a su vista.
Agarró mi mentón, acercó su rostro al mio y cerré los ojos al sentiresu aliento sobre mis labios. Posó sus suaves labios en mi mandíbula y los fue desplazando hacia mis labios, los que al notar su cercanía se comprimieron en un jadeo temeroso.

Junto sus labios con los míos haciendo que mi sangre se mezclase con nuestra saliva. Su agarre se suavizó y pasó a acunar mi rostro con sus manos mientras yo tenía miedo de hacer cualquier movimiento que no le pareciera bien.
Sorprendentemente separó con delicadeza sus labios de los míos y colocó su frente apoyada en mi pecho mientras yo sollozaba con la cabeza hacia atrás y él... Me abrazaba?

—Soy un mierda... —repetía una y otra vez en un susurro, a lo que parecía si mismo.

No entendí nada pero no lo cuestione, no le hable, no me moví...
Dejé que abrazara mi cintura, ambos sentados en el frío suelo de un baño, mientras yo lloraba de pavor y él me abrazaba maldiciendose a si mismo.

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MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora