11. El anillo

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Las semanas habían pasado y con ellas la llegada de la navidad.
Me encontraba tumbada en el sillón de la sala común, mis pies estaban sobre el respaldo.
A mí lado Tom estaba sentado leyendo mientras acariciaba con lentitud mi abdomen, esperando a Mattheo.
Yo esperaba a Draco para irnos juntos, los demás ya se habían ido camino al expreso pero como de costumbre Draco y Mattheo eran los que más tardaban.

-¡Ya estamos!- dijo Mattheo bajando las escaleras con su equipaje, junto a él, Draco bajaba con una expresión de rechazo.

-La próxima vez no te espero- dijo Tom haciendo a Mattheo rodar los ojos.

Nos levantamos del sillón y salimos de las mazmorras, caminamos hacia los carruajes que nos llevarían a Hogsmade para llegar al expreso, Draco seguía con cara de pocos amigos, mientras Mattheo iba haciendo pequeñas bolas de nieve y tirándomelas.

-¡Para ya!- le grité al azabache cuando mi pelo estaba completamente blanco por la nieve que Mattheo me había tirado.

El idota comenzó a reír, vi como Tom soltaba una risa débil que trató de disimular y le tiré una bola de nieve a él.

-No hacer gracia- dije con molestia y los mellizos comenzaron a reír más.

Imbéciles.

Le di la mano a Draco y vi que seguía absorto en sus pensamientos.

-Hey Coco... ¿Qué pasa?- pregunté haciendo que me mirase, de pequeña lo llamaba Coco y ahora, cuando estaba mal, solo lo tenía que llamar Coco, y su niño interior encontraba algo de calma.

-No te lo puedo decir Lexi, pero todo está bien, cuando esté mejor te lo diré- dijo con tranquilidad dándome un intento de sonrisa que le salió más como una mueca.

Llegamos a los carruajes y nos subimos en uno vacío.
Me tumbé en el asiento con las piernas sobre Draco mientras Mattheo y yo nos insultabamos y Tom nos decía lo insoportables que somos ambos.

Me tumbé en el asiento con las piernas sobre Draco mientras Mattheo y yo nos insultabamos y Tom nos decía lo insoportables que somos ambos

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Después de un largo viaje llegamos a King's Cross, donde me despedí de mis amigos con abrazos y lágrimas.

-Vamos- dijo Ron tirando de mi brazo, llevándome a rastras hasta donde nuestra madre se encontraba.

Al llegar saludó a todos con besos y abrazos menos a mí, que solo me dedico un hostil "Alexandra..." como saludo.
Estás navidades iban a ser las peores de mi vida ya que ni siquiera me hablaba con Ginny.

Llegamos a casa, todo estaba tal como lo recordaba. Subí a mí habitación y busque en mi armario algo cómodo para cambiarme, me fijé que me faltaba bastante ropa, entre ellas prendas que la familia Malfoy me había regalado.
Me apresuré a buscar en uno de mis cajones una caja muy importante pero no la encontré.

Baje las escaleras echando humo por las orejas.

¡¿Quienes se creen para quitarme las cosas?!

-Damelas- dije con severidad cruzandome de brazos en cuanto estuve frente a la que se hacía llamar mi madre.

-No se de qué hablas- dijo con desinterés volviendo ha hacer lo que estaba haciendo bajo la atenta mirada de mis hermanos.

Di un fuerte golpe en la mesa haciendo que me volviese a mirar.
-Sabes perfectamente de lo que hablo, dame mi ropa y la caja- dije notando como mi enojo crecía.

-Ah, eso... Lo pasamos al cuarto de Ginny porque necesita ropa, y la caja, simplemente tu no lo usas Alexandra, no hagas un espectáculo de todo- dijo con toda la tranquilidad del mundo quitándole importancia.

-¡Son mis cosas, no tenéis derecho a dárselo a nadie!- grité mientras mis hermanos miraban con atención la escena.

-¡Tus cosas son mis cosas, no te confundas niñata insolente!- grito mamá cómo respuesta.

-¡No, no son tuyas porque son regalos que me han hecho, a mí!- grité con impotencia perdiendo la paciencia -¡¿Sabes?!¡Qué mi maldita hermana se quede con la estúpida ropa, pero dame la caja!- dije cediendo.

-Nada de la caja, no es tan importante- dijo rodando los ojos y yo sentí mis ojos arder de la ansiedad y la impotencia.

-¿Me vas ha decir tu lo que es importante para mí?- dije con una risa irónica y me acerqué más a ella.

-¡No tengo la maldita caja, la tire!- grito y en ese momento sentí mi cuerpo fallar.

Sentí la ansiedad aumentar y salí corriendo hacia mi cuarto.
Al entrar cerré la puerta con un portazo ignorándo los insultos que mi madre me gritaba desde el piso de abajo.

Esa caja tenía un anillo que la familia Malfoy había vuelto ha hacer solo para mí, era de Draco pero él me lo dio y ellos lo volvieron ha crear, cambiando el diseño por uno más acorde con mi estilo y personalidad.
Era de plata, fino y daba la impresión de ser un anillo de bodas, la simulación de una enredadera decoraba el anillo y una llamativa M estaba en el centro, lo que le daba el toque era que en el interior tenía grabado mi nombre, con el apellido Malfoy sustituyendon Weasley.

Me tiré en mi cama y comencé a llorar, ellos me habían confiado una joya familiar y la habían cambiado solo por mi. Y yo no fui capaz de guardarla como era debido.

Estuve toda la tarde y noche llorando, ni siquiera baje a comer o cenar.
Me sentía mal, aquí no tenía a Draco o a Tom, aquí estaba sola, yo sola en un constante combate contra mi propia familia.

Sería media noche cuando una figura cruzó el umbral de mi puerta, Ron se acercó a mí y comenzó a acariciar mi cabello mientras yo seguía tumbada bajo las frías y delgadas sábanas, comencé a llorar y el solo se tumbo a mi lado, abrazándome y consolando mis sollozos.

Me sorprendió pero no emití palabra alguna, era la primera vez en muchos años que mi mellizo y yo volvíamos a parecer cercanos.

Con el pasar de los minutos, ambos nos dejamos caer en los brazos de Morfeo, aún abrazados y con mis ojos hinchados de tanto llorar.

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-Las verdaderas amistades
son las que en malos
momentos te buscan y se
quedan contigo, te dicen un
"todo estará bien"
"estoy aquí"
y no te juzgan por llorar,
gritar o estar silencio,
solo están ahí pensando
en que hacer para
que vuelvas a estar
bien-

MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora