50. Un error lo tiene cualquiera...

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Caminaba con aburrimiento por la mansión Riddle, llevaba aquí bastante tiempo a mí parecer y ya no tenía nada que hacer en esa habitación.

Vi a Mattheo cruzar frente a mí distraído con algo que llevaba en sus manos y me apresuré para quedar junto a él.

—Buenas...

—Dejame irme —pedí directamente y él se atragantó con el humo del cigarrillo que se estaba fumando

—No seas pesada, llevo diciendote el porqué no puedo días, deja de insistir —se quejó cruzando sus brazos mirándome con cansancio ante mi insistencia

—Pero me quiero ir —volvi a decir y él rodó los ojos, bien, hora de intentar manipular— Venga Matty... Por favor...

Me acerqué a él y comencé a jugar con el colgante de su cuello, vi como elevó las cejas con diversión y colocó ambas manos en mi cadera juntando mi cuerpo con el suyo. Solo lo llamaba Matty cuando estábamos teniendo sexo, así que espero que funcione o al menos lo dejé pensando.

—No juegues a esto muñeca... —se agachó y dejó su rostro en mi cuello, si respiración acariciaba mi piel y un escalofrío tensó mi cuerpo ante su cercanía

—No se de qué hablas —mentí inocentemente y llevé mis manos a su abdomen, bajando poco a poco camino al borde de su pantalón

El río sobre mi cuello y dejo varios besos en este, aunque también succionó dejando seguramente marcas. Intenté ahogar un jadeo y el sólo se separó y se fue. Dejándome allí en medio, sola y con una excitación que nunca admitiría a nadie.

Ese chico me pone muy nerviosa, y eso no es justo.

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Seguían pasando los días y ya había buscado todas las maneras posibles de salir de aquí, pero ninguna funcionaba, porque o todas las puertas estaban cerradas o había mortifagos custodiandolas.

Estaba en mi habitación tumbada bocabajo en mi cama, pensando en cómo estarían mi hermano y la gente de la boda. Me preocupaba que les hubiera pasado algo o que los mortifagos los tuvieran retenidos.

Mientras pensaba la puerta se abrió sin avisar y alguien entró sin hacer el mínimo ruido.

—Luego no te quejes si entro a tu habitación sin llamar Tommy —Me quejé con una sonrisa y me senté en la cama mirandolo, mientras se acercaba a mí

—Solo hago lo que tú haces siempre —se encogió de hombros y se sentó frente a mí

Con uno de sus dedos apartó mi cabello de mi cuello y elevó sus cejas al ver las marcas que Mattheo había dejado.

—Ya veo que os habéis reconciliado...

—No, claro que no, solo es que tú hermano es idiota, eso es todo —me excusé y el asintió sin creerse mucho mis palabras

—Bueno, ¿Qué tal? No estoy mucho por aquí y me gustaría saber como esta la princesa de la casa —dijo eso serio y cuando me tumbé sobre la cama comenzó a acariciar mis piernas delicadamente

—No lo sé, no he visto a Naguini últimamente —agregué con diversión y él soltó una carcajada

—Buen punto... —asintió entre risas y yo lo miré sonriendo, era mucho más lindo cuando sonreía...

—¿Sabes? Eres más lindo cuando te ríes —admití y el me miró a los ojos fijamente

Se tumbó a mi lado sin decir ni una palabra y siguió acariciando ahora mi abdomen, yo dejé que la tranquilidad me inundara y dejé mi cabeza reposar sobre el hombro de Tom. No preguntéis como pero acabemos luego de un rato con los brazos de Tom al rededor de mi cintura, mi cabeza en su pecho y mi pierna sobre su cuerpo. Mientras él acariciaba está pierna sobre él llegando hasta el comienzo de mi trasero.

MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora