Las vacaciones pasaron volando como siempre, solo que ésta vez los comentarios pasivo agresivos de mi madre se hacían cada vez más presente. Hablando de mi peso, dejándome sin comer y diciéndome que debería adelgazar porque si no nadie querría estar conmigo.
Dejé de usar ropa pegada y el miedo a que cuando Mattheo me viera me dejara crecía con el tiempo, sinceramente no entiendo cómo las palabras de mi madre han hecho tanto efecto en mi. Tampoco es que haya querido hablar con mis hermanos, lo han intentado sorprendentemente pero no les he abierto la puerta.
Las cartas de los Riddle y de los Malfoy las he dejado de responder, me da como asco mirarme en un espejo, y no puedo evitar llorar cada vez que lo hago porque me veo extremadamente pasada de peso. Y ya no sé si es porque lo estoy o por todo lo que me ha dicho mi madre durante las vacaciones.
Estaba en mi cama sentada, jugando con Chleo mientras la gata ronroneaba tontamente.Una lechuza completamente negra se acercó a mí ventana, por lo que había visto era de los Riddle así que me levanté y le abrí para que el animal pudiese pasar.
Le puse un poco de comida y agua para que se recuperara del viaje y miré de quién era la carta.
No tenía nombre pero al abrirla si pulcra y perfecta caligrafía me dejó saber, que era de Tom Riddle:
“Lexi, no se qué diablos te pasa, y creeme cuando digo que no me hace gracia que ignores las malditas cartas.
¿Estás bien? Solo dime si tengo que ir a por ti, solo dime si sigues viva al menos. No me ilusiona que estés lejos de nosotros y lo sabes, no me agrada que pases un solo segundo en peligro y con tu familia lo estás.
Por favor aunque sea un estoy bien pero di algo o me voy ha presentar en tu puta casa niña.
Estás acabando con mi paciencia y no querrás verme llegar lanzando crucios por la puerta de tu madriguera”No pude evitar sentirme mal al leerla, era obvio por como escribia que aparte de preocupado estaba demasiado molesto, lo entiendo.
A mí no me haría gracia que me ignorasen diariamente, pero simplemente no estoy de humor para hablar con nadie y tampoco para contarle mis problemas.Dejando salir un suspiro profundo de mis labios me acerqué a mi escritorio y puse la carta en un cajón donde guardaba todas las cartas que me habían mandando.
Me quedé vacilante mirando un pergamino que estaba sobre el escritorio, mi mirada se movió hacia la pluma que estaba a su lado y de forma impulsiva mi mano se movió hacia esta.
Comencé a escribir en el pergamino un corto mensaje que respondía a lo que Tom preguntaba: “Todo está bien”.Y sí, aunque le estoy mintiendo le he respondido y no se puede quejar.Lo enrollé y lo até a la pata del animal color azabache, dejando que ésta volara de nuevo dirección a la mansión Riddle.
Los días pasaron y con ellos la navidad, quedaban dos días para volver a la escuela y la verdad, por primera vez en años no quería ni aparecer por allí. No quería ver a mis amigos, no quería ver a Mattheo, más bien, me da miedo. Miedo a que se rían de mi físico o a que todos noten lo que he engordado.
Bajé las escaleras a la hora del almuerzo, la verdad no tenía hambre, solo queria ver si lograba encontrá algo de baja caloria por ahí.
Llegué al comedor y todos se quedaron mirandome, la verdad me sorprendió, porque no eran miradas normales. Ginny me miraba con extrema pena, Ron me miró con preocupación y los gemelos con una mezcla de sorpresa y enojo.—Alexandra, no creo que quieras comer, no? —habló mamá mirándome de arriba a abajo con una mirada despectiva.
—Oh, no... —negué y sentí la necesidad de cubrir con mis brazos mi abdomen aunque llevara un pijama dos tallas mayor a la mía.
—Genial, lo digo por tu bien querida, no puedes seguir con ese físico si quieres conseguir a alguien que te quiera —habló de nuevo con su tono pasivo agresivo.
Esa frase que me había repetido durante todas las vacaciones, agaché mi cabeza y mi mente voló rápidamente a la imagen de Mattheo, como sonreía cuando me miraba, como brillaban sus ojos...
Mi labio inferior tembló levemente al pensar en cómo reaccionaría Mattheo al verme en este estado tan... Asqueroso.—Ella ya tiene a alguien mamá, así que dejala —me defendió Fred con molestia, rompiendo el abrumador silencio.
Lo miré con los ojos humedecidos y mi madre parecía haber recibido una bomba, se giró a mirarlo, al igual que todos mis hermanos y mi padre, los cuales estaban igual de sorprendidos.
—¿De qué estás hablando Fred? —preguntó con un tono severo mamá.
Miré suplicante a mí hermano mayor y el chasqueó la lengua al ver mi expresión.
—Nada, solo digo que muchos quieren salir con ella en Hogwarts —mintió haciendo que George y yo suspiraramos con alivió
—No lo creo, y menos ahora cuando vuelva y vean lo gorda que está. Sin ofender cariño pero enserio, tienes que comer menos —habló y nuevamente me atacó como se había vuelto costumbre
Yo asentí agachando la mirada, había dejado de comer, que se supone que debo dejar de comer? Si ni siquiera como nada.
La tarde pasó normal, recibí una carta de Draco, donde me decía que me extrañaba y que se sentía solo, que tenía miedo. Me decía que me necesitaba...
¿Y yo? Yo simplemente los estaba evitando por mi puto egoísmo, solo estaba pensando en mi, pero podían culparme? No, no podían, nadie puede juzgarme porque nadie sabe lo que es sentirte en un cuerpo que no te pertenece, en un cuerpo que te da asco e intentarlo todo para acabar con el sufrimiento sin que nada funcione.
Dieta, ejercicio, comida... Nada funcionaba, yo solo me veía más y más sobrepasada de peso, y los comentarios de mi madre no ayudaban.Mentiría si dijera que no extraño a mí hermano, y no hablo de mis hermanos biológicos, hablo de Draco.
En realidad extraño a los tres chicos de mi vida, a Mattheo, a Draco y a Tom, pero el miedo era mayor y mi mente no dejaba de pensar en cómo me apartarían al verme.___________________________________
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MI PERDICIÓN || MATTHEO RIDDLE
Fiksi PenggemarAlexandra Weasley, la primera hija mujer de los Weasley empieza su aventura en Hogwarts sorprendiendo a toda su familia. Siempre pensó que el amor era una perdida de tiempo hasta que en quinto año algo la hizo cambiar de opinión... La llegada de una...