Ocho: La vida, la muerte y un ensayo.

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Brooklyn:

Era el día de la primera lluvia de ideas para el ensayo, así que me dirigía a la biblioteca a encontrarme con Peter.

El instituto East High era algo monótono, a decir verdad, si ya no era obvio que estaba harta de tener que ir allí a recibir mi educación secundaria.

Todos los de nuevo ingreso se maravillaban por su fachada moderna y salones pulcros, bien cuidados y docentes supuestamente "impecables y hábiles en el campo". La realidad era que East High había sido remodelado, yo había llegado antes de eso, y había conocido el verdadero plantel: un lugar tan desorganizado que incluso robaban a los alumnos, las ventanas estaban rotas y las condiciones de las instalaciones eran precarias.

El tiempo había trascurrido, y con ello había llegado un nuevo director que había prometido devolverle la calidad y el brillo a aquella institución. Y aparentemente, lo había logrado. Pero era en el centro de todo donde estaba el problema, en la calidad humana de todos los que allí entraban. Esperaba que con el ensayo pasase igual de desapercibida que siempre, aunque me muriese porque mi voz provocase un cambio.

Pues, a veces unas instalaciones bonitas no bastaban si con lo que en realidad se quedarían los estudiantes era precisamente lo que ese lugar no tenía.

Al llegar a la biblioteca, intenté callar mis voces internas; disimulando mis temblores también.

Saludé al muchacho en cuestión con un apretón de manos, mis piernas flaqueaban debido a un leve ataque de ansiedad que me daba al estar con gente nueva. Peter era bueno, pero yo era ansiosa, no podía evitarlo.

Vi que el destello azul de sus ojos se centró en mis temblores por un momento, pero el chico era muy bueno disimulando.

—Ven, siéntate. Te ayudo...

—¡Perdón! Sé que puedo parecer un desastre y en realidad a veces sí lo soy, pero para ser honesta mis temblores son algo inoportunos, como ahora, y...

A veces hablaba como una carretilla sin frenos. En momentos ansiosos aún más.

—Está bien, Brooklyn. —dejó caer ambas manos en mis hombros y acomodó una silla— Concentrémonos en el ensayo. Siéntate.

Dejé que el peso de mi cuerpo chocara con el material de la silla, y respiré hondo. Si Peter Adams era extraño, yo, a veces, lo era aún más.

—Me parece que es importante resaltar que la educación no está en los libros o en obtener siempre buenas calificaciones. Está en todo lo que hacemos. En cómo tratamos a las personas, en nuestros valores y esto muchas veces se adquiere en institutos como estos, así que...—empecé a decir yo.

—Así que, tanto los profesionales de la docencia como los mismos alumnos deben forjar su carácter en base a lo que se les enseña aquí. Por ello, si se puede tomar en cuenta asignaciones como estas para evolucionar como seres humanos, también lo haremos juntos como sociedad. Pero sólo si se tiene una mente y un corazón abierto al cambio. —concluyó Peter

Era increíble lo mucho que coincidíamos. Al terminar eso conversamos, y llegué a conocerlo muchísimo mejor.

—Entonces, ¿te gusta el rock alternativo?

—¡Sí! Rock alternativo, los idiomas, la literatura...

—Madre mía, sí que somos los raros del salón. —comenté entre risas

—¿A caso a los demás no les gusta eso?

—¿No los viste bañándose en ponche en el baile y...Ya sabes?

Él rio, y se cubrió el rostro con las manos. Si se incomodó al imaginarse un montón de chicos y chicas con las hormonas al cien, pues era su problema. Yo también tuve que ser "la chica nueva" imaginando todo eso por mí misma; así que no quería que él pasara las mismas vergüenzas que yo.

—East High es todo un caso, ¿eh? —comentó alegremente a la salida.

Yo asentí y nos despedimos con un movimiento de mano.

...

Ya en casa, mientras yo tomaba jugo de naranja con una pajilla, mi madre preguntó:

—¿Cómo te va en el ensayo con Peter Adams, cariño?

—Bien, mamá. ¡Al fin algo de libertad de expresión en East High!

Ella arqueó una ceja, dubitativa. Aún no aceptaba que en ese instituto seguían tratándome como una basura.

Al caer la noche, tuve otra de mis pesadillas.

Veía a una mujer, con cabello largo y oscuro. Su piel era tan blanca como la tela de su vestido. Tenía un arma en su mano y disparaba al azar.

Mientras tanto, ella y el sonido tormentoso de los disparos me guiaban por un laberinto.

De esta manera, un rostro negro como las alas del ángel de la muerte apareció ante mí, al llegar a la única encrucijada que había en el lugar rodeado de verdes enredaderas y arbustos que creaban dicho laberinto.

El rostro negro como el carbón, como el perecer junto a un amante que ha perdido lo que más ama en el mundo, goteaba sangre por la boca.

Seguidamente, la mujer apareció ante mí y con una entristecida y totalmente devastada expresión facial expresó las siguientes palabras:

—No hay otra salida.

Y así, se disparó en la cabeza.

Desperté, con lágrimas en los ojos.

Sollozando, lamentándome.

Con el alma en mil pedazos, porque cuando se te diagnostica algo así, te sientes de esa forma siempre.

Como que te estas ahogando, como que, en efecto no hay salida.

Pero, aún con todo lo que mi mente me hacía vivir, yo seguía luchado.

Seguía luchando porque, en el suelo donde entierran a los difuntos, también crecen las flores e incluso las personas como yo merecen ser abrazadas por el ángel de la vida.

Porque la vida y la muerte son dos hermanas, que se pelean por ver quien es la que triunfa más. Pero lo que no entienden es que fueron creadas con el mismo propósito: acoger a las almas que más necesitan de sus lecciones.

Sentimientos Sangrientos (Lis Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora