Peter:
Entrelacé nuestras manos, y nos dirigimos hacía un campo, muy lejos del centro de la ciudad. Los pastos eran verdes e incluso había unas pequeñas flores blancas en hileras que, según Brooklyn, formarían lindos dibujos si alguna vez alguien podaba este lugar.
El cielo estaba gris, pues acababa de parar de llover, pero también había rayos de sol. Se podía sentir el sol, créanme.
Tomé una última bocanada de aire fresco y sin separarme de su mano, saqué de mi chaqueta una carta y empecé a decirle:
—En mi funeral, dale esto a mi madre, por favor. Es mi despedida.
Los rayos del sol se reflejaron en su cabello, la hicieron ver rubia de nuevo. Me gustaba eso.
—No puedo darte mis ojos, pero bueno, justo ahora estoy viendo cosas también. Somos más parecidos de lo que crees, cariño mío. Nunca supe si tenía tu misma enfermedad o si en realidad es que fraternizamos con espíritus. Quien sabe.
Ambos reímos. Era algo que nunca llegaríamos a saber.
Yo seguí hablando:
—Cuando la semana termine, ve a tu cita con el doctor Adam. Es un buen tipo. En mi ausencia, cuida de ti por favor. Ríe, escribe, enamórate de alguien más. Pero por favor, no dejes de vivir. No dejes tu vida de lado por mi pérdida. Intenta gestionar tu sentir, para que así puedas existir con plenitud. Y ama. Ama con locura, Brooklyn Wright. Porque es el amor que me diste, lo que me dio las fuerzas para entender que, incluso mientras aceptas la muerte, hay paz. Tú hiciste eso. Y por eso te amo.
—¿Qué le diré a las otras personas? Cuando...
—Creerán que fue un suicidio. Pero simplemente soy una persona que cometió un error, hice un pacto con el personaje del cuento que hemos olvidado porque creí...
—Que no había salida. Lo sé. —razonó ella.
—Gracias, Brooklyn. Tú eres y siempre serás mi cascada de ilusión.
Hubo un silencio solemne que ninguno de los dos quiso romper, hasta que:
—¿Estás listo? —inquirió el personaje de voz oscura, rostro enrojecido y agujeros en los ojos. El que supuestamente todos habíamos olvidado. Había venido a sellar su pacto.
—Sí. Está listo. —comunicó el chico rubio. Ahora, su vestimenta era blanca y sus ojos se habían vuelto cristalinos.
Y lo estaba. Todas las partes de mi ser finalmente lo estaban.
—Nunca dejes que las lágrimas opaquen tu hermosa sonrisa. —concluí, mirando a Brooklyn una última vez.
Besé su frente y escuché el impacto de un rayo y dos disparos.
Eso había sido todo.
Y estaba en paz con ello.
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Sentimientos Sangrientos (Lis Version)
Teen FictionEn un Londres aparentemente tranquilo, hay una chica que lidia con voces en su cabeza debido a su exacerbada emotividad y diversos traumas del pasado. Conoce a un chico que, igual que ella, no sabe controlar sus demonios internos en esta lucha que l...