Cuatro: Un desorden químico.

18 4 7
                                    

Brooklyn:

Después de tres semanas, el sujeto volvió.

—¡Eh, niñita!

Su rostro estaba desfigurado. Como si lo hubiesen masacrado con una hojilla.

—¿Me extrañaste? —preguntó.

Se acercó con lentitud hacia mí, con los salvajes movimientos de un depredador.

—Esta noche, traigo a alguien conmigo.

Y así, vi cómo Emma emergía de las sombras. Una parte de su cuerpo era sólo el esqueleto y su otra mitad era piel, cicatrices y sangre.

Él la tomó por las sucias hebras de cabello que le quedaban y dijo:

—La llevaré conmigo, Brooklyn. La llevaré a donde se arrastran todos los demonios, un lugar que ya de por sí tú has visitado. En tus peores pesadillas, de mi mano. Un lugar vil y vacío, al igual que tu alma, que hemos creado juntos...

De esta forma, con escenas dantescas de la chica con la que había compartido mis secretos, todo se volvió a esfumar.

Así era siempre con todo lo que me hacía ver y escuchar mi mente.

Jugaba con mi percepción de la realidad, mientras mi estabilidad emocional estaba en el medio. Mientras yo estaba en el medio.

Era un desorden químico, un desbalance en mi cerebro. Pero, ¿y si todo esto era real? ¿Y si la palabra "loca" representaba un nuevo destino para mí? ¿Una absurda etiqueta en un mundo que, con todo el jodido dolor del mundo, era sólo mío y de nadie más?

Porque nadie podía entrar a mi cabeza.

Nadie podía entrar a aquello que el sujeto siniestro y yo habíamos creado.

Había escuchado decir que "todas las mejores personas en el mundo estaban un poco locas", pero, ¿y si conmigo no era así?

En este cerebro sólo había un manojo de deseos y aspiraciones de ser libre y plena a pesar del maldito diagnóstico. En este cerebro, tan sólo se quería encontrar la paz en medio de la tormenta.

Y ponerle el final feliz a una historia de sangre, cerebro y corazón.

Recuerdo bien sentir, en las primeras sesiones con el doctor Adam, que al fin tenía a alguien en quien confiar, alguien que no se burlaría de este desbalance, alguien que genuinamente me quería ayudar.

Todo comenzó dos años atrás, donde la ansiedad me carcomía por completo. Donde me era imposible respirar.

Me di cuenta que mi sentir no era normal, así que busqué ayuda. Me costó conseguirla, conseguir que me creyeran, pero finalmente lo hicieron.

Y así, este cerebro desbalanceado que sólo anhelaba paz, empezó el tratamiento.

Porque todos merecemos una segunda oportunidad en esta vida.

Sentimientos Sangrientos (Lis Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora