Brooklyn:
Peter estaba en el hospital. No, no lo podía perder a él también. Tenía que hacerle saber que me importaba cómo se sentía. Porque eso hace un verdadero amigo.
Llegué de forma rápida y cansada. Estaba dormido, más pálido de lo normal. Tracé con delicadeza formas en la palma de su mano con mis dedos, estaba helado.
Verlo así, entre esas cuatro paredes y el nauseabundo color verde menta que nos envolvía, me llevaba de vuelta al principio. Me llevé ambas manos al rostro hasta cubrirlo y desesperada, sollocé.
Una voz de enfermera tranquilizadora llegó hasta mis oídos:
—Tranquila, querida. Eres su amiga, ¿cierto? Pobre chico, tuvo mucha suerte. Casi pierde la vida.
A mi alrededor se percibían más sollozos y lamentos de familias que habían perdido a un ser querido, tan desafortunados y desgarradores que los podía sentir a través de las paredes que nos dividían. Esto me enseñaba que, a pesar de no ser la persona más religiosa del mundo, todos seguíamos siendo hijos del mismo Creador; con los mismos pesares y vicisitudes a superar. Seguimos viniendo del mismo padre, llegando con el mismo fin a este universo: vivir plenamente hasta que se nos lo permita.
Recordaba las palabras de los profesionales al preguntar qué había pasado:
"Tuvo una sobredosis", dijeron. Pero, ¿por qué? ¿Por qué había querido terminar con su vida?
Sé que es difícil, sé que a veces esa parece ser la única solución. Pero, ¿por qué, si tenía a una amiga sincera a su lado? Tal vez no había sido suficiente.
Y la voz que había creado la oscuridad aparecía de nuevo:
—¡Peter Adams te odia! ¡Nadie nunca te podrá querer!
Así era siempre. Cada vez que ocurría algo significativo en mi vida, fuese bueno o malo, la voz se encargaba de restregarme en la cara que era mejor si me cortaba el cuello.
Y yo, a pesar de eso, vivía. Intentaba que todos mis esfuerzos bastasen, para continuar en tierra.
Cuando ya me estaba alistando para irme, vi cómo el universo zafiro de sus ojos se encontró con la preocupación de los míos. Aquellos que, con sólo una mirada, me decían que siguiera luchando.
—¿Brooklyn? —articuló débilmente las letras en mi nombre.
—Aquí estoy, Peter. Aquí estoy. —respondí.
De esta forma, con un tono de voz solemne, me confesó lo que había sucedido.
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Sentimientos Sangrientos (Lis Version)
Novela JuvenilEn un Londres aparentemente tranquilo, hay una chica que lidia con voces en su cabeza debido a su exacerbada emotividad y diversos traumas del pasado. Conoce a un chico que, igual que ella, no sabe controlar sus demonios internos en esta lucha que l...