Peter:
—¿¡Cómo demonios pretendes que se lo diga?!
El chico de cabello cuan rayo de sol me observaba desde arriba, en el techo de mi habitación.
—Sé que no es fácil, pero debes hacerlo.
Y con estas palabras, tan sólo se esfumó.
—¡No me dejes así!
Si me escuchó, no se molestó en volver a aparecer. Ya ni siquiera a él le importaba el hecho de que pronto tendría que desaparecer de la faz de la Tierra. Quizá era porque él constituía otra parte de mi ser, aquella que sí había aceptado todo esto, y por eso actuaba tan deliberadamente. Quizá era porque él, al formar otra faceta de mi cuerpo y alma, me rogaba que me apiadase de la parte que aún quedaba aquí en la Tierra. Que dejara los rodeos y hablase con sinceridad.
—Hola, Peter. —escuché que saludaron. Era una voz dulce, atrayente. Una que no había escuchado nunca antes.
Pertenecía a un niño pequeño, con cabello azabache, ojos expresivos y una gran sonrisa que le iluminaba el rostro.
—Hoy vengo a contarte una historia.
Las fantasmales siluetas de mi madre y de Steve aparecieron ante mí.
—¡Sabes que te pago bien por hacer esto! —le gritaba el hombre.
Vi cómo la arrastraba con él hacia una habitación.
—¿Quién es él? —pregunté, algo perturbado.
—Él es mi padre.
Aquel pequeño niño era...Mi hermano.
—Nuestros padres se conocieron en una de esas noches. Él era uno de sus clientes. Se casaron. Sin embargo, ella siguió entregando su cuerpo a desconocidos, porque su adicción regresó. Lamentablemente, el amor no puede...
—Curar una adicción, ni una enfermedad. —terminé de decir yo.
—Por más fuerte que sea. —asintió él y continuó relatando la historia— El tiempo pasó, cuando cumplí tres años, al jugar a la pelota en medio de la carretera, un auto se interpuso. Fue un accidente.
Entendía ahora por qué mamá, en mis cumpleaños hasta que mi padre volvió a casa cuando tenía once, siempre era tan protectora sobre los sitios de juegos a los que me llevaba. Nunca me habló de este niño que tuvo, y quizá entiendo por qué: los prejuicios sociales hacia las trabajadoras sexuales. Pero aquí me daba cuenta de lo que yo siempre había pensado: esas mujeres eran tan humanas como cualquier otra persona. Tenían familias, conocían la pérdida, el abandono, el dolor.
También, por una parte, el abuso de ciertos hombres que se aprovechaban de su posición y poder sobre ellas...
Pero todo esto no las convertía en "putas", no las hacía menos merecedoras de un futuro donde tuviesen estabilidad, felicidad. Todo esto no las hacía menos merecedoras de ser amadas por lo que eran en realidad, y no ser rebajadas a "simples drogadictas, locas sin dinero".
La voz del hijo de mi madre y hermano perdido me sacó de mis pensamientos.
—Recuerdo la mirada afligida de nuestra madre. El rostro de una mujer que había perdido lo más valioso en su vida. Recuérdale que la amo y que siempre estoy a su lado.
Y con un breve e inesperado "te quiero", desapareció.
El final estaba más cerca. Esperaba mi muerte con una gran melancolía. Quería abandonar este mundo lleno de gente cruel. Dejar de lado la presión en el pecho que sentía cada vez que salía a la calle. La taquicardia. Los mareos. Todo, todo de una vez.
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Sentimientos Sangrientos (Lis Version)
Novela JuvenilEn un Londres aparentemente tranquilo, hay una chica que lidia con voces en su cabeza debido a su exacerbada emotividad y diversos traumas del pasado. Conoce a un chico que, igual que ella, no sabe controlar sus demonios internos en esta lucha que l...