Veintiséis: Contigo lo tengo todo.

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Brooklyn:

Esa noche en mi habitación, pude ver cómo las paredes, antes pintadas de un rosa pálido y decoradas con los posters de mis bandas favoritas ahora se bañaban en sangre.

Y la voz que creó la oscuridad, se dignaba a pronunciar frases, nombres, apodos que me desgarraban el alma y la integridad por completo.

—Brooklyn, ¿nos escuchas? ¡Eres una maldita pe...

Y sí. Lo decían. Me llamaban así y todos sus derivados. Me llamaban prostituta también a veces, ya que ellas no tienen hijos, no tienen familia, no tienen deudas; ¡claro que no! sólo son eso: mujeres que venden su cuerpo. O eso es lo que el mundo nos ha enseñado, pues ¿y si hay más detrás de ese nombre que la sociedad machista les puso? ¿Y si lo hacen porque no tienen otra opción?

La verdad es que ni ellas merecen ser rebajadas. Ni ellas ni yo. Pero desde que aquellas manos danzaron injustamente sobre mi abdomen, estas voces que mi mente había creado, me empezaron a llamar así. Me empezaron a susurrar con tintes macabros que nunca sería amada de la manera que yo leía en los libros de cuentos.

Así pues, mientras veía esos preciosos posters ser arrancados, y ese rosa ser reemplazado por rojo, escuchaba mi nombre; pero yo...Me hundía en sueños.

Si es que a mis pesadillas se les podía llamar así.

Y es que, conmigo, no había diferencia. Vivía mis pesadillas sin importar si tenía los ojos cerrados o abiertos. Más sin embargo...

Brooklyn...

Brooklyn...

—Brooklyn, cariño mío...

Estaba en los brazos de mi madre. Yo temblaba.

—¡Mamá, lo siento! ¡Perdóname!

Sollozaba. Ella estaba a punto, se veía en sus ojos, pero se controló.

—¿Y eso por qué? Si no has hecho nada malo...

—¡Sí lo he hecho! ¡Porque siempre pienso que nada de lo que hago es suficiente para compensarte todo lo que haces por mí! ¡Y a veces siento que no puedo con todo, ¿sabes?

Mis lágrimas manchaban su jersey de colores. Le gustaba vestirse así, y yo siempre le decía que estaba hermosa, aunque hasta para bellezas como ella fuese imposible creerlo.

—¿Y quién dijo que tenemos que poder con todo siempre? —cuestionó, con dulzura— Lo importante es tener apoyo, linda. Porque a veces tenerse a uno mismo no es suficiente. Y yo también lo siento si alguna vez te hice sentir como que tus esfuerzos no eran suficientes. Siempre lo son. Porque tenerte como hija ya es todo lo que necesito para sentirme plena, ¿está bien?

Yo asentí y me aferré a su pecho. Nos quedamos así hasta que, por un rato, dejó de doler. Así era siempre. Siempre dejaba de doler por intervalos de tiempo en donde yo podía volver a jugar con eso de ser una chica normal.

Y con ella a mi lado, sí que lo tenía todo.

Sentimientos Sangrientos (Lis Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora