Peter:
Abrí mis ojos.
Antes de todo el caos, mi madre siempre decía que mis ojos eran como divisar el océano más azul para ella. Que, al contemplarlos, sentía calma.
Un día me dijo que todo lo que viniese de ese azul oceánico, jamás sería en vano. Y que haría todo lo que estuviese en sus manos para que mi mirada jamás se tornase gris y caducara.
Pero en ese momento, ella no estaba allí para recordármelo.
Las únicas dos "personas" que estaban ahí, eran la joven de cabello largo y el tonto de mirada carmesí, si es que a algo como eso se le podía llamar "persona". Lo escuché diciendo:
—Habla con ella antes de que sea demasiado tarde. Sabes muy bien que pronto llegará el momento.
—Brooklyn, hay algo que debes saber —intenté decir.
Pero ella puso su dedo índice en mis labios, callándome y diciendo:
—No digas nada por ahora.
Y así, el de cabello rubio de esfumó. Ya no percibía su silueta en la habitación.
...
Pasaron dos semanas hasta darme de alta, finalmente. Mi madre no se apareció en ninguno de los días que estuve allí, hasta donde supe, sólo le mandaba e-mails al hospital y así colaboraba con el dinero. Quería mantenerse en el anonimato.
No la culpaba, corría mucho riesgo el que descubriesen que consumía. Lo último que quería y necesitaba era que la luz de mi vida estuviese tras las rejas o que las autoridades la llevaran lejos de mí.
Al llegar a casa, la luz de unas cuantas estrellas me dio la bienvenida. Al desplomarme sobre la cama, supe que esa luz que tanto me gustaba, a veces también podría contribuir a ser el escenario perfecto para mis pesadillas.
—Con que aquí tenemos al jovencito de mamá...—dijo el chico que siempre me visitaba, en noches como esa.
Con una sonrisa sedienta de sangre y el filo de una navaja, empezó a herirme, mientras gritaba:
—¡Acepta quién soy!
—¡No sé de qué estás hablando! —contradecía yo.
Las heridas sangrantes que dejó en mis brazos probablemente permanecerían allí durante los próximos días.
Era un dolor macabro, malsano, impensable. Pero no sólo lo estaba sintiendo mi piel, también lo hacía mi alma.
—¡Ya basta! —suplicaba, mientras las lágrimas brotaban de mis ojos.
—Tal vez si utilizo a otra persona cambies de idea, ¿a que sí? —propuso, con una sonrisa aberrante.
La silueta de Brooklyn apareció entre la penumbra. El espectro que me perseguía la tomó y empezó a lastimarla con la misma arma blanca que a mí.
Al ver esto, algo escandalizado, intenté acercarme para ayudarla, pero al intentar tocarla se desvaneció.
—Oh, Peter...—el chico se paseaba por la habitación como si fuese el completo rey y soberano de ésta— Aún no te escucharé decirlo en voz alta, ¿cierto?
—¡NO! —exclamé yo, con una rabia ennegrecida por el tiempo que había estado sufriendo. No lo haría, nunca.
Al escuchar esto, el muchacho de cabello como campos de trigo dio dos pasos hacia atrás, y sin perder la serenidad y el apacible tono de voz que poseía, me dijo para luego volver a esfumarse:
—Sabes que a ella no le importa, ¿cierto?
Y yo admití, derrotado:
—Lo sé.
Así, me volvió a dejar en soledad; con más preguntas que respuestas y con un ápice de dolor físico que iba disminuyendo a paso lento.
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Sentimientos Sangrientos (Lis Version)
Teen FictionEn un Londres aparentemente tranquilo, hay una chica que lidia con voces en su cabeza debido a su exacerbada emotividad y diversos traumas del pasado. Conoce a un chico que, igual que ella, no sabe controlar sus demonios internos en esta lucha que l...