Veintisiete: Thomas Wright.

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Brooklyn: 

Al día siguiente, salimos e hicimos cosas típicas de madres e hijas. Siempre era yo la que se quedaba sin energía a pesar de estar en un cuerpo que aparentemente estaba a rebosar de ella. Pero, ¿y mamá? ¿Cuándo me detenía a pensar en su bienestar?

Luego de ir al centro comercial y comer una gran porción de Fish N' Chips, me retiré a mi habitación con la excusa de que iba a terminar mis deberes pendientes. Estábamos próximos a acabar mi último año en East High y no quería repetirlo, pero lo de los deberes sólo era una excusa.

Lo que antes era una escena de sangre y horror, con posters arrancados y todo esparcido por el suelo, ahora era sólo una habitación. A veces creía que no podía distinguir ya los colores, simplemente eran cuatro paredes y ya.

Escuché los lamentos de mi madre en la habitación de al lado.

Ella también estaba cansada, lo sabía.

A ella también le dolía, yo también sabía eso.

Y me sentía como una estúpida porque mi mente estaba tan podrida que por más que quisiese no podía ayudarla. A veces le gritaba, pero no porque la odiase o porque todo esto fuese su culpa; de hecho ni siquiera estoy segura de de quién carajos era la culpa en ese momento, lo hacía por los propios juegos enfermizos a los que me tenía que enfrentar.

Algunas veces, yo sollozaba. Y ella estaba allí para calmarme. Para decirme que sin importar lo retorcida que estuviese mi mente, ella seguiría sosteniendo mi mano.

No podía evitar sentirme culpable, porque no le daba lo que ella merecía. ¿Es acaso un ir y venir a hospitales, salas de espera y ensayo y error con distintos medicamentos lo que un ser tan bueno como ella se merece? ¡Por supuesto que no!

Pero yo estaba haciendo lo que podía con lo que tenía. Estaba intentando vivir sin un padre, con el luto de un hermano y con una mente rota mientras lidiaba con todo lo demás de la adolescencia. Estaba creciendo, pero dudaba que podría hacerlo si ella también me dejaba.

Thomas Wright, mi hermano mayor. Había tenido un accidente de avión hacía un año. Y se había llevado un pedazo de mi corazón con él.

Aún había noches en que lo escuchaba, y añoraba que hubiese dicho algo más aquella madrugada, cuando se fue. Sin saber que sería la última vez que lo vería.

Era imposible para mí sanar su herida, pues siempre pensé que pude haber hecho o dicho algo más para que se quedara; para que no nos dejara. Y creo que mamá llevaba la cicatriz de su amor también, aún hasta el día de hoy.

Así pues, cuando pensaba en la muerte y en dejar este plano terrenal, vislumbraba a mi madre y el sufrimiento que pasamos cuando perdimos a Thomas; y no me veo capaz de hacerlo.

Pues ella es la persona de mis anhelos, ¿no? Y Thomas era el dueño de mi esperanza, así que debía al menos intentar ser fuerte por ellos; aunque a veces mi alma flaqueara.

Sentimientos Sangrientos (Lis Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora