Sentimientos Sangrientos (Lis Version)

Veintiuno: El discurso que debe cambiar.

Brooklyn:

Había lidiado con la insensibilidad toda mi vida. Me había topado con personas cuyas intenciones no habían sido sinceras.

Había visitado cuatro diferentes doctores en tres años, luego de haber sido diagnosticada con depresión severa. ¿Qué era la depresión, para una adolescente de apenas catorce años?

Para mí, tener depresión y estar rodeada de personas que decían que no lo estaba, sólo porque siempre me mostraba jovial y con una sonrisa en el rostro, simplemente hacía el llevar la enfermedad de una manera muchísimo más agobiante.

Porque he aprendido a sonreír de una forma diferente.

Pues debajo de esa sonrisa, están las ojeras de no haber dormido la noche anterior por los pensamientos intrusivos.

Debajo de esa sonrisa, está la expresión de ojos enrojecidos por haber llorado horas antes y haberte ido al instituto como si nada estuviese pasando.

Y es que, a veces la chica esbelta y hermosa, la que parece tenerlo todo en este mundo; es la misma que llega a casa por la tarde y se pregunta para qué es la vida. Para qué la enviaron a este mundo y si su existencia hará alguna diferencia.

Vivir con depresión severa y alucinaciones era lo menos cool que le podía pasar a alguien que "apenas está empezando a vivir", como dicen todos, ya que pienso que la naturaleza del diagnóstico moldea tu percepción de cómo sientes, de cómo amas, de cómo le gritas al mundo que este sí es tu lugar. Y que tú sí harás una diferencia.

"Estoy bien", también conocía eso.

Era la más grande mentira que decíamos los pacientes con esta condición.

Yo simplemente estaba cansada, cansada de contemplar absorta el firmamento y pronunciar "ya no puedo seguir".

No obstante, consideraba que la mejoría era posible si las personas con las que convivíamos cambiaban el discurso de "sonríe más, ¿por qué tantas caras largas si la vida es tan bonita?" a "tu dolor es válido. Te ofrezco mi mano para transitar juntos el camino de la sanación".