Capítulo 37: VENDAJE

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Los primeros días después de la ruptura fueron un fracaso.

Draco, aunque estaba desconsolado, dolorido y exhausto, pensó que estaba libre de Harry. Y aunque estaba devastado, eso significaba que no tenía que preocuparse por Harry mientras trabajaba en el armario. No tenía que preocuparse porque Harry lo acosara en su mapa porque se suponía que ver su nombre en él le causaría demasiado dolor.

O al menos eso era lo que él pensaba.

Pero, cuando fue a la Sala de los Menesteres alrededor de las cinco de la mañana, pensando que estaba solo, mientras registraba los montones de basura, de repente comenzó a sentir que le ardía el brazo.

Harry no sabía que el brazo de Draco ardía cuando él estaba cerca, algo que Draco alguna vez odio, pero que ahora lo consideraba como la mejor herramienta del mundo. Porque, gracias a ella, sabía cuando Harry estaba presente, aún si estaba bajo su capa de invisibilidad.

Que acosador. Y entonces Draco pensó: sabía que no confiabas en mí.

Y así, Draco improvisó y deambuló por la Sala, asegurándose de no llevar a Harry a ningún lado cerca del armario. 

Pero era difícil contener el dolor. Harry lo amaba tanto, y Draco amaba a Harry. Lo único que quería hacer en este momento era darse la vuelta, quitarle la capa, pegarlo a una pared y besarlo hasta volverlo loco.
Pero, en lugar de eso, miró las cosas al azar. Fingió buscar algo interesante mientras su brazo ardía y ardía. Hasta que encontró un par de escamas doradas que parecían valiosas, y fingió que ellas era su objetivo en aquella Sala.

El acoso por parte de Harry no sucedía todos los días, pero si los suficientes como para retrasar a Draco con el armario, porque no podía trabajar en él dado que Harry estaba allí. Asique, cuando su brazo ardía indicándole que Harry estaba junto a él, fingía leer libros al azar en uno de los sofás que estaba entre los montones de basura, o buscaba objetos de valor sólo por diversión.

Eso fue suficiente para confundir a Harry y no revelar lo que Draco estaba haciendo en realidad en aquel lugar.

El tiempo pasaba, y el corazón de Draco se hundía cada vez más a medida que estar cerca de la Magia Oscura lo debilitaba. 

Después de dos semanas, y a medida que se acercaba la Navidad, Draco se vió obligado a quedarse en la Sala Común de Slytherin, porque saber que Harry lo estaba siguiendo le hacía odiarse a sí mismo por ser un Mortífago y extrañarlo demasiado como para aguantar ser su exnovio.

Las pesadillas de Draco se volvieron más intensas, tanto, que a veces se despertaba gritando y empapado de sudor. La ansiedad vivía por todo su cuerpo y su odio hacia sí mismo crecía cada vez más. 

Mortífago, Mortífago, ese comenzó a ser el insulto que más frecuentemente se decía a si mismo.

Ver a Harry en los pasillos era devastador. Harry parecía... triste, porque, en realidad, estaba triste. Y Draco también lo estaba, pero era capaz de soportarlo sabiendo el por qué tuvo que alejarlo de él. Pero, aún así, Draco sabía que esa ruptura no era lo que buscaba. Porque no era lo suficientemente dolorosa para Harry. Por eso mismo, Draco tenía que hacer lo que tenía que hacer. 

En el fondo, Draco necesitaba a Harry más de lo que Harry necesitaba a Draco, y fue sólo cuando Draco se cruzó con Blaise en la Sala Común cuando se dió cuenta de que necesitaba limpiar el tablero y comenzar todo de nuevo.

-Oye, ¿por qué te ves tan bien? –le preguntó Draco al ver su vestimenta formal.

Blaise sonrió.
-La fiesta de Navidad de Slughorn.

Todo fue solo un juego - (español) || DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora