"...yo la amo"

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Cristian intentó llamar a Ana, aunque su madre no se lo pidió, pensó que era lo correcto, claro que no pudo contactarla, su celular sonaba fuera de línea y nadie contestaba en su casa.

Por suerte su madre estaba más tranquila, o por lo menos lo parecía, eso era una ventaja, aunque aún temía que la calma que comenzaba a instalarse en la casa desapareciera tan pronto su abuela se apareciera.

—Te ves cansada, ¿quieres subir a dormir?

El hombre recién volvía de la cocina, había pedido que le hiciera un té a su madre para ayudarla a relajarse.

—No, estoy bien. — aseguró, por lo menos ahora lo miraba a los ojos cuando le hablaba. —Gracias, Cris, pero necesito esperar a tu abuela, si aún no se entera quiero que lo sepa por mí.

Pasó un rato en que Cristian le insistía que comiera algo y Verónica se negaba, por lo menos se tomó el té que le trajeron, pero aun la notaba distante, parecía estar concentrada en qué le diría a su madre apenas volviera.

Finalmente se escuchó la puerta principal cerrarse y los nervios de la actriz volvieron a ser evidentes, no sabía que decirle, lo había pensado, pero llegó un punto donde prefería que ya estuviese enterada.

—Verónica.

La voz de su madre retumbó en su cabeza, repentinamente se quedó sin palabras, Cristian tomó su mano como muestra de que estaba ahí para ella.

—Hay periodistas en la entrada. — avisó Socorro apenas apareció frente a ellos, venía acompañada de Beatriz.

Al ver que no preguntó la razón de su presencia simplemente cerró los ojos y suspiró, ella lo sabía.

—Puedo explicarlo. — dijo al aire, en parte quería que su hermana también lo escuchara, aunque por ahora su enfoque es su madre.

La actriz se levantó del sofá y caminó hacia el lugar que siempre utilizaban para ese tipo de cosas, una especie de oficina de la casa, Socorro la siguió sin que se lo pidiera.

—Primero quiero ser sincera, lo que sea que escuchaste es verdad. — soltó apenas la vio cerrar la puerta detrás de ella.

—Tu y Ana...

—Déjame explicarte. — pidió. —No quería que te enteraras así, pero nunca supe como decírtelo.

—Creí que me tenías confianza, Judith.

—Claro que confío en ti, mamá. — le aseguró al borde del llanto. —Pero esto...ni siquiera yo lo entendía, solo pasó, nosotras...

—Las dos me mintieron.

—No, no lo tomes así, en todo caso fue culpa mía, yo siempre tuve miedo de que alguien lo supiera.

La mirada de su madre era casi indescifrable, la mantenía tranquila el hecho de que no parecía molesta, sino triste.

—Ana siempre quiso contarlo, yo...yo fui demasiado cobarde. — sus lágrimas habían comenzado a caer y no parecían querer detenerse. —Mamá yo amo a Ana, yo la amo...

Fue todo lo que pudo decir antes de soltarse a llorar por completo, no esperaba ninguna reacción, simplemente quería comprensión con todo aquello.

Para su sorpresa sintió los brazos de su madre rodearla, abrazándola y acurrucándola en su pecho para consolarla, nunca le ha gustado ver a ninguno de sus hijos sufriendo, mucho menos a Verónica, ella que siempre la ha apoyado y la acompaña.

—Perdón por decepcionate. — dijo entre sollozos, incapaz de controlarse ante tal pensamiento instalado en su cabeza.

—¿Decepcionarme? — entonces la mujer rubia la separó un poco para verla a la cara. —No me has decepcionado, Verónica, nunca lo harías.

Como la luna y el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora