Pensamientos púrpuras.

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Verónica recién llegaba a su casa, había tenido un día bastante pesado, estuvo metida en el teatro todo el día entre ensayos de la obra que presentaba desde hace unos cuantos meses, directamente se dejó caer en su cama completamente cansada, apenas lo hizo el teléfono fijo de su habitación comenzó a sonar.

Soltó un suspiro de mero cansancio antes de levantarse nuevamente, últimamente sentía más cansancio del normal, aunque era normal, sabe perfecto que mientras su mente no esté tranquila nada del resto de ella podría estar bien.

—¿Bueno? — contestó apenas levantó el teléfono, ni siquiera se tomó la molestia de ver el identificador, su cabeza comenzaba a dolerle.

—Hola, Vero. — escuchó entusiasmada a Daniela del otro lado, aquello le sacó una sonrisa. —¡Cuánto tiempo!

Y sí que llevaba demasiado sin hablar con ella, había estado demasiado ocupada en tantos sentidos que el tiempo que pasaba últimamente con amigos era realmente reducido.

—Dani, que bueno escucharte. — finalmente contestó con entusiasmo. —Es que uno se la pasa trabajando. — le aseguró entre risas.

—Dímelo a mí. — dijo la otra en un suspiro. —Últimamente todos estamos igual, pero por eso te llamo.

Verónica sonrió, sabia que esas palabras solían significar que la mujer tiene un plan y está dispuesta a disuadirla hasta que acepte.

—Dime, ¿qué tienes en mente?

—Ya nos tengo plan para mañana en la noche. — le aseguró.

La actriz rio, ya se lo veía venir.

—Para ti será, creo que no puedo.

Rápidamente escuchó una queja del otro lado del teléfono.

—No puedes decir que no, hace meses que no te veo. — refutó.

—Tengo trabajo, además Michel...

—Michel puede ir con su padre por una noche, ni siquiera eso, mamá Coco siempre está ahí, creo que puede cuidarlo un rato.

Verónica suspiró, ya comenzaba esa lucha de convencimiento.

—Daniela...

—Por favor, no quiero ir sola. — pidió. —No sé qué tanta gente habrá.

—Bien. — dijo luego de unos segundos de meditarlo. —Pero no puedo regresar tan tarde.

—Prometido, señora Castro. — dijo en broma.

Aquellas simples palabras la hicieron recordar a Ana, logrando que unas repentinas ganas por preguntarle a Daniela si sabia algo de ella aparecieran.

—Dani, ¿has hablado con Ana? — no supo como fue capaz de ser tan directa, pero ya no podía arrepentirse.

—Si, hace unos días. — le aseguró. —Me dijo que estaba en la ciudad con su hija, pero no pudimos vernos.

Sonrió al imaginarse a la cantante jugando con una niña pequeña, siempre la habló de cuanto deseaba aquello, siempre le dijo lo afortunada que era de haber tenido dos bendiciones en su vida.

—¿No has hablado con ella? — ahora preguntó la mujer al otro lado de la línea.

—No he hablado con nadie. — aseguró entre risas. —Trabajo y trabajo, ya sabes.

—Bueno, mañana te podré reclamar por no tomarte un descanso, pasaré por ti a las ocho, ¿bien?

—Nos veremos mañana, Dani. — dijo antes de colgar el teléfono.

Como la luna y el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora