Buenas amistades.

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Verónica se encontraba demasiado nerviosa para estar tranquilamente en la sala de su casa, pero todo tenía una razón, Ana.

Se enteró hace unas horas que estaba de vuelta en México después de que viajó durante todo enero, además de eso supo que va a presentarse esa misma tarde en un programa, había llegado el momento en que obtendría su respuesta y se sintió demasiada larga la espera, pero ya estaba mentalizada para cualquier resultado, o por lo menos intentaba convencerse de eso.

También mantuvo su promesa de mantenerse totalmente alejada de ella hasta que fuese necesario, pero ahora que estaba a unos pocos minutos de su respuesta no estaba tan segura de querer verla.

—¿Judith?

La voz de su madre la sacó de su trance lleno de pensamientos.

—¿Qué pasa, mami?

La mujer rubia frunció el ceño al notar el extraño comportamiento de su hija.

—¿Está todo bien? — preguntó con preocupación. —Llevas un rato así sentada sin hacer nada, perdida.

Verónica rio de nervios.

—No, solo estaba pensando en una oferta que me hicieron para un programa, mami, todo está bien. — sonrió.

—Hace mucho no te veía enfrente del televisor. — decidió creerle aquella la mujer por lo que cambió de tema. —¿Cristian estará?

Socorro se sentó en otro de los sofás de la sala frente a la televisión.

—No, va a ser Ana. — dijo con nervios, pero con una sonrisa al recordar a la mujer. —De hecho, iba a hablarte por si querías acompañarme.

—¿Ana Gabriel? ¡Pero por supuesto! — dijo con entusiasmo haciendo reír un poco a la actriz.

—Mami. — la llamó para captar su atención nuevamente.

—Dime, cariño.

—A ti te cae bien Ana, ¿verdad?

La rubia rio un poco.

—¿Pero qué clase de pregunta es esa? Sabes que sí. — dijo con tranquilidad. —Es una gran mujer, hija, eso debes saberlo ya.

—Lo sé. — murmuró.

—No deberías distanciarte de amistades así de buenas para ti, Judith. — le aseguró. —Te ves feliz cuando ella está cerca y ella se ve muy cómoda y feliz aquí también, no creo que la pelea que haya entre ustedes valga la pena para que terminen con tan bonita amistad.

Su madre se sinceró y ella quería llorar ante tales palabras, si tan solo supiera que podía estar a punto de no volver a verla en unos cuantos minutos, pero solo sonrió y asintió, dándole toda la razón, lo cual es verdad, pero las circunstancias han sido diferentes, aunque quisiera escuchar a su madre, no estaba en sus manos ya.

El dichoso programa comenzó y Socorro volvió su atención al aparato frente a ellas, mientras que Verónica sintió sus nervios aumentar al ver que había un segmento de presentación de todo menos de la invitada, el cual estaba siendo excesivamente largo desde su punto de vista, finalmente escuchó que la presentaban, pero no pudo mantenerse ahí hasta que saliera.

—¿Quieres algo de la cocina? — le preguntó a su madre apenas se levantó y le dio la espalda a la televisión.

—No, gracias, cariño. — aseguró con una sonrisa.

—Ya vengo.

—Pero que cambiada está en pocos meses mi Anita. — alcanzó a decirle su madre antes de que se alejara lo suficiente para no escucharla.

Como la luna y el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora