Controlando emociones.

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Ana se sintió sola en aquel concierto en el que suponía estaría acompañada por la familia Castro, pero eso no le impidió entregarse por completo a su público, al final de cuentas era su público el que siempre la ayudaba a levantarse.

Su gira terminó a los pocos días y ella volvió a la tranquilidad de su casa para pasar tiempo con Diana Alejandra, la madre de esta le preguntó sobre su extraño comportamiento, ella no se atrevió a contarle, era doloroso.

Aunque de lo que sí pudo convencerla fue de visitar una vez más a sus padres, Diana Verónica, le insistió para que arreglase las cosas con ellos, así que ya entrado diciembre se armó de valor y fue hasta allá.

Ese día lloró junto a ambos, eran tantas cosas las que estaban pendientes entre los tres que aquel día fue como quitarse mucho peso de encima. Su padre se disculpó asegurándole que lo entendía y que siempre estaría ahí, mientras que su madre se disculpó por haber guardado silencio el día en que todo pasó, en fin, lo importante es que las cosas se aclararon, aunque Ana se reservó el hablar de Verónica.

Pasó todo diciembre con su familia y ya entrado enero con mucho pesar volvió a Ciudad de México, su nuevo disco estaba por salir y sus deberes como cantante comenzaban a aparecer nuevamente, aunque lo fuerte vino después de febrero, en que sus presentaciones y demás fueron acumulándose en su agenda.

Mientras que Verónica sabía perfectamente que su año no terminó de la mejor manera, aquel día de la discusión tuvo que esquivar las preguntas de su madre cuando le preguntó por Cristian, así como evitar cuestionamientos de por qué no asistirían al concierto de Ana al día siguiente, Socorro se molestó mucho con ella.

Pero su temor era mayor que nada, el simple hecho de saber que ahora Cristian lo sabía era algo que le causaba decenas de emociones y pensamientos; intentó buscar a Ana, pero de último momento se detuvo al darse cuenta qué tal vez era mejor darle espacio y tiempo para pensar.

Claro que nunca se le cruzó por la mente el hecho de que la cantante no estuviese en la ciudad el día que fue hasta su casa, tampoco creyó que nunca contestaría sus llamadas, todo estaba volviendo a ser como en aquellos años tan oscuros para ambas, tiempos en que el mayor temor de Verónica era que Ana terminase odiándola, temor que estaba volviendo.

—Judith.

La voz de su madre la sacó de sus pensamientos, se supone que estaba hablándole sobre una lista de pendientes que su manager le pasó, pero hacia rato que no estaba escuchando absolutamente nada.

—¿Estás bien? — preguntó la mujer rubia al notar que tenía nuevamente su atención.

Ella simplemente asintió con una sonrisa, ¿qué podía decirle?

Su madre pareció darse por vencida ante tal respuesta tan monótona, desde hace días insistía con dicha pregunta con la esperanza de que finalmente se desahogara con ella, pero nunca parecía llegar ese día.

—Bueno, como te decía, necesitas escoger un productor para el disco, el tiempo lo tienes encima. — le mencionó lo escrito en la pequeña libreta que tenía entre sus manos.

Entonces algo hizo "click" en su cabeza. Acababa de encontrar la mejor forma de volver a ver a Ana sin correr el riesgo de que saliera huyendo.

Así que rápidamente se levantó del sofá y plantó un beso en la mejilla de su madre, sorprendiéndola, alejándose poco después dejándola confundida.

—¡Llamaré a Bertha! — gritó en respuesta a los llamados que le hacia su mamá al ver que se alejaba más.

Daba vueltas en su habitación mientras sostenía en una mano una pequeña libreta con el número de la representante de Ana, y en la otra su celular. Subió a su habitación muy decidida a llamar, pero ahora las dudas y miedos tomaron un poco control de ella, y no era para menos, nunca había hablado tan directamente con Bertha, siempre fue mediante la cantante o su propia representante, por lo que estaba segura que sería una llamada muy extraña y poco esperada para la mujer.

Como la luna y el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora