Mar.

348 29 3
                                    

Pasaron algunos días más, esta vez en Ciudad de México, fueron días que le sirvieron para estar en el estudio analizando cosas que sus productores ya habían estado trabajando, aceptaba algunas piezas y otras no, aunque mayormente se dedicó a grabar aquello que ya tenía preparado. Todo le pintaba de maravilla hasta que finalmente llegó a su tope y un día se levantó sin fuerza alguna para si quiera levantarse de su cama, para cuando se dio cuenta ya tenía a su representante muy preocupada en la puerta de su casa.

—Por dios Ana, nos tenías muy preocupados. — dijo la mujer apenas entró por la puerta.

Ana solo suspiró y cerró la puerta una vez más con pesar.

—Perdón, debí avisar. — fue todo lo que dijo mientras caminaba directo hacia su sofá.

—¿Estás bien? — preguntó Bertha cuando vio el estado de la cantante. —¿Estás enferma? Necesitas que...

—Estoy bien. — interrumpió. —Sólo necesito un par de horas para recuperarme.

—Son casi las cuatro de la tarde Ana.

La mencionada solamente pudo cerrar los ojos con cansancio y algo de pesar, ni siquiera se había dado cuenta de cuantas horas había pasado durmiendo.

—Lo siento, Bertha, ni siquiera me di cuenta.

—Pero tu no estas bien. — le aseguró. —Ni te disculpes, voy a llamar a un doctor para que venga a revisarte.

Ana negó y estuvo a punto de rechazar la idea, pero su representante fue más rápida y ya estaba llamando a un número que parecía saber de memoria. Una vez que terminó la llamada y durante los siguientes minutos en los que el doctor tardó en aparecer fue una lucha constante de parte de Ana por tratar de convencer a Bertha de qué estaba bien, sólo algo cansada, cosa que la segunda se negaba a creer.

Cuando finalmente el doctor estuvo ahí fue algo rápido con el chequeo, mientras tanto Ana se sentía como niña pequeña ya que el doctor conversaba con Bertha mientras hacia todo, al parecer era su médico de cabecera y el que solía atender al hijo más pequeño de la mujer.

—Bien, señorita Araujo, listo. — dijo el doctor cuando finalmente retiró su estetoscopio lejos de ella y se incorporó nuevamente.

—Ya puede decirle que estoy bien. — dijo Ana al doctor luego de levantarse del sofá.

—No, no, usted está bien físicamente, eso sí. — las palabras del médico desconcertaron a ambas por lo que sólo pudieron mirarlo esperando a que continuase. —La señorita Araujo necesita un descanso, supongo que ha estado trabajando mucho últimamente, demasiado diría yo. — hablaba mientras guardaba sus cosas en el maletín que traía.

—Bueno, tengo que hacerlo. — dijo Ana al instante.

—Si, pero usted se está presionando mucho, tiene que relajarse. — insistió. —Busque un lugar en el que le guste estar y que le ayude a relajarse.

—¿Me está recetando vacaciones? — preguntó incrédula. —No puedo, doctor, tengo demasiados pendientes y...

—No le estoy diciendo que se vaya dos meses. — aclaró el hombre con cabello blanco. —Solamente tómese unos días hasta que se sienta recuperada y disminuya la presión de trabajo, eso es todo.

—Lo hará Samuel, muchas gracias por todo. — esta vez fue Bertha quien habló para evitar otro reprocho de Ana. —Lo acompaño a la salida.

El hombre asintió y agradeció, se despidió rápido de Ana y le repitió su "receta" brevemente. La mujer lo acompañó hasta la puerta y se despidieron luego de pagarle sus respectivos servicios.

Como la luna y el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora