31

307 35 7
                                    


Tom esperaba expectante afuera de la peluquería, su corazón latiendo con emoción contenida mientras aguarda ver el resultado del cambio de look de Bill. Él azabache le había dicho en la mañana que se haría un cambio en el cabello y que quería que fuese Tom el primero en verlo y en dar su opinión.

Y claro, ¿Como podría Tom decirle que no a su pumpkin?.

Cuando el azabache emergió de la peluquería, el asombro y el deleite iluminan los ojos de Tom, como si estuviera presenciando la manifestación misma de la belleza celestial.

—Wow—. Emitió.

Las franjas blancas en el cabello de Bill capturaban la luz del sol de la tarde, creando un efecto deslumbrante que parece encapsular la esencia misma del universo. Tom quedo sin aliento ante la visión de su pareja, incapaz de apartar la mirada mientras su corazón se llena de un amor renovado y una admiración sin límites.

—¿Y?, ¿Te gusta?—. Preguntó el azabache temeroso por una reacción negativa de Tom.

—Wow—. Vuelve a susurrar —¡Me encanta!—. exclama el con una sonrisa radiante, incapaz de contener su entusiasmo. Cada palabra era una expresión genuina de asombro y aprecio por la transformación deslumbrante que habia presenciado.

Para él, Bill es mucho más que hermoso; es una obra maestra viviente que desafía toda descripción mundana.

—Joder—. Murmuró acercándose al pelinegro quien tenía una sonrisilla risueña y un leve sonrojo en sus mejillas —no sabes cuánto orgullo me da decir que eres “mi novio”—. Dijo elevando la voz en esas dos palabras —es como si dijera que soy el amo del puto mundo—. Musitó sonriendo, bill sonrió ensanchantemente, amaba cuando Tom lo halagaba –que era prácticamente todo el tiempo– pero no se aburría, le encantaba y lo amaba con locura.

La brisa ligera agitaba suavemente las franjas mechones del cabello de Bill, como si el viento mismo estuviera encantado por la belleza que tenía frente a sí. Tom toma la mano de Bill con ternura y lo mira con ojos brillantes, sabiendo en lo más profundo de su ser que ese momento seria recordado como un instante mágico en el lienzo eterno de su amor.

.    .    .


Al regresar al apartamento después de la peluquería, se sumergieron en su mundo de caricias y risitas nerviosas. Las manos de Tom acarician suavemente las franjas blancas de su cabello, mientras sus ojos brillaban con admiración y amor.

Cada palabra cursi que salía de sus labios era como una melodía que llenaba la habitación, tejiendo un vínculo aún más profundo entre ellos.

En un momento de curiosidad, el azabache se levanto del sofá y camino hacia la pequeña estantería que adornaba una esquina del salón. Con gestos juguetones y una sonrisa traviesa, saca un libro de cocina que Tom le había regalado en una ocasión especial. La expresión confundida en el rostro del trenzado era evidente, sin comprender qué es lo que su chico tenía entre manos.

—¿Qué tienes en mente?—. preguntó Tom con curiosidad, mientras observaba a Bill con una mezcla de intriga y diversión.

Con una chispa de emoción en sus ojos, el pelinegro le revela su plan con entusiasmo —Tom, he estado hojeando este libro y encontré una receta increíble que me encantaría llevar a cabo—. Alzo sus dos cejas juguetón —¿Qué te parece si pasamos la tarde juntos preparando algo delicioso?—. Le pregunto.

La sorpresa inicial en el rostro de Tom se transformaba en una sonrisa cálida y encantada. La idea de cocinar juntos despierto su interés, sabiendo que cualquier actividad compartida con su novio siempre resultaba un momentos inolvidable.

𝐀𝐃𝐃𝐈𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍 | ᵀᴼᴸᴸ (𝑬𝒅𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora